CAPÍTULO 1

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MELISSA

Siete años después

—Te extrañaré tanto. —Ana me abrazó fuertemente.

—Sabes que vendré a visitarte cada cierto tiempo... y ¡te llamaré constantemente! —sonreí. No quería que se abrumase, nuestro lazo era tan fuerte que no se quebraría por estar distanciadas físicamente.

—Lo dices como si no se tratara de algo definitivo. —Sus ojos se humedecieron, quería desplomarse en un mar de lágrimas. La verdad es que yo también me sentía triste, conocerla me había dado bellos recuerdos. Ana tenía un corazón sincero, no podía sentirme más agradecida de todos los momentos de felicidad que habíamos tenido juntas.

Hace siete años tuve que abandonar mi antiguo hogar; fue abrupto e inesperado. Siendo sincera, yo no tenía ninguna intención de dejar atrás esa casa tan acogedora y a Jack, mi mejor amigo, pero jamás hubiera sido capaz de contradecir a mis padres. Todo ocurrió de una forma tan repentina que no tuve tiempo de despedirme de él y eso me causó bastante pesar ¿Qué habría pensado de mí? ¿Estaría enojado conmigo? Eran interrogantes que habitualmente se encontraban en mi cabeza, en especial recientemente dado que tendría que regresar a vivir a mi antigua casa en Prakintown.

Aún recuerdo el día en que mi padre me dijo: —Tenemos que hablar, no hemos sido sinceros contigo. Fue uno de esos momentos en que se te para el corazón, piensas en todas las posibilidades, en todos los malos escenarios posibles. Lo observé en silencio y luego, me explicó qué era lo que estaba pasando. Al parecer, mi abuela había empeorado. Sabía hace tiempo de su Alzheimer, pero se suponía que mi tío se estaba encargando de ella. Sin embargo, últimamente se había complicado encargarle su cuidado debido a que se encontraba pasando por una fuerte depresión. Cuando me detalló la situación no lo dudé ni un segundo, debíamos ir. Inmediatamente, hubo una contradicción dentro de mí, recordé a Jack y sus pesadillas, recordé a mis compañeros y a las personas que amaba. Pensé que sería por un periodo corto de tiempo, así que rogué que no comentaran la situación hasta cuando ya estuviéramos instalados allá. No me gustaban las despedidas. Al final, ese tiempo que pensé que sería acotado terminaron siendo años; años dónde también fui feliz y me acostumbré a este verano interminable.

—Podrías ir a verme, te estaré esperando. —Agarré su brazo para acercarla a mí. Sabía que al igual que en muchas ocasiones, me había quedado ensimismada en mis pensamientos.

—Cuenta con ello... y ahora dime, ¿Qué planeas hacer al estar allá? Aunque no es necesario preguntar, obvio que irás corriendo a ver que tal está tu amorcito.

—¡¿Qué?! —Me sonrojé. Entendía la curiosidad de Ana, ella sabía los sentimientos que tuve por Jack cuando era solo una niña—. La verdad me da un poco de temor volver a verlo —bajé la voz— así que... no será lo primero que haré.

—¡Pero debes hacerlo! —gritó, llamando la atención de las personas que caminaban a nuestro alrededor—. Si no lo haces, cuando vaya a verte yo misma lo buscaré por ti y le diré lo que te has guardado en todos estos años.

—Si haces eso, moriré de vergüenza. —El solo mencionar el caso hipotético no hacía más que darme ganas de desaparecer.

Ambas comenzamos a reír. Ya estábamos cerca del Café Rosé dónde siempre pasábamos los jueves. Ana había insistido en que debíamos ir esta semana. Yo amaba ese lugar, pero me preocupaba que el estar ahí por última vez hiciese que me ponga a llorar frente a todas esas personas.

—Vuelve a tierra Mel, es tan típico de ti perderte en tus pensamientos... —Dulcemente tomó mi mano y me arrastró al lugar, a una mesa que se encontraba reservada—. Pediremos los cafés de siempre y yo me llenaré de azúcar con algún pastel ¿Tú que comerás?

LA INCITACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora