CAPÍTULO 3

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MELISSA

—Si dices mi nombre te arrepentirás.

Esas habían sido sus palabras.

Me odiaba. ¿Por qué me sorprendía tanto? Yo me fui sin siquiera despedirme. Nunca me preocupé por retomar el contacto, por saber cómo estaba. Me aferré a la pequeña esperanza de que, si volvía a verme, quizás podría perdonarme. Ahora me daba cuenta, de lo ingenuo y estúpido que fue pensar eso. 

Cuando se levantó y caminó en nuestra dirección, sentí que había algo familiar en su aspecto. No lo reconocí en forma inmediata, pero en el momento en que dijo esas palabras, lo entendí. Era Jack. Su apariencia había cambiado bastante con el paso de los años. Sus rasgos se habían endurecido. Su cabello ya no era rubio sino castaño y lo llevaba lo suficientemente largo para atarlo en un pequeño moño. Sus cejas eran oscuras y pobladas; su mandíbula definida y angulosa. Siendo sincera, sino hubiera sido porque él me reconoció, quizás yo no me habría dado cuenta de que se trataba de él. 

Luego que se agachó a decirme esas palabras, nuestros ojos se conectaron por un segundo. Sus ojos verdes claros tenían una expresión que no estaba segura de como descifrar. Pese a que me había amenazado, había algo más en esa mirada; parecía albergar una gran tristeza. 

Su ropa le quedaba holgada y suelta. Vestía un pantalón oscuro y una polera verde musgo que estaba repleta de salpicaduras de sangre ¿Por qué golpeó a ese muchacho? ¿Por qué no quería que dijera su nombre? Jack nunca se habría comportado de esta manera, mi mejor amigo era gentil e incluso alguien bastante asustadizo ¿Qué había pasado en todos estos años?

Sollocé. Era un golpe de realidad estar frente a él, pero eso no me detendría. El motivo por el cual salí a ver qué pasaba, no era porque hubiera reconocido a Jack, era para ayudar al muchacho que estaba golpeando. No me dejaría perturbar por su presencia. Rodeé a Jack, tragándome todas mis preguntas y preocupaciones, y fui directo hacia el chico que yacía inconsciente en el borde de la calle. Los demás jóvenes , al ver que la pelea ya había terminado, se dispersaron y soltaron unos bufidos de decepción. No podía creer que nadie hiciera nada por ayudarlo ¿En serio eran tan crueles para dejarlo tirado a su deriva?

Me agaché y con cuidado intenté moverlo para que reaccionara. Sin embargo, no hubo ninguna respuesta. Su rostro se veía hinchado y cubierto de sangre; sus brazos también se encontraban heridos. Imaginaba que, en un intento por cubrir su rostro, recibió gran parte del impacto en sus brazos. Intenté cargarlo, pero no pude sostenerlo ni un segundo, era demasiado peso para mí. 

—Yo lo haré, déjamelo a mí. Lo llevaré a mi casa. —Adam se agachó a un lado mío, me hizo señas para que me alejara, y lo cargó en su espalda. 

—También quiero ir, intentaré ayudar en lo que pueda. —Adam asintió con una sonrisa. 

En ese instante, vi que Jack arrugó el entrecejo. 

—¿Te atreves a contradecirme? ¿Quién te crees? —le preguntó a Adam.

¿Por qué le hablaba con esa confianza?

—Sin duda alguien mejor que tú —le respondió Adam con desdén. 

El ambiente se había puesto tenso y no se debía únicamente a mi presencia, sino que existía una extraña animadversión entre ellos dos. No obstante, este no era el momento para concentrarse en rivalidades poco importantes. Lo primordial era ayudar al muchacho que seguía inconsciente. Con Adam pasamos a un lado de Jack, y caminamos en dirección a su casa. Solo una vez volteé mi cabeza con la esperanza de que Jack nos siguiera y remediara el caos que había causado. Sin embargo, cuando lo hice ya no había nadie. Jack se había ido. 

LA INCITACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora