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Para ser fotógrafo se necesita

leer, viajar, enamorarse y odiar.

Básicamente... vivir.

Luis Sandoval.

Florencia, Italia, 2010.

Emilia despertó un poco cansada y algo deprimida, ya que la noche anterior había tenido una discusión fuerte con su novio. Estas peleas de pareja, ocurrían seguido. Pero no siempre empezaban con ella, sino por parte de él, quién normalmente le encontraba (como dice el dicho) "la quinta pata al gato" a todo lo que hacía su pobre novia. Se quejaba porque demoraba mucho en el baño, porque que trabajaba demasiado tiempo en la editorial, que comía poco, que era rutinaria y cientos de sandeces que a Emilia ya la tenían agotada por completo.

Las cosas que reclamaba él eran ciertas: ella era muy tradicional y no disfrutaba de la vida para nada. En su cabeza solo estaba presente una cosa: trabajar y trabajar, de esta forma no disfrutaba de los colores que le daba la vida, porque se hallaba siempre ocupada (o preocupada) por algo, no pudiendo darse algún gusto. Estar así no la dejaba ser feliz con nada, ni siquiera el amor la movilizaba. Ella siempre se decía: "no hay tiempo para el amor, primero está mi trabajo, que es lo más importante".

Como de costumbre, desayunó unas masitas de salvado y un café y se rumbeó rápido para la calle, pues el tráfico en Florencia a las siete de la mañana solía ponerse difícil. Tomó su auto y se dirigió para la editorial.

En el camino, observó con detenimiento la bella ciudad de Florencia, sin dudas era la más hermosa de Italia, llena de cultura y arte. Amaba vivir en ese lugar, ese era su territorio más preciado en el mundo. Hacía más o menos veinte años que estaba residiendo allí junto con sus padres.

Aquel día, Emilia, estaba feliz porque sospechaba que en la editorial tendrían buenas noticias para darle.

Su familia tuvo que venir desde Mendoza al Viejo Continente por problemas financieros con el viñedo que tenían en Mendoza. Eligieron Florencia porque tenían familiares allí. A ella le gustaba la ciudad, aunque la belleza de Roma hacia que algunos fines de semana se hiciera escapadas para admirar el Coliseo y tomar varias fotografías. Amaba las imágenes. Eso le había dejado su querido país, Argentina: el periodismo y la fotografía.

Dejó de pensar un momento en su ciudad, se detuvo a recapacitar sobre Sebastián, que se había levantado muy temprano para ir a trabajar. Estaba muy enojado, se irritaba por todo y era muy celoso. En cambio, ella había llegado a su trabajo en tiempo y forma, saludaba muy amablemente a todos sus compañeros mientras caminaba por el amplio corredor, luego entró en su oficina.

Se encontró que en su escritorio tenía muchísimas cosas por hacer: preparar la sesión de gastronomía italiana, hacer folletos sobre un artista y acomodar las fotografías de Venecia que había tomado la semana anterior.

Acomodó y ordenó todo en un segundo. En ese momento entró a su oficina, Genaro, su jefe desde hacía varios años:

- Buen día, Emilia.

- ¿Cómo estás, Genaro?

- ¿Tenés un momento para conversar? - preguntó su jefe amablemente.

- Sí - asintió ofreciéndole la silla de enfrente-. Decime, ¿qué anda pasando?

- Bueno, Emilia, yo en realidad vengo a hacerte una propuesta de trabajo y creo que te va a interesar.

La joven abrió los ojos y quiso saber más de que se trataba.

- Contame más.

- Como viste este último tiempo, la editorial está muy comprometida con varios clientes- prosiguió Genaro- y estamos muy tapados de trabajo, por eso necesito que viajes a Salta, tenés que tomar unas fotografías en un viñedo. Este está ubicado exclusivamente en los Valles Calchaquíes y de ahí también tomar algunas fotografías en la ciudad de Salta.

Después de la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora