No te reconocí, te reconocí.
Llevo años soñando contigo.
Anónimo.
Valles Calchaquíes, Argentina, 2010.
El viaje de Italia a Salta demoró horas. Aunque para Emilia se hizo dinámico pues, se la pasó pensando en lo que la esperaba por delante, volvería a estar en un viñedo.
El avión tocó tierra firme al día siguiente. Llegó a la capital de Salta. Se quedó asombrada de lo hermosa que era. Se asombró con la cantidad de puestos que había de artesanías y de comidas. Sus grandes calles donde la gente corría sin más, sus habitantes que eran todos idénticos, las personas que eran tan amables.
El mediodía ya estaba presente y el calor se hacía notar. Emilia estaba cansada y tenía hambre. Entonces, decidió tomarse un taxi desde el aeropuerto hacia el centro para poder almorzar tranquila y pasear un poco por la ciudad. Tenía tiempo disponible, ya que Antonio la pasaría a buscar frente al Cerro San Bernardo a las cinco de la tarde.
Tomó un taxi y en el camino disfrutó de la bella ciudad. Bajó la ventanilla del auto para observar mejor. Se puso sus lentes de sol y palpitó lo hermosa que era Salta, mientras que el viento rozaba su rostro y revoleaba sin más sus pelos castaños. Llegó al centro y le pagó al taxista en donde habían quedado con Antonio.
Había un restaurante a la esquina, entonces se cruzó para poder almorzar tranquila y comunicarse con su familia. Tenía que avisar que había salido todo más que bien. Se pidió un riquísimo locro. ¡Hacía tanto que no probaba uno así! Lo acompañó simplemente con un agua mineral. Disfrutó cada bocado, lo saboreaba a más no poder.
Tomó su celular y llamó a sus padres.
- Hola mamá y papá- siguió- quería decirles que estoy bien y que Salta es una ciudad preciosa.
- Hola, mi querida- dijo Amalia-. Me alegro de que estés bien. Te mando un abrazo y disfrutá. Cuidate mucho.
- Hola, Emilia- dijo Feliciano- que disfrutes mucho. Y cuídate muchísimo, sé precavida con la gente.
Las aclaraciones de sus padres funcionaban como indirectas.
- Sí, mamá.
- Hermanita- dijo Delfina- te quiero muchísimo. Nos tenemos que ir con mamá porque la venta de vestidos nos espera. A la noche te voy a llamar.
- Bueno, yo también te quiero. Suerte en el trabajo, saludos a Francisco y a mi adorada Palomita.
La familia de Emilia ya estaba trabajando. Delfina con su madre en la tienda de diseños y los vestidos. Feliciano repetiría la visita al viñedo. Mientras Francisco daba sus clases de Lengua y Literatura en la misma escuela donde su adorada sobrina cursaba el quinto grado.
Más tarde, después de su postre de bocha de helado, decidió llamar a Sebastián.
- Hola, Sebastián- saludó Emilia- quería decirte que llegué en perfectas condiciones y que estoy completamente enamorada de Salta.
- Hola, mi amor- continuó él- me alegro un montón. Te deseo la mejor suerte del mundo. Te quiero.
- También te quiero.
- Me tengo que ir. Más tarde hablamos.
- Hasta luego.
Sebastián, colgó y continuó trabajando, mientras lo hacía pensaba que Emilia estaba feliz, lejos y sola. Quizás su amor no le hacía falta. Tenía miedo de que se quedara en Salta, porque ella era de aferrarse a las cosas y no despegarse y estas eran unas de las peleas más típicas: el aferramiento a todo.
Por otro lado, Emilia se retiró del restaurante y todavía faltaban dos horas para que llegara Antonio, entonces paseó por una plaza y observó los hermosos puestos que había allí y compró algunos regalos: cuadros, ponchos de lana, caramelos de caña de azúcar y un mate que amaba tomar.
Luego se sentó en un banco de una plaza, allí puso los regalos a su lado al igual que su valija. Se imaginó a Antonio Alegra. Tenía ganas de conocerlo, a lo mejor se harían muy buenos amigos.
Se hicieron las cinco de la tarde y Emilia vio a un hombre de unos treinta años. Su aspecto era alto, flaco con un cabello amarillo, color oro y sus ojos celestes que resaltaban desde lo lejos. Lo miró con detenimiento y dijo que ese hombre era muy apuesto.
Este atractivo hombre se le acercó y le preguntó:
- Hola, ¿Qué tal? – la saludó-. Como la vi con las valijas, pensé que era una turista que viene desde lejos. ¿Usted no es Emilia Ibáñez?
Emilia no podía creer que ese hombre fuera tan hermoso. Era Antonio.
- Hola- dijo aun concentrada en sus ojos azules como el océano. Se había perdido en su mirada-. Sí, soy yo Emilia Ibáñez. ¿Usted es Antonio Alegra?
Él se quedó perplejo al ver tanta hermosura junta, su cabello castaño que llegaba hasta su diminuta cintura, sus ojos color café y su piel un poco bronceada.
- Sí, soy Antonio Alegra- se presentó-. Es un placer, Emilia.
- El placer es mío, Antonio.
Emilia se paró del banco y saludó con un beso en la mejilla de Antonio. Sus pieles se cruzaron en un momento. El mundo se detuvo por un instante.
- Déjeme llevarle esto- dijo tomando su valija.
- Gracias.
- No es nada- exclamó mirándola- ¿Qué tal el viaje?
- Demasiado dinámico y lindo. Es hermosa Salta, por Dios.
- Es bella, por algo le dicen "Salta, La linda".
- Por algo debe ser- expresó con una risa perversa.
Todo era perfecto. Hablaban entre los dos al compás del cantar de los pájaros y el sol que los iluminaba sin cesar.
Se subieron al auto de Antonio y se dirigieron para los Valles Calchaquíes.
- ¿A cuánto estamos de la Capital a los Valles? - preguntó Emilia.
- Estamos a unas dos horas. Me vas a tener que aguantar por ciento veinte minutos- dijo con sarcasmo.
- No, por favor. Va a ser un placer.
- ¿Vas a sacar fotos a mi viñedo? - consultó él.
- Así es. Eso me llevará un día aproximadamente, luego me tengo que ir a Salta, es decir, a toda la provincia para tomar más fotografías.
Antonio estaba asombrado de Emilia, de cómo tenía todo planeado, de cómo se manejaba.
- Entonces tenés para varios días- acotó-. Vas a quedar enamorada del lugar.
Emilia asintió y siguieron hablando de muchas cosas hasta llegar a su bodega. Había una conexión impresionante entre ellos dos... el destino que los esperaba se tornaba incierto...
La vida de Emilia antes de llegar a Salta era una sed y no tenía agua para calmarla, pero cuando llovía... su alma se acomodaba, volvía a renacer entre las nubes...solo había libertad, solo algo más después de la lluvia... porque el sol brotaba en el cielo inmenso y la postal era hermosa... y así era la vida de Emilia... mucho más placentera después de la lluvia, donde los dolores y el pasado quedaban antes de la lluvia. Porque la vida después de la lluvia era distintinta, cambiaba la forma de vivir, de poder disfrutar de los momentos pequeños.

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Después de la lluvia
RomanceEmilia Ibáñez, una joven fotógrafa y periodista, será la encargada de sacar fotos al famoso viñedo Aromas y Sabores, de Antonio Alegra, en los Valles Calchaquíes. Poco a poco, irán comprendiendo que los hilos de sus destinos estaban unidos desde sie...