Las grandes lecciones son las que
llegan en los peores momentos.
Risto Mejide.
Mendoza, Argentina, 1990.
Los Alegra habían trabajado cuatro años más para los Barcelona. Hasta que un buen día, la abuela paterna de Josefina fallece y deja herencia un viñedo en los Valles Calchaquíes, allí donde la mejor uva que se puede cosechar es la torrontés.
No dudaron más y renunciaron al trabajo con esos hombres para poder trabajar en su propio viñedo en la localidad salteña.
Los cuatro años de trabajo con los Barcelona habían sido duros, pero ya no, ya estaban cansados de ser esclavos, ya era hora de independizarse como familia.
La presidencia de Carlos Saúl Menem corría plácidamente y parecía que las cosas con la economía se mejoraban con el tiempo, con la implementación de un nuevo modelo económico, el neoliberal. El Estado intervendría lo menos posible en la economía argentina junto con la apertura de las exportaciones.
El presidente asumía al "sillón de Rivadavia" con un discurso que prometía mucho y daba palabra de estar siempre con el pueblo argentino. De esa forma, fue unos de los caracteres de su discurso político: "Venimos a instalar un nuevo estilo en la vida política nacional y yo espero que se propague por toda Latinoamérica. Los gobernantes que surgen del pueblo deben permanecer junto al pueblo y trabajar solo para el pueblo".
Mientras se desarrollaba la presidencia de Menem, Antonio ya tenía ocho años y era un gran niño indagador y cuestionador, puesto que le interesaba saber en que trabajan sus padres además de vivir jugando entre la vid, que eran fruto del duro trabajo de Estanislao. La familia entera ayudaba en la vendimia desde febrero a mayo. No recordaba nada sobre el viñedo de los Barcelona, porque era demasiado pequeño cuando había pasado.
El hermano de Estanislao, Carmelo, iría a trabajar con ellos. Amalia no se despegaba ni un solo momento de su cuñado.
Por el otro lado, los Ibáñez estaban enojados y pareciera que la tranquilidad no les llegaba nunca. Estaban aún resentidos por lo que les estaba pasando. No había nada que hacer, estaban al borde de la quiebra. Nadie consumía vinos.
Una de esas noches, el cielo brillaba todo el tiempo por los refucilos, la tormenta en Mendoza acechaba con fuerza. Feliciano se sentó con su mujer en el comedor para analizar la situación del viñedo y ya no había marcha atrás. Lo hecho, hecho estaba.
- Los vinos no se pueden vender. Los números no nos dan. Ya está. Lamento decirlo, me duele en el alma anunciarlo, pero el viñedo quebró. No se puede hacer nada, hice todo lo que más pude, todo lo que estaba al alcance de mis manos, pero es en vano- pronunció Feliciano.
- No lo puedo creer. Todo por esas malditas personas- exclamó Josefina.
- No te pongas mal, amor mío. Tengo un plan que nos va a sacar del lugar en el que estamos. Se trata de un cambio de aires, que nos hará bien psicológica y económicamente.
Feliciano tuvo un plan que este se efectuó a los pocos días: irían a vivir a Italia ya que tenían un par de parientes allí, en la localidad de Toscana.
Allí habría una oportunidad para ser un empleado de un viñedo y una para Amalia para insertarse en el mundo de la moda italiana.
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Después de la lluvia
RomanceEmilia Ibáñez, una joven fotógrafa y periodista, será la encargada de sacar fotos al famoso viñedo Aromas y Sabores, de Antonio Alegra, en los Valles Calchaquíes. Poco a poco, irán comprendiendo que los hilos de sus destinos estaban unidos desde sie...