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A veces somos buenos con las personas equivocadas.

Anónimo.

Mendoza, Argentina, 1985.

Los días pasaban con el correr del tiempo. La familia Alegra seguía trabajando con suma comodidad para los Ibáñez y el plan ideado por los Barcelona, se incrementaba cada vez más con el correr de los días. La quiebra del viñedo de efectuaría para que la familia Ibáñez quedara en ruina.

La noche se acercó rápidamente, el celular de Estanislao sonó de repente:

-Hola, señores- saludó sabiendo que eran los Barcelona.

- ¿Cómo va todo? ¿Están haciendo posible los planes de los que hablamos? ¿Cómo va la quiebra de esos asquerosos?

-Sí, estamos haciendo lo posible, señor – le respondió, pensando que ya habían comenzado con el maligno plan.

-De acuerdo, dentro de muy pocos días recibirán su pago y su hijo estará fuera de peligro.

-Muchas gracias. Nos vemos- colgó Estanislao.

Le contó a su esposa y ella se entristeció porque ellos no eran ese tipo de personas. No les hacían mal a los otros.

Durmieron para no pensar más, pero en la cabeza de Josefina había una persona presente: el hermano de su esposo, Carmelo. Lo habían dejado en otro viñedo trabajando para los Barcelona y no estaba con ellos.

La familia era muy unida, y cuando estaban separados la ausencia del uno con el otro se sentía en el lugar que se estuviera.

Los Ibáñez dormían plácidamente, sin saber, que su viñedo dentro de muy poco los llevaría a la quiebra total para siempre.

Todo era muy extraño. La venganza, a veces, tiene un sabor amargo. 

Después de la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora