Prólogo: Inmersión

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- ¡Vamos! Sumérgete, estamos a punto de entrar con o sin ti. - El grupo de jóvenes estaba sentado en unos bancos en el mismo parque sin preocuparse de nada más.

- Pero... no creo poder, no puedo despejar mi mente. Mi alma no puede calmarse.

- Venga, trata de no pensar en nada y siente lo que te rodea. Entra en Espíritu, te estaremos esperando dentro.

Un joven que rondaba los diecisiete años se tumba en el césped y cierra los ojos mientras nota como el calor del sol le templa todo el cuerpo. Se plantea como ha sido posible que le descubrieran como apto para Espíritu cuando nunca ha sido capaz de acallar su pensamiento. El frescor del césped, el calor del sol y la suave brisa que recorría el parque en aquella templada tarde de primavera le tranquilizaron como nada podría haber hecho hasta entonces; y, así, el joven consiguió sumergirse.

Cuando volvió a abrir los ojos estaba en el nivel cero de Espíritu, una metrópolis inmensa que incluía miles de tiendas para esa realidad alterna y otras tantas miles de decenas de residencias para los pocos tan afortunados como para tener un nexo muy cerca de su propia casa y poder estar sumergido casi indefinidamente. Se incorporó del suelo de la plaza a la que había llegado para encontrarse con sus amigos, que ya se habían tomado la libertad de dar forma a su presencia espiritual y habían escogido un nombre para esa vida. El primero de ellos se acercó a la masa informe que era el recién llegado y le susurró:

- Siembra viento...

- y recogerás tempestad. - Entonces recogió la mano que le había tendido y le siguió hasta llegar con el resto del grupo, que le animó para que se definiese como habían hecho ellos.

Aquella era su contraseña, la que llevaban acordando desde que les hicieron presentarse a las pruebas de Espíritu. Y aquel era el tan esperado momento que anhelaban todos y cada uno de los integrantes de su grupo. El recién llegado se sentó en el suelo y pensó e idealizó su forma y nombre, creando así su ser: un hombre, cercano a su propia edad, de pelo castaño corto, ojos ámbar y constitución no muy lejana del promedio masculino. Podría decirse que su objetivo de no llamar la atención fue excelentemente cumplido con su escasa imaginación.

- Muy bien, ahora tu nombre. Da nombre a lo que eres. - Animaban sus amigos, pensando que aquella realidad no era más que un juego de realidad ultra aumentada como aquellos a los que estaban acostumbrados.

- Me llamo... me llamaré Lixaon. - Dijo sin haber pensado previamente en un nombre, a pesar de saber que usar su propio nombre para ambas realidades era peligroso en exceso.

- ¿Qué cojones es Lixaon? Ni siquiera va con la dinámica del grupo, quedamos en que todos íbamos a llamarnos como animales. - La reacción del grupo le comenzó a poner nervioso, ya que había incumplido uno de los cuatro juramentos que habían hecho todos.

- Lixaon es... ¿no podría ser una manera de referirse a los licaones? Ya sabes, son como perros salvajes de África.

- ¿Entonces no podrías haberte llamado Licaón directamente?

- No, no me gusta. También es el nombre de un rey de la mitología griega que terminó convertido en monstruo. - Un resoplido recorrió todo el grupo antes de una pequeña ola de aceptación y otra mayor de suficiencia.

- Vale, pero trata de no romper más pactos, vamos a explorar todos un rato anda.

Su grupo de doce integrantes, a pesar de su número, no llamaba la atención en absoluto comparado con otros individuos que incorporaban aspectos no humanos o extremidades animales. Recorrieron las vías principales del nivel cero, compraron bajo el nombre de la embajada de su zona designada (es decir, el nexo a Espíritu por donde habían entrado) y tomaron una habitación perpetua para todos antes de plantearse como serían los otros siete niveles.

- ¿Creéis que sería buena idea explorar más allá de Cero? Se supone que los primeros tres niveles no suponen ninguna amenaza para gente como nosotros, ¿no?

El silencio del deseo de exploración enmudeció la multitud que recorría todas las calles de Cero y, con unas miradas rápidas se decidieron a explorar todo el mundo que se les ofrecía sin riesgo, desde el primer hasta el tercer nivel. Deshicieron todos sus pasos hasta llegar a la plaza de donde habían partido para buscar alguno de los portales sin nombre que servían para transportarse entre niveles, hasta que encontraron uno.

- Aquí dice que lleva al sector C del nivel uno. ¿Entramos?

- La duda ofende. - Y sin esperar a que el resto entendieran lo que había dicho, entró en el portal para que el resto le siguiera inmediatamente después.

El ente llamado Lixaon entró el último, pero fue el primero en maravillarse con las belleza que ofrecía el paraíso que se extendía ante sus ojos. Altas montañas, pobladas de verde y conectadas por puentes de madera, se erguían como lanzas sobre el océano que lamía sus faldas y playas; y ese mismo océano rebosaba vida por los cuatro costados, a cada rincón que mirases encontrarías vida. Aquellas fueron sus apreciaciones de semejante vista antes de reparar en que estaba cayendo de lleno en el mar a escasos metros de la costa.

- ¡Mierda! - Logró exclamar antes de estar tragando agua salada y nadar a toda velocidad hasta la playa. Sin embargo, no consiguió reprimir las carcajadas que le provocaron los gritos de sus amigos cuando cayeron.

Una vez que todos llegaron a la playa coincidieron en que deberían buscar algún sitio donde emerger sin riesgo, de forma que fueron preguntando a todo el que veían hasta llegar a un hostal en el que alquilaron un día real de estadía. Entonces, estando todos en la habitación, algunos tumbados en el suelo y camas y otros sentados en sillas, trataron de emerger, con diferente grado de éxito inmediato, hasta que Lixaon fue el único ente consciente allí por más que intentase emerger. 

Poniéndose en pie, se asomó a la ventana y contempló los vaivenes de las olas de la playa hasta que terminó despertando en un suelo de césped y caras conocidas.

- Bienvenido bella durmiente, venga ven con nosotros que tenemos que pagar lo que hemos comprado en Espíritu.

Con más pena que dicha, acompañó al grupo con el que se había sumergido para pagar lo que habían adquirido en aquella zona designada, para después juntarse con el resto del grupo, que no fueron encontrados aptos en las pruebas y que habían cuidado de sus cuerpos mientras ellos no podían.

- ¿Nos habéis esperado mucho tiempo?

- Qué va, creo que habéis estado fuera como siete minutos.

Ese intercambio de información fue la apertura de una vida nueva; lo que a los que se habían sumergido les habían parecido una tarde entera no había sido más que cinco minutos reales.

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