Capítulo V: Guardián

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Atlas recibió un mensaje de Kumori. Eso era raro. Ambos estaban en el mismo grupo pero no solían hablar, eran más bien dos desconocidos dentro de un mismo grupo. Miró el mensaje que había recibido, le pedía que fuera a cuidar de su cuerpo y el de una amiga suya por la mañana del día siguiente. Echó un vistazo a su reloj, eran las dos de la madrugada, así que preguntó la hora para saber si ya tenía que drogarse para dormir o si podía seguir despierto unas horas más.

"Atlas: Me necesitas temprano?

Kumori: Sobre las diez y media

Atlas: Ok. Dónde siempre, no?

Kumori: Sí, muchas gracias. Te devolveré el favor.

Atlas: No es nada, de verdad."

Atlas suspiró antes de levantarse para coger las pastillas de la cocina con un vaso de agua para tomárselas. Cuando se las tragó, regresó a su cuarto, se dejó caer en la cama y consiguió programar una alarma hora y media antes de la hora acordada con Kumori antes de caer rendido ante las drogas somníferas que había tomado.

Hare, en cambio, estaba aún despierta, llorando en silencio en su solitaria habitación. Rodeada de sus frívolas pertenencias lloraba por lo que no podía tener, libertad. Las lágrimas tragaron todas sus emociones, puliendo una impotencia que llevaba creciendo en ella desde muchos años antes. Aún así, trató de disfrutar más de la sensación experimentada aquella mañana, y erró al informar a sus padres por mensajes de que al día siguiente iría al nexo del parque e ignoró todas las protestas, demandas y exigencias que le mandaron antes de reparar en un mensaje que hizo que le diera un vuelco al corazón: "Te acompañará Eleuteria". Se permitió sonreír a la pantalla, permitió albergar esperanzas cuando se enteró de que su mejor amiga en aquella vitrina de cemento sería su guardiana cuando se sumergiera; incluso pensó en que permitiría que se relacionara con Kumori aún más sin decírselo a sus padres.

**

- Te odio.

Aquellas dos palabras generaron un torrente de emociones en la mujer enfrente de Kumori. Sus ojos se aguaron y su corazón se retorció después de haber salido de la felicidad inoculada por su máquina favorita en la casa. Su hijo le dio la espalda y corrió a su cuarto, cerrando de un portazo, declarando la conversación que habían tenido como acabada. Se derrumbó contra la pared y fue incapaz de contener sus lágrimas, terminó aovillándose sin dejar de gemir por una pena que no sabía como enfrentar, pues siempre había escapado de ella. Durmió entre lágrimas en aquella primitiva posición de defensa hasta que escuchó como se abría la puerta de su hijo.

- Kumo -se quedó paralizada, había pasado tanto tiempo sin verle que no identificaba al muchacho castaño que la miraba a medio camino del asco y la pena-. Yo... lo siento tanto. Te hemos obligado a crecer tan rápido. - Miró sus ojos tratando de encontrar una mota de perdón, pero se encontró con la oscuridad asfixiante del desprecio.

- ¿Sabes madre? - Hizo una pausa y cambió su frase, sabía que aquella conversación no cambiaría nada, que volvería a casa y los encontraría enchufados de nuevo-. Tengo que salir, he hecho planes para dentro de un rato. - Huyó de su desquiciante casa de las mil penas para refugiarse en las calles.

Sus zapatos repiquetearon con cada pequeño paso que daba. Sus manos se cerraban en puños que clavaban sus uñas en sus palmas y comenzaban a cortar su delgada piel, creando un hilillo de sangre que se deslizaba entre su dedos. Sacó su teléfono y miró la hora y si había recibido algún mensaje; cero, vacío. Kumori se sentía amargado, le molestaba que un buzón vacío pudiera representarle tan bien, le molestaba sentir que esperaba algo para poder empezar a vivir. Le molestaba sentir que estaba tirando todos los años de su vida.

**

Atlas llegó al parque, para él no significaba nada, pero entendía que para sus amigos aptos fuera el puente a una vida distinta de la suya. Aquel día llevaba entre sus manos un libro antiguo, lo había encontrado sepultado entre el polvo que cubría las estanterías de su cuarto, y aprovechó a ojearlo mientras hacia tiempo para que su compañero llegara. Se sumergió en un mundo de dioses, magia y pólvora, fantaseó con poder vivir todo aquello si solo pudiera sumergirse, y después recordó que él solo podría experimentar aquello entre páginas amarillentas y corroídas. Cerró el libro cuando escuchó pasos, aunque cuando se fijó en quienes eran solo vio a dos chicas, una de su edad y otra posiblemente unos diez años mayor, se apartó para dejarlas pasar y no volvió a abrir el libro hasta que vio como Kumori apareció y caminó en su dirección.

- Vamos adentro, por favor -pidió el recién llegado-. ¿Has visto pasar a una chica rubia de nuestra edad? - Inquirió mientras el dúo entraban en el parque.

- Eerm, sí. Está en el árbol con esa mujer. - Señaló Atlas con un libro que olía a viejo, a pólvora y a sangre.

Hare llegó pronto al parque. Trató de caminar lento para no ser la primera en estar allí, pero su emoción pudo con ella y terminó sentada en el césped demasiado temprano. Trató de charlar con su acompañante, pero la vivaracha adulta estaba extrañamente silenciosa, por lo que desistió en sus esfuerzos. Cuando vio a Kumori entrar en el parque acompañado por otro chico trató de llamarle la atención, aunque no podía arriesgarse a que Eleuteria le viera. Alzó la cabeza y proclamó en voz alta la secuencia 1C, aquello no tenía sentido para su acompañante, que la miró extrañada y le preguntó si le sucedía algo; pregunta que rehuyó solicitando que pusiera algo de música para poder relajarse.

Kumori escuchó y entendió perfectamente lo que había dicho la chica apoyada en el árbol, consiguió decir en voz alta que iba a un risco frente al mar de forma casual y se sentó en el suelo, reposando su espalda en un frío banco de metal, con Atlas sentado a escasos centímetros de él.

- Voy adentro, estaré de vuelta pronto. Gracias -se permitió decirle con sinceridad antes de dejarse caer al fondo de su consciencia y de despertar en las profundidades de la habitación compartida con sus amigos -. Pero ya estoy solo de nuevo, tengo que ir al 1C y aclarar las cosas. - Resolvió consigo mismo antes de levantarse de la silla en la que estaba descansando su ser y de caminar hacia la plaza de los portales.

Memorias de EspírituDonde viven las historias. Descúbrelo ahora