Confronta a tus demonios

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Catra estaba nerviosa.

Sentada en la sala de espera del consultorio parecía a punto de correr, su pierna derecha moviéndose en un ritmo veloz que empataba a su corazón.

Era el día.

Tenía que enfrontar a las personas que había hecho daño y las que le habían hecho daño, su madre y Octavia. Habló con ellas citándolas en el lugar sin recibir ninguna confirmación, esperaba que estuvieran dispuestas a escucharla. Era un gran paso para sanar.

Entró a la sala sin decir palabra, su psicóloga no interrumpió su proceso. Sentarse en el sofá, acomodar sus ropas, peinar su cabello con las manos y respirar hondo un par de veces antes de enfocarse en la mujer.

-¿Estas lista?

-Lo mas que puedo estar- pudo notar como su voz flanqueaba lo que hizo que viera sus manos unos segundos. calmándose.

-Me van a avisar cuando lleguen ¿Quién quieres que pase primero?

-Octavia.

Hablaron de lo que sentía por los encuentros, como siempre su doctora se mostró compasiva y dispuesta a ayudar. Palabras sabias entrando a su mente para quedarse, haciéndola sanar con cada silaba.

Y unos golpes en la puerta las interrumpieron.

Y una silueta entró al lugar.

Octavia se alejó lo más posible de Catra, tomando un lugar en la esquina más alejada y pegándose al librero. Parecía estar dispuesta a salir corriendo a la mínima oportunidad.

-Catra te invitó para disculparse- La doctora estaba en medio de las dos, viendo a Octavia para transmitirle tranquilidad- Es parte de su viaje.

Ella vio a la castaña con duda, no quería problemas con ella después de su ultimo encuentro. Catra asintió para calmarla y la invitó a acercarse antes de levantarse.

-Toda mi vida he vivido con rabia- Empezó a hablar, mirando a su victima a los ojos- Rabia hacia mi padre, mi madre, Dios y hacia ti. Permití ese acoso por muchos años antes de que todo lo que reprimía explotara, una gran bola de odio que lastimó a todos mis acosadores. Tu incluida.

-Me quitaste el ojo- Espetó la chica, impulsando un poco de su cuerpo hacia delante.

-Y lo siento. No me di cuenta de mi problema hasta que fue demasiado tarde, pensaba que mi ira ayudaba para evitar que volvieran a pasar por encima de mí. Era mi defensa y mi ataque, pero estoy cansada de ese ciclo de violencia y sé que disculparme no regresará tu ojo, pero espero que pueda darnos una puerta de entrada a sanar.

Octavia permaneció callada, ella tambien entendía lo que era vivir en un constante estado de agresividad. También creció en un ambiente toxico y buscó desquitarse con los débiles. Suspiró antes de ver a los ojos a su verdugo, esos ojos bicolores que ahora solo transmitían arrepentimiento.

-Lo siento también, dejé que mi odio sacará lo peor de mí y quise matarte- Se acercó a Catra con cada palabra- Entiendo de lo que hablas pues yo tambien hice lo mismo, entiendo que en donde crecimos la violencia era la única respuesta. Pero estoy cansada, he perdido mucho por tan poco.

-Te perdono- Las dos estaban frente a frente, Catra extendió sus manos y Octavia aceptó el abrazo.

-Yo también te perdono- murmuró la chica.

Y las dos encontraron paz entre todo el sufrimiento, una pequeña luz iluminando esa oscuridad interna.

Esperanza.

Cierre.

Un punto de inicio para Octavia y un punto de cambio para Catra, ese odio que tanto tiempo las había rivalizado ahora no era mas que una unión. Sabían que de ahora en adelante las dos podrían empezar una amistad.

Cuando Octavia dejó la habitación se llevó uno de los peores miedos de Catra, la dejó con una sensación de libertad al saber que esa niña rencorosa estaba un paso más lejos.

-Lo hiciste bien- La voz de la doctora la sacó de sus pensamientos, enfocó a la mujer. Ropa elegante y porte sofisticado.

-Lo sé- Catra intentó que no se notará sus manos temblorosas escondiéndolas entre sus piernas. Ver a su madre era necesario, pero no quería hacerlo.

-Puedes hacerlo, eres fuerte- La doctora la mantenía centrada, evitando que su mente tomará los peores caminos- Recuerda que pase no lo que pase...

-Tengo mi propia familia y no necesito su aprobación.

-Exacto

Y lo repitió como un mantra hasta que tocaron la puerta. Mientras esta se abría los temblores se hacían mas fuertes, aquel cabello negro y piel pálida marcada con cicatrices, esos ojos oscuros. La hacían sentir pequeña, insignificante, incorrecta.

-Catra- La voz de Weaver resonó en su mente, tan tenebrosa como siempre. No intentó acercase, solo se mantuvo frente a la entrada.

-Weaver- Contestó, su postura recta y frente alzada. Sentía la necesidad de demostrar una fortaleza que no existía en realidad.

-Cabello corto- Dijo con desaprobación- Parece que quieres acabar en el infierno entre las marimachas.

-No te incumbe el porque me lo corté- Gruñó, de reojo pudo ver como la doctora se preparaba para interrumpir, la mirada que le dio le recordó el porque estaban ahí. Suspiró para calmarse antes de hablar- Estas aquí para conseguir un cierre.

- ¿Cierre? Soy tu madre, tendrás tu cierre cuando muera.

-Señora, le pido que escuche a su hija- Interrumpió la doctora, tranquila. Weaver ni siquiera la miró, pero siempre supo cómo comportarse en público.

- ¿Para escucharla quejarse como siempre? Ese es el problema con usted, solo le dice lo que quiere escuchar.

- Ella me esta ayudando a sanar toda la mierda que me causaste- Espetó la chica, parándose del sofá. No estaba para escuchar el tono condescendiente de su madre.

-Solo hacía lo mejor para ti.

-¡Me convertiste en un monstruo!- Gritó mientras sentía sus ojos llenarse de lágrimas- Me llenaste de tanto odio, mira lo que te hice.

Pudo ver como su madre tocaba las cicatrices con la punta de sus dedos.

-Pude haberte matado en ese momento y no me arrepentiría, le hice daño a muchas personas gracias a lo que me hiciste sentir- Con cada frase su voz se hacía más débil, rota- No quiero tus disculpas, no quiero tu asco. Solo quiero que por una vez me escuches y te des cuenta de todo el daño que me hiciste.

- ¿Sabes cuánto tiempo me odie a mí misma por no poder ser lo que querías? Pasaba noches enteras rezando para conseguir un poco de cariño, llorando por cada golpe que me dabas. Era una niña mamá- Weaver no decía nada, solo veía a su hija desmoronarse frente a ella como nunca lo había hecho- Solo quería que mi mama me amará ¿Qué hice para que me odiaras tanto?

Su madre negó con la cabeza, parecía que sus palabras estaban haciendo algo en ella.

-No es mi culpa que mi padre nos abandonara, no es mi culpa ser gay, no es mi culpa ser una decepción. Pero pasé muchos años de mi vida pensando que lo era- Ahora que hablaba no podía parar, era como si todo lo que pensaba se desbordará- Y tampoco es mi culpa que seas como eres. Pero te agradezco porque gracias a tu negligencia pude encontrar mi verdadera familia, una que me acepta y apoya.

Ahora Weaver estaba acorralada. Su espalda contra la puerta del consultorio.

-Así que gracias por enseñarme todo lo que no debo ser- Catra seguía acercándose hasta poner la mano en la manija de la puerta- Te odio por todo y me das lastima porque vas a vivir sola por la mierda que eres. Pero tambien gracias.

Abrió la puerta. Weaver caminó hacia atrás saliendo de la habitación, dio la vuelta y caminó a la salida, pero cuando estaba a punto de salir volteó una vez más, sus ojos clavados en los de su hija reflejando un tipo de orgullo.

-De nada

Y se fue, el origen de todos sus males salió por una puerta con dos simples palabras que cambiaron todo dentro de ella.

Porque por primera vez fue escuchada. 

Te conocí en un Oxxo- CatradoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora