6.

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Capitulo seis

El reloj tenía la atención firme de Jeanine. Lara llegó tarde y, a medida que pasaba cada minuto, Jeanine se hundía aún más en su silla. Ella no culpó a Lara por no aparecer. Había perdido la calma y le había gritado, pero esperaba que Lara al menos hiciera una breve aparición, para poder disculparse.

Jeanine suspiró y comenzó a recoger sus papeles.

—Toc, toc, —dijo Lara, antes de tocar la puerta.

Su cabello estaba despeinado al frente, y en lugar de hacer que Jeanine se sintiera caliente y molesta, le recordaba el cabello de su antigua profesora de matemáticas. Lara entrecerró los ojos, y Jeanine se dio cuenta de que estaba mirando y miró hacia otro lado.

—Pensé que no ibas a venir.

—Lo siento, estaba en confesión...

—¿Confesión? ¿Rezas?

—No, el vicario hace un té realmente bueno si nos vemos particularmente preocupadas.

Jeanine levantó una ceja, y Lara arrugó la cara y movió el labio inferior en respuesta.

—Pongo esta cara, y tomo una taza de té y una galleta.

Jeanine rio por lo bajo.

—No eres religiosa entonces.

—Bueno, terminé aquí, así que no. ¿Lo eres tú?

Jeanine frunció el ceño.

—No, hay una iglesia en mi pueblo, pero es más una ruina que una iglesia funcional. Necesita restauración desesperadamente.

Lara chasqueó la lengua y levantó la vista pensativamente.

—Lo veo.

—¿Quieres continuar con el estudio?

—Por supuesto que sí, ¿por qué crees que no lo haría?

—Te grité.

—Me lo merecía. Quise decir lo que dije. No disfruté molestándote, pero tenía que hacerlo.

Jeanine hizo un gesto hacia la silla de enfrente.

—Bueno, por lo que vale, lo siento, y... gracias.

Lara se sentó y señaló la muñeca de Jeanine.

—Me gusta.

—Gracias, —dijo, echando un vistazo a su nuevo accesorio. —Muestra la hora correctamente.

—Y es el color correcto, —susurró Lara. —Resalta tus ojos.

Jeanine se movió y se aclaró la garganta.

—¿Podrías realmente decir cosas sobre mi relación desde mi reloj?

Lara levantó las cejas.

—¿Por qué? ¿Estás asustada?

—Impresionada, una vez que dejé de pensar que eras una bastarda sin corazón.

Lara echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

—No es la primera vez que me llaman así.

—Entonces, dime... ¿cómo sabías tanto?

—Es lo que hago. Leo gente, aprendo cosas sobre ellos.

Jeanine hizo una seña con la barbilla y Lara suspiró.

—El reloj no te servía de nada, pero seguiste usándolo. Tenía valor sentimental. Al principio, pensé que podría ser de un miembro de la familia, tal vez el reloj de tu padre, pero es demasiado moderno, y cuando hablamos de él, no miraste el reloj en absoluto.

La PsicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora