028 | LOS GATOS HACEN MIAU

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LOS GATOS HACEN MIAU

—Harry, ¿estás seguro? —preguntó Hermione con voz agitada, subiendo las escaleras casi volando de lo rápido que iba. 

Después de que Fred y George desaparecieran en el cielo, Layla pudo ver como el cuerpo del gran Harry Potter caía al suelo entre los alumnos, como si se hubiera mareado. No fue ni cercana su suposición a lo que realmente ocurría. Por alguna razón se acercó a ayudarle, después de todo ya era una más del ejército de Dumbledore, incluso aunque hubiera dejado de existir formalmente. Se sentía más reconfortante estar junto a los que creyó enemigos que estar con aquellos que creyó amigos tantos años. 

—Lo he visto —pronunció Harry, encabezando al pequeño grupo de tres—. Igual que con el señor Weasley. Es la misma puerta con la que llevo meses soñando, aunque no recuerdo dónde la he visto antes. Sirius decía que Voldemort buscaba algo. Algo que no tenía la última vez y que está en el departamento de misterios —al pronunciar su nombre, Ronald le echó una mirada curiosa a la joven serpiente, como si todavía no se fiara del todo de que les ofreciera ayuda. Sin embargo, su mejor amigo sí se fiaba, y eso era suficiente razón para Layla de quedarse.

—Harry, ¡por favor! Escucha —Hermione exclamó, clavando sus zapatos sobre uno de los escalones y quedándose ahí parada. La rizada chocó con su espalda, haciéndola tambalearse ligeramente hacia delante—. ¿Y si Voldemort pretende que veas esto? ¿Y si solo está haciendo daño a Sirius como vía para llegar a ti? 

—¿Y qué si es así? —exclamó la serpiente. Se adelantó al pelirrojo y a la leona y se colocó junto a Harry—. ¿Se supone que debe dejarle morir? —sus ojos sorprendidos observaban a la otra chica. Sabía, por lo que pudo ver esas navidades, cómo se encontraba el percal en el otro bando. Sabía, por fin, que muchas cosas de las que sus padres le contaron eran mentira. Y sobre todo, ahora entendía la razón por la cual Sirius fue, muchas veces en varias conversaciones, motivo de burla—. Es la única familia que le queda. 

—¿Entonces qué hacemos? —Ron preguntó, mirando fijamente a la serpiente. Algo se removió dentro de su estómago de solo escucharla defender a su mejor amigo en una situación como era esa. 

—Tendremos que usar la red Flu —dijo Harry, retomando el camino.

—Pero Umbridge tiene todas las chimeneas vigiladas —se quejó Hermione.

—Todas no. 

Los cuatro pasearon sus pies por los pasillos hasta llegar al despacho de la nueva directora, cuya puerta estaba cerrada. Layla lanzó un alohomora que la abrió y empujó el portón para poder pasar al interior. Todos los gatos de los platos maullando lograron irritar a la serpiente, que gruñó pasando los ojos por estos y quejándose en voz baja. 

—Alertad a la Orden si podéis —ordenó Harry Potter. 

—¿Estás tonto? —le cuestionó Ron. 

—Vamos contigo —añadió Layla. Jamás se sintió tan parte de algo como ahora. La adrenalina le recorría por todas y cada una de las venas. 

—¡Es muy peligroso!

—¿Cuándo te va a entrar en la cabeza? —Hermione le golpeó suave en la nuca—. Estamos juntos en est-.

—¡YA... OS... TENGO! 

La voz de Umbridge hizo temblar a los cuatro estudiantes, que se giraron hacia la mujer con susto en el cuerpo. Pillados.

— o —

—He cogido a este intentando ayudar a la chica Weasley —Draco entró en el despacho sujetando a Neville de muy mala forma. Al ver a Layla, se sorprendió, pero luego su cara se trasformó en una mueca de asco. 

my darling ; fred weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora