010 | LA PRIMERA PRUEBA DEL TORNEO

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LA PRIMERA PRUEBA DEL TORNEO

Layla subió a las gradas entre empujones, pisotones y codazos. Por desgracia, todo lo recién comentado no provenía por su parte, si no, más bien, provenía del resto de gente de su alrededor. Era normal, las escaleras para alcanzar la parte más alta eran tan estrechas que aún queriendo no podrías evitar rozarte con nadie. Pero todo eso a Lachlan le daba igual, pues incluso una de las veces que una de las culebrillas le pisó la zapatilla por detrás al querer invadir el espacio en uno de los escalones antes de tiempo, este le empujó de tan mala gana que el niño terminó perdiendo el equilibrio y resbalando al menos un metro más allá. 

—Como una sola persona más vuelva a pisarme juro por Merlín que lo lanzo a través de la tela de este estúpido cacharro —rugió Neybur al aire. La morena a su lado le molestó un poco llamándole quejica y cogió su mano a los pocos segundos, empezando a abrir ella camino. Quería coger uno de los sitios más decentes que quedaran libres. 

El resto del grupo les había conseguido guardar dos huecos juntos, por lo que tan pronto como llegaron a la cima, se sentaron en estos. Desde algún punto a sus espaldas, dos voces diferentes pertenecientes a dos chicos exactamente iguales comenzaron a resonar por el lugar, por encima de la multitud, que no frenaba las palabras ni para tragar saliva. 

—¡APUESTAS! ¡Hagan sus apuestas! ¿¡Quien arriesga un dinerito en el baño de sangre de hoy!?

—Estos dos son la hostia —escuchó Layla que murmuraba Lachlan, resoplando. 

Los gemelos divisaron a la rizada, y tomándose a broma la amenaza de su mejor amigo, dijeron algo entre ellos y se acercaron al grupo, ambos con una sonrisa que demostraba de todo menos miedo. Unas de las fotocopias abrió la caja que llevaba colgando del cuello, acercándose a la fémina de los Cunningham y mirándola fijamente. Ella se quedó observándole con la misma intensidad hasta que al final rodó los ojos, añadiendo un "Deberíais mejorar vuestras tácticas de seducción para conseguir que la gente os haga caso". 

Cedric fue el primero en salir al campo de batalla y enfrentarse al dragón. Sí, malditos dragones. Cuando Bagman presentó la prueba todos quedaron anonadados y emocionados a partes iguales. Nunca antes Layla había visto uno tan de cerca, tan imponente. Es decir, esas criaturas deberían impresionarte y aterrarte de por sí, pero lo único que la rizada sentía en esos momentos en su interior era fascinación. Sus ojos brillaban al admirar a aquella bestia, y sin darse cuenta, sus comisuras ya llevaban elevadas unos minutos bastante largos. Vamos, que literalmente tanto Fleur como Krum le importaron tan poco como el de su propia escuela. Hasta que Harry apareció en escena. 

Lucía despistado y temeroso, pero sin embargo, lo primero que hizo al salir a la pista no fue mirar al dragón, si no mirar a las gradas. ¿Buscaba algo, quizá? Algo como su propia muerte como no actuara de una vez. Estaba loco. ¿Cuál era su problema? De la nada, gritó algo. Algo que Layla no pudo escuchar por culpa de la idiota que vertió en ella su bebida. La chica pegó un salto en el asiento y apretó los puños a los lados de su cuerpo. No podía ser verdad. Estaba helada y en cuestión de unos instantes aquello pasaría de húmedo a pegajoso. La joven no sabía donde meterse, pero aún con el vaso vacío en su mano, temblaba. 

—Largo de aquí —escupió las palabras con asco, apretando los dientes a más no poder. Su hermano, Lachlan y Amanda se reían, Erik y Helena por otro lado estaban sorprendidos de que no le hubiera lanzado algún golpe al segundo—. ¡Joder! Necesito cambiarme esto, paso de la prueba. Hablamos luego de cómo de destrozado ha quedado Harry. 

Helena, ahí donde la veías tan fanática de lo temerario, se levantó y se ofreció a acompañarla. Sí, ver a Harry morir sería divertido, pero sus principios le impedían dejarla ir sola de vuelta al castillo. Podían estar internadas en un colegio, pero eso no quitaba que no hubiera peligros. Aunque, de entre todos, los tíos eran el peor de los peligros. A mitad de escaleras se toparon con los gemelos, que por alguna razón, habían estado cuchicheando algo en las gradas de abajo. Layla iba estrujándose la camiseta y su amiga cogía su chaqueta. No estaba de humor y el comentario de Fred no ayudó.

—Te veo un poco mojada, ¿no? 

Se creía muy guay por decir lo que era obvio, ¿no? Le gruñó por lo bajo, y sin pensárselo dos veces, se deshizo de la camiseta, quedándose en sujetador delante de los dos (sobra decir la forma en la que Fred se la comió con la mirada), y le lanzó la prenda a la cara, asegurándose luego de restregarle bien con la mano la zona mojada. De la nada se sintió mejor, aquello le había alegrado. Curvó las comisuras hacia arriba para sonreír de forma socarrona y siguió bajando escalón a escalón tras coger su chaqueta. 

—Que te jodan, Fred Weasley. 

Sorprendido, sin saber todavía cómo podía diferenciarles, miró a su gemelo, totalmente descolocado, y añadió hacia ella, que seguía bajando:

—¿Cómo sabes que no soy George, eh? 

—Porque tu hermano no huele tanto a basura como lo haces tú —le respondió, sin girarse a verle. Se colocó la chaqueta para resguardarse del frío y continuó la marcha con Helena, quien nada más salir del campo de quidditch le comentó a la rizada la forma en la que uno de los gemelos concreto le había mirado al quitarse la camiseta—. Bobadas. Te has vuelto loca, Mushroff. 




my darling ; fred weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora