014 | SEGUNDO TRIMESTRE

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014
SEGUNDO TRIMESTRE

Y por fin llegó el primer día del segundo trimestre. Layla colgó la mochila con el peso de todos los libros y salió de la sala común de Slytherin con cara de muerto. Su hermano, nada más verle, se echó a reír delante suya. Soltó un par de comentarios al respecto y se ganó un golpe con el puño cerrado de su melliza en el costado. 

A primera hora tenía clase de Pociones con los de Gryffindor, por eso mismo decidió no ir a desayunar y dormir un rato más. Total, el aula le quedaba a menos de unos metros desde su casa. Cuando le contó aquel plan el día anterior a su hermano este dijo que él también haría lo mismo. Y cumplió. 

—Si tengo ganas de soportar a los leoncitos ahora que aparezca padre a nuestras espaldas —murmuró el Cunningham, rodando los ojos. 

Cuando llegaron y vieron la puerta abierta, se colaron, tomando sitio juntos. El resto no tardó mucho en aparecer. Llegaban poco a poco y de forma escalonada tras haber desayunado, lo más probable. Lachlan se sentó en la misma mesa donde Layla estaba y se quedó mirándola por unos segundos.

—¿Cómo has dormido? —cuestionó. Ella giró la cara hacia el joven y se encogió de hombros. 

—Esos veinte minutos de más no son la gran cosa cuando los de primero gritan desde la sala común. Me ponen de los nervios. 

Los gemelos cruzaron bajo el marco de la puerta acompañados con Lee, Angelina y Oliver. Los cinco se sentaron en una de las mesas y empezaron a hablar entre ellos. Al menos Fred parecía más animado que el último día que lo vio. No pudo evitar que sus ojos le repasaran un poco por encima, deteniéndose disimuladamente en sus facciones. Al hacerlo se percató de algo que la noche del baile no se había percatado. 

El Fred que estaba mirando ahora mismo no tenía un lunar en el cuello. Tampoco la nariz con aquel bultito. Oh, santa mierda. No fue Fred al que besó esa noche, fue a George. Por eso se apartó. Por eso quería hablar con ella aquella mañana. Por eso... ¿Cómo podía haber confundido a los gemelos cuando siempre había podido distinguirlos? Maldición. 

—¿Estás bien? —Magnus, con el ceño fruncido, preguntó. 

—¿Eh? Ah, sí —en ese momento Severus ya llevaba unos pasos dados dentro de la clase—. Snape me ha asustado. Parecía un dementor. 

—Idiota...

El profesor caminó hasta quedar delante de las primeras mesas del aula, centrado a vista de todos. Ordenó que sacaran sus libros mientras Layla continuaba dándole vueltas al asunto, y cuando todos tuvieron el suyo justo delante de cada uno, Severus hizo un movimiento con la varita que los llevó a la página deseada para esa clase. Se acercó a caminata lenta y arrastrada hasta quedar al lado de la rizada y le dirigió una mirada de superioridad. 

—Señorita Cunningham —dijo. La nombrada miró hacia arriba y se encontró con los iris del adulto—, si es tan amable de leernos lo que pone...

La joven asintió, aclarándose la garganta y agitando un poco la cabeza para centrarse. Clavó su mirada en la página del libro y llevó allí su dedo índice. Era una pequeña manía que tenía, leer mientras iba descubriendo las palabras con la yema.

—La amortentia es el filtro de amor más fuerte del mundo. Causa una poderosa obsesión en el bebedor. Tiene un brillo nacarado, su vapor asciende formando unas inconfundibles espirales y tiene un aroma diferente para cada uno que lo huela, recordándoles las cosas que más les atrae, incluso si esa persona no conoce la verdadera afición a dicho objeto. 

Esa vez, gran parte de alumnos prestaron más atención que nunca. No era la primera vez que oían hablar de la poción, pero sí iba a ser la primera vez que trataran con ella. Snape asintió una única vez, pasándole luego el turno a otro compañero: Lee Jordan. 

—Los efectos de esta poción son descritos como prácticamente instantáneos. La persona que la bebe toma una apariencia bastante pálida y enfermiza, y se vuelve obsesionado con el objeto de su afecto, pudiendo volverse peligrosamente penetrante hacia otras personas. 

Luego le tocó a Helena:

—La poción debe ser bebida continuamente si se quiere mantener el falso amor en el bebedor. Si no, los efectos se irán degradando hasta que se pase totalmente y la víctima retoma su personalidad.

—Bien —de nuevo habló el profesor, volviendo al punto inicial donde comenzó a pronunciar palabra—. Da la casualidad... de que traigo conmigo un pequeño frasco cuyo contenido resulta ser Amortentia. ¿Algún valiente se atreve a... oler? ¿Señorita Cunningham?

La morena no podía estar más incómoda en esos momentos. ¿Por qué tantas veces su apellido en la boca? Sin embargo, a un pelirrojo sentado dos mesas más allá se le abrieron los poros de la curiosidad. Snape acercó la pequeña ampolla de cristal a la nariz de la fémina, y tan pronto como el olor llegó a ella, cerró los ojos. 

—Le agradecería que no fuera tímida. Díganos... ¿A qué huele? —por su tono pareció que buscaba conseguir algo específico. ¿Tendría ahora Snape un fetiche con alumnas? Pervertido.

—A... Césped mojado, pergamino nuevo... —confesó. Pronto apareció un nuevo olor—... menta, golosinas y... pólvora. 

Como si el profesor hubiera conseguido lo que quería, le dirigió una mirada lasciva y apartó el frasco, preguntando quién más quería probar y acercándose entonces a Angelina Johnson. De nuevo volvieron a ella pensamientos intrusivos. Incluso Neybur se dio cuenta de que algo no andaba bien y pensó exactamente lo mismo que su mejor amiga, puesto que sus ojos viajaron como si de dagas lanzadas se tratara al pelirrojo que tenía a unos metros. ¿Por qué le gustaba aquella fotocopia exactamente? ¿Qué maldita cosa tenía?



my darling ; fred weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora