033 | UNA VISITA QUE NADIE ESPERABA

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UNA VISITA QUE NADIE ESPERABA

Aquel jueves, semanas más tarde de que por fin Fred Weasley y la rizada decidieran dar un paso más en su relación, Layla recibió una visita que no esperaba en absoluto. Cuando las campanitas sobre la puerta de la entrada de la tienda sonaron, la joven dirigió su mirada al lugar, borrando al instante la sonrisa que siempre mantenía en sus comisuras cuando veía a alguien entrar. Cualquier ápice de gratitud y emoción por ver personas nuevas desapareció. Los ojos oscuros de la otra persona encontraron los de Cunningham también, para su sorpresa.  

Ella echó a caminar hacia él, chocando en el camino con una de las personas que había comprando sin querer y disculpándose por ello. La mujer le dijo que no pasaba nada. Cuando llegó hasta quedar cara a cara, le examinó de manera algo despectiva. El joven le observaba fijamente bajo sus largas y preciosas pestañas, con el rostro serio. Incluso después de todo ese tiempo y el respeto que le había perdido, la hacía estremecer. O tal vez fuera por incomodidad. 

—¿Qué estás haciendo aquí? —exigió saber la fémina, en tono abrupto. Él miró por encima de los hombros de la que una vez fue su mejor amiga y detectó la presencia de los pelirrojos muchos metros más atrás, lejos, sin enterarse de que allí estaba. Luego la volvió a mirar. 

—Tenemos que hablar.

Cunningham tomó del antebrazo a la serpiente y le arrastró fuera de la tienda hasta uno de los callejones que más vacíos estaban. Le soltó, cruzando los brazos sobre su pecho en posición de defensa, y le observó a punto de hablar. 

—¿Ellos saben que estoy aquí, Lachlan? ¿Los has traído hasta mí? 

—No —respondió casi al segundo, sin dejarla acabar—. Vengo solo. 

—¿Qué estás haciendo aquí? —repitió la misma cuestión que soltó en el interior de la tienda. Todavía no terminaba de asimilar aquello. Neybur se removió en el sitio, mirando hacia Sortilegios Weasley, a metros de ellos. 

—¿Te duele, verdad? —Lachlan dirigió los ojos entonces hasta el brazo de la serpiente. Esta se encogió ante su atención puesta en ese punto—. La marca. Te duele. Cada vez más. 

—¿Qué más te da a ti eso? —escupió las palabras con rabia. 

—A mí también. A todos nos duele.

—¿Qué coño me estás contando? 

—¿De verdad te pensabas que huyendo de todo esto te ibas a librar? —pronunció con burla el joven, negando con la cabeza. Ahora tenía una sonrisa incrédula en la cara—. Asume tu puto estatus familiar de una jodida vez. ¿Cómo puedes ser tan idiota? No puedes elegir bando.

Y de pronto la mano de Layla impactó con fuerza en la mejilla ajena, dejando tras de sí una marca roja sobre su pálida piel. Lachlan observó a la que fue su amiga de manera extraña, tanto que por primera vez ella sintió algo de miedo a lo que pudiera hacerle. Colocó una mano en su pecho y la empujó contra la pared de ladrillos a su espalda. Sus manos subieron al antebrazo impropio, aterrada.

—Maldición, Layla —gruñó, acercándose a su rostro, en una mueca enfadada. Estaban muy cerca. La idea de lo mucho que le encantaría besarla cruzó por su cabeza, porque joder, llevaba demasiados años ansiándolo. Que le gustara, que le quisiera. Tanto como ella le encantaba a él—. Te quiero, joder. ¿Por qué no puedes ver todo lo que estoy haciendo para mantenerte con vida? 

Acercó su frente a la ajena, hasta que la apoyó, y cerró los ojos. Su respiración estaba ligeramente agitada por ese movimiento tan repentino que había hecho para que consiguiera escucharle. Sus narices rozaron y sus alientos se entremezclaron. Cunningham no tenía ni idea de qué hacer en ese momento. Estaba congelada. De pronto el chico se separó un poco. 

my darling ; fred weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora