A Teenager In Love | eruri

05. De certezas dolorosas

Levi había crecido, dentro de lo que su mente le permitía recordar, solo.

Primero había existido como un pequeño niño de un oscuro barrio únicamente al lado de su madre, luego solo junto a Kenny en un departamento de una ciudad perdida y, más tarde cuando se presentó en su casa cada semana hasta mudarse definitivamente, se vieron acompañados de Uri en una confortable casa en un pueblo campestre.

Levi siempre se había visto, sentido y percibido como una persona solitaria. Su familia era casi escasa, y no había nadie afuera que le presentase la suficiente confianza como para llamarlo amigo. Así como su entorno era tan retraído, sus sentimientos mismos lo eran. Hasta que los años pasaron, y todo se fue acomodando a su pequeño mundo ante los cambios de la vida.

No se transformó en el niño más extrovetido, pero a su lado se habían añadido personas que le apreciaban tal cual era. Al igual que él guardaba un palpable afecto por ellos. Se sentía orgulloso de poder decir que había formado su propia familia junto a sus tios y amigos. Era algo realmente valioso para él, y como si de un gran tesoro se tratase, un hermoso diamante, una valiosa memoria brillaba desde lo profundo de sus recuerdos. Erwin.

Erwin había sido su primer amigo en la secundaria. El primero que ignoró su comportamiento tosco, quien con inocencia y paciencia le invitó a tomar lugar a su lado para adaptarse a un lugar completamente nuevo. Quién no dudó en tomar su mano y acompañarlo, sin importarle lo difícil que podría ser lidiar con la personalidad de Levi. Junto a Erwin, Levi sintió por primera vez que podía creer y avanzar con confianza.

Recordó esto mientras observaba con nostalgia y cariño un álbum de fotos que Uri guardaba y rellenaba desde que se había unido a su pequeña familia. En él habían fotos de todo tipo; de vacaciones, paseos y primeros días, primeras experiencias y días tranquilos, pero en ese momento sus ojos se centraban en una fotografía suya, una donde él y Erwin posaban junto a sus compañeros, sonriendo y lado a lado. Era esa tipica foto que los profesores tomaban los últimos días de clases, y era en aquel no tan lejano tiempo donde el rubio lo había integrado a su grupo de amigos. Al lado de ellos, una niña castaña y de lentes sonreía junto a otro niño rubio un poco más alto que ellos. Sonrió, reviviendo el dulce momento de sentirse integrado, aceptado y querido. El regocijo inocente no tardó en interrumpirse, debido a que los recuerdos del origen de su amistad lograron que se recriminara todos los pensamientos que lo habían azotado noches antes, aquellos que salieron a luz luego de la visita del rubio. Ciertamente se se sentía tonto, como si estuviese traicionando la confianza de su vínculo con ideas erróneas. Se supone que alguien no debía pensar de su amigo más allá de ese límite, y él sentía que se estaba sobrepasando peligrosamente. No solo involucraba a Erwin en un sentimiento problematico y superficial, sino que se dañaba también a si mismo interrogandose si ponerle nombre a eso que lo atormentaba, y si siquera pensar en darle identidad y sentido estaba bien. Porque un sentimiento como ese, si decidía aceptarlo como verdadero y presente, solo podía traer destrozos en una mente tan confundida.

Levi decidió que ya era suficiente.

Lo mejor era encerrar esa sensación asquerosa que le oprimía el pecho en el cajón más recóndito de su alma, y no volver a tocar el tema bajo ninguna circunstancia. ¿Si tanto le dolía, de que le servía seguir indagando? No tenía caso. Las cosas estaban bien así, de igual modo. Y así debían quedarse. Buenas, agradables, perfectas.

No debía dejarse engañar con una ilusión torpe propia de peliculas y libros, no si eso arrasaba con todo lo que, temía, se fuera lejos de él. Solo estaba confundido.

Sacudió la cabeza, dejó el álbum en la biblioteca y se puso de pie, dispuesto a encerrarse en su cuarto y olvidar aquello que sucedió de una forma tan íntima que sacudió sus entrañas. No había vuelto a ver al rubio, y se aproximaba su último examen. La primavera cada vez se notaba cercana, y debía concentrarse.