〔:🌻:〕「 33 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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Qué bien le sentó poder ir de nuevo a clases en monopatín. Odiaba ir caminando, por Los Siete. La Posada Wangshu estaba lejos del instituto y tenía que madrugar algo más de lo habitual, tan solo unos minutos, pero eran unos sagrados minutos que no podía pasar durmiendo.

Regresó a su rutina de ir y venir con su tabla. Cuánto había extrañado la sensación del viento dándole en la cara, la del aire agudo que lo obligaba a entrecerrar los ojos, la impresión de creerse tan libre como las brisas de la mañana.

Las clases antes del recreo se le pasaron relativamente pronto. Quizá poder venir de nuevo en su monopatín, dando un paseo a tan temprana hora cuando no había mucho ajetreo en la calle, lo ponía de buen humor y le amenizaba las clases.

Pero ahora en el recreo, más que relajado, se sentía algo nervioso. Realmente esa no era la palabra más adecuada, pero no se le ocurría ninguna mejor. Sentía nervios después de todo, pero no eran ese tipo de nervios molestos; eran otros muy distintos que le hacían cosquillas en la barriga cada vez que miraba a Aether bebiéndose su zumo.

Por fin el rubio se había terminado el condenado zumo. La forma en la que se relamía los labios saboreando la dulzura de la fruta estaba haciendo que Xiao tuviera que tragar más saliva de lo habitual y que esos nervios tan peculiares no lo dejaran tranquilo.

Cuando Aether regresó de tirar el envase vacío de su zumo a la papelera, Xiao ni siquiera dejó que volviera a sentarse a su lado, sino que lo agarró del brazo y emprendió la marcha tirando de él. El rubio, sin entender nada, titubeó por la confusión.

—Vamos al baño —dijo Xiao.

Sin dar más explicaciones, llegaron a dicho lugar. Aether sentía las yemas de los dedos del azabache clavándosele en la espalda, guiándolo en busca de un baño vacío desde detrás. Estaban todos libres, pero parecía que no le valía cualquiera.

Notó cómo la palma entera de su mano terminaba apoyándosele entre los omóplatos para obligarlo a entrar en el último baño, el más alejado del pasillo. Aether se giró una vez estuvo dentro justo para ver a Xiao echando el pestillo, que hizo su característico chasquido metálico.

—Ah, ya entiendo —murmuró el rubio—. Llevabas ya un rato actuando raro.

—Cállate —gruñó Xiao, agarrándole la cara para besarlo.

Y ahí estallaron esos nervios tan singulares, expandiéndose finalmente por todo su cuerpo.

Sus labios estuvieron tocándose largo rato hasta que Aether tuvo la necesidad de apartarse para tomar aire, pero Xiao parecía no querer darle tregua y volvió a buscar su boca con la suya, moviendo el labio inferior como si quisiera beberse los del rubio, que ciertamente estaban dulces por la fruta, apoderándose rápidamente de ellos.

Aether mantenía al azabache pegado a él sujetándole la sudadera. Aquel baño no tardó en parecerle pequeño y le dio la sensación de que la temperatura había subido tanto que podría haberse echado a sudar en cualquier momento.

No tardó en descubrir que a Xiao le gustaba acompañar sus apasionados besos con algún que otro sutil mordisco. Notaba sus dientes en el labio inferior, sentía cómo la presión era mínima pero notoria. Y con los ojos cerrados era todavía más estimulante.

A Xiao no se le daban muy bien las palabras. Tal vez por eso sus besos eran tan intensos y únicos, porque buscaba la mejor manera de expresar el cúmulo de emociones que revoloteaba en su pecho cuando estaba con él, esas emociones tan fuertes y puras que Aether provocaba en su interior. Y no se le ocurría nada más expresivo que besarlo de aquella forma.

Se separaron por fin, dejando que el aire corriera mínimamente entre ellos. El rubio soltó varios jadeos suaves, tomando el oxígeno que sus pulmones reclamaban con tantas ansias.

Las manos del azabache subieron por la cintura del rubio hasta colarse por debajo de su crop top. Se deslizaron por su pecho y tocaron zonas sensibles, haciendo que Aether tuviera que reprimir que se le escaparan sonidos entre dientes, provocados por tan repentino contacto. Sus manos estaban frías, pero era un frío agradable, haciendo que se revolviera contra la pared.

Por Los Siete, qué extraño se sentía. Qué diferente era que unas manos distintas a la suyas lo tocaran de aquella forma. Pero le gustaba, le gustaba mucho. Al fin y al cabo, «extraño» no significaba «desagradable».

El espacio entre sus bocas volvió a desaparecer una vez más y sus labios se tocaron de nuevo. Sus respiraciones, agitadas, se entremezclaron. Un beso, otro, y otro más. Cada vez más seguidos, cada vez más intensos. Y, mientras tanto, Aether esperaba con demasiada paciencia que las manos de Xiao bajaran por su cuerpo, que bajaran y bajaran...

La presión de la tela entre sus piernas lo estaba matando. Aether estaba seguro de que Xiao se había dado cuenta ya de su estado, ¿así que por qué demonios no le daba ya lo que sabía que tanto quería? ¿Esperaba que acaso se lo pidiera o el azabache se estaba haciendo el loco?

Pero justo cuando sus gélidas manos se deslizaron por su cuerpo haciéndole cosquillas, justo cuando sus corazones se aceleraron todavía más, justo cuando Xiao volvió a buscar los labios de Aether con los suyos, justo cuando sus dedos estaban ya desabrochándole el cinturón al rubio; justo en ese momento, una voz irrumpió en el baño y evitó que fueran a más, y tal vez era mejor así.

—¡No me aguanto más! —exclamó alguien. Seguidamente se oyeron unos pasos apresurados y una puerta cerrándose.

—No debiste comer tantos helados, Yun. Eso es hielo puro; es como si bebieras litros y litros de agua —rio otra voz.

—Me lo podrías haber dicho antes de que me los comiera —se quejó el otro, aunque no sonó nada serio.

La inoportuna llegada de aquellos dos estudiantes hizo que Xiao suspirara y mirara a Aether con fastidio. Por su parte, el rubio sentía que le habían quitado la miel de los labios de la forma más brusca posible. Pero probablemente era mejor así.

Se miraron en silencio, que después fue apartado por unos susurros tan suaves que solo pudieron escuchar ellos. Faltaban tres minutos para que sonara el timbre y se diera por finalizado el recreo, así que, cuando los chicos que estaban también en el baño se hubieran ido, aprovecharían el ajetreo que se generaba en ese momento para salir, lavarse un poco la cara para quitarse el calor de encima y volver a su aula. Aether ya se encargaría del problema en sus pantalones como los Arcontes se lo permitieran.

—¡Chongyun, date prisa! —exclamó el chico que estaba fuera—. Tenemos clase con Zhongli; ya sabes que siempre llega temprano.

Justo después se oyó el sonido de la cisterna y una puerta chirriando al abrirse.

—Agh... Clase con Zhongli —rezongó Chongyun—. No me apetece nada dar Historia ahora.

—¿Cómo puedes decir eso? Historia es de las mejores asignaturas, junto a Lengua, claro está.

—Xingqiu, de verdad, a veces no te entiendo...

—Qué bien que sea solo a veces —rio—. ¡Venga, vamos! —instó el de ojos color ámbar.

El servicio de chicos volvió a estar en silencio, pero pronto el pasillo se llenó de ruido, de movimiento. Era el momento de poner en marcha lo que habían acordado.

—Venga, vamos nosotros también —instó Xiao.

Y justo al decir eso, agarró al rubio de la mano y lo sacó del baño. Que se lavaran las caras no resolvió gran cosa, pero algo era algo. Luego se mezclaron con la marea de gente que había en el pasillo.

Aunque todavía tuvieran la cabeza pensando en otras cosas, no era fácil averiguar lo que había ocurrido en el baño. Se veían incapaces de poder concentrarse en la asignatura que tuvieran a continuación, pero aun así tenían que regresar a clase.

Menor que tres (<3) [Xiaether] (High School AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora