Capítulo 3: Respuestas

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¿Takemicchi?

Al escuchar tu voz temblorosa y quebrada diciendo su nombre, la figura que estaba tumbada en la camilla giró su cabeza débilmente hacia ti. 

Sentiste un escalofrío horrible en todo el cuerpo. 

No había duda, era él. Y verlo en ese estado te impactó tanto que te quedaste paralizada, sin saber que decir, que hacer.

Takemichi Hanagaki, el que había sido uno de tus mejores amigos en el pasado, estaba totalmente destrozado; una mascarilla de oxígeno conectada a una ruidosa y aparatosa máquina le cubría toda la nariz y la boca, haciendo que su pecho subiera y bajara con dificultad. Su cabeza estaba vendada con una cinta blanca y su rostro estaba limpio y libre de rasguños, pero con una tonalidad pálida y espantosa que marcaban las venas violáceas de sus párpados y sus ojeras exageradas.

Mientras tu sentías los ojos cada vez más acuosos y quemados por no cerrarlos, Takemichi permaneció en silencio, procesando todo lo que estaba ocurriendo. Entonces, cuando te observó nuevamente y comprobó que lo que estaba viendo era real y no un producto de su agotada imaginación, un destello de luz se formó en sus ojos azules, los cuales se llenaron de lágrimas y consiguieron romperte en mil pedazos.

—(Nombre)... —su sollozo te traspasó el alma y logró erizarte el bello de la nuca. Las comisuras de sus labios se estiraron débilmente antes de pronunciar—: Eres... tú.

Antes de que te dieras cuenta, ya eras un mar de lágrimas.

De repente, sentiste un apretón en el hombro derecho. Te giraste y ahí estaba Draken, igual de conmovido que tú. Su actitud firme te demostró que estaba luchando consigo mismo para mantener la cabeza fría, no derrumbarse y poder consolarte.

Le dolía tener que enseñarte aquella imagen tan cruda, pero era necesario. Era necesario para que supieras lo mal que estaban las cosas. 

Y todavía faltaba la peor parte; contarte como era que, Takemichi, uno de vuestros viejos amigos, había terminado así, lleno de tubos y postrado en una camilla de hospital.

—¿Qué fue lo que pasó? —fue lo único que lograste pronunciar al cabo de unos segundos.

Takemichi tragó duro. Sus labios temblaron y se abrieron para contestar a tu pregunta, pero no fue capaz de emitir sonido alguno. Cuando se atrevió alzar la cabeza y sus ojos azules chocaron con los tuyos, desvió la mirada hacia otro lado, entre dolido y avergonzado. 

Aquello hizo que tus sentidos se pusieran en alerta. De modo que te giraste hacia Draken en busca de una respuesta.

Pero tampoco se pronunció.

Ninguno dijo nada. Con cada segundo de silencio que pasaba, tus nervios fueron incrementando.

—¿Qué ha pasado? —volviste a preguntar, mirándolos ambos.

Draken apretó la mandíbula y Takemichi cerró los ojos con fuerza. Un horrible presentimiento se sentó en la boca de tu estómago, haciendo que en tu mente se repitiera parte de la conversación que habías tenido con Draken la noche anterior.

Cuando empezaste atar cabos en tu cabeza, Draken se decidió y te miró con determinación.

—Mikey le pegó dos tiros que fueron a parar directamente en sus órganos vitales.

En ese momento, el tiempo se detuvo para ti. Tus ojos se abrieron más de la cuenta, incapaces de asimilar aquella información.

—¿Qué...? —murmuraste horrorizada.

ETÉREO - Sano ManjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora