Capítulo 9: Todo lo que siento por ti

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Una enorme mansión de estilo moderno con cristales transparentes y una entrada de escándalo yacía sobre vosotros, haciéndoos parecer, literalmente, personas diminutas.

Había una piscina en un extremo, y en el otro un rincón de descanso con todo tipo de mesas, sillas y sillones. Pero es que el jardín que lo envolvía era tan inmenso que no pudiste ni imaginar cuantos metros cuadrados podía tener. Y ya no solo eso, si no todo el terreno.

Las luces del camino para entrar a la casa hacían un precioso contraste con la oscuridad de la noche, y tu no pudiste evitar sentir un leve cosquilleo en el estómago al verte envuelta en un sitio tan lujoso como ese; las vistas no te podían parecer más bonitas y extraordinarias.

—Vamos —dijo Mikey pasando por tu lado.

—¿Está es tú casa? —preguntaste asombrada, sin poder dejar de observar la mansión frente a ti. Debía tener por lo menos cinco plantas.

—Una de ellas.

Abriste los ojos, pero no hiciste ningún comentario al respecto. No sabías donde estabas, ni tampoco lo que ibas hacer ahí. Aunque por el tiempo que tardasteis en llegar y el extenso campo lleno de árboles que cubría los alrededores de la mansión, imaginaste que estabais a las fueras de la ciudad.

Seguiste a Mikey, y lo primero que te encontraste al pisar la casa fue el extenso y maravilloso recibidor de la entrada; A la izquierda una mesa de cristal adornada con plantas verdes y otros complementos de decoración, y a la derecha un enorme pasillo que daba a la zona central de la planta baja.

Conforme te adentrabas en ella, escuchaste algo de ruido en el interior; un bullicio amortiguado de voces en la parte trasera de la mansión, concretamente, hacia donde se encaminó Sanzu minutos antes de que lo perdieras de vista. 

Sin embargo, Mikey lo ignoró y siguió avanzando hasta unas enormes escaleras de mármol negro. De modo que tu no lo pensaste ni un instante y lo seguiste. 

La decoración de la casa te sorprendía cada vez más conforme subíais; era toda blanca, negra y con cristales transparentes cubriendo la mayoría de las paredes, un estilo muy minimalista y sombrío. Aunque te mataban las ganas y la curiosidad, no te detuviste a contemplarla mejor.

Solo querías saber donde era que te llevaba tu guía y que iba a pasar de ahora en adelante contigo, con vosotros.

Además, una parte de ti, tu instinto más primario, te advertía de que no estabais solos en aquella casa.

Y no te advertía de Sanzu, si no de las demás personas a las que se había unido, probablemente, los líderes restantes de Bonten. La piel se te erizó como loca al pensar en aquella posibilidad. 

No todos los días una se metía en una casa apartada en medio del campo con los criminales más buscados de todo el país como anfitriones.

Al terminar de subir las escaleras, Mikey se metió en un pasillo que daba a un montón de puertas. Fue directamente a la del final y al abrirla, se quedó quieto y esperó a que tú pasaras primero.

Lo miraste dudosa durante unos segundos, hasta que finalmente, con paso inseguro, entraste.

Y lo que viste allí... Te dejó más impresionada de lo que ya estabas.

Era una habitación. Pero no una habitación cualquiera. Era enorme, muy moderna y llena de lujos. Las paredes de enfrente eran solamente cristales que dejaban ver una vista espectacular y hermosa de la piscina iluminada, de los árboles y de la ciudad diminuta más allá de la frontera. Y no solo eso; daba a un balcón de grandes dimensiones, donde había un sofá, una mesa redonda de cristal y dos sillones que colgaban del techo.

ETÉREO - Sano ManjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora