1- Mi bonita y oscura realidad

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El violín es mi vida, literalmente. 

 Mi madre se crio en una familia pobre y nunca pudo aprender a tocar un instrumento, papa criado en una familia rica, tuvo lujos hasta por las orejas. Pero nunca pude "entretenerse" aprendiendo a tocar un instrumento, ya que él era el heredero de la empresa familiar. 

 De esta mezcla salí yo, Ana García. Desde pequeña mis padres me inculcaron el valor de la música, escuchando Mozart, Bach, Brahms, Chaikovski y muchos más. En cuanto tuve coordinación para poder sostener algo con mis manos ya tenía un instrumento en mis manos. Violín, piano, guitarra, bajo, violonchelo, saxo, oboe y flauta. 

 No era que fuera exigente, es que tenía un don, aparte de oído absoluto, cuando tocaba tenía el don de atraer a la gente con mi música. Todos mis profesores quedaban maravillados con mi música, mis rivales lloraban al escucharme y los jueces se levantaban a aplaudirme. 

En cuanto supe interpretar una partitura para aprenderla, me apuntaron a concursos, que poco a poco me llevaron a la cúspide de la música junior. 

 Mis abuelos, tan cerrados de mente, se deleitaban con mi música y siempre que nos visitaban me podían un sin fin de canciones que grababan y se llevaban a casa. 

 Mi hermano menor, Darío, no tocaba tan bien, pero amábamos tocar juntos en duo en las noches de navidad, él el piano y yo el violín. Los trofeos no paraban, era invitada a torneos internacionales para tocar en las categorías junior, mi vida era plena. Pero la vida no es como uno espera, mama engaño a papa con un hombre cuando tenía diez años. 

Papa no se lo perdono y mama se fue de casa dejándonos solos con papa. Gracias a dios papa es un buen hombre y siempre estuvo ahí para nosotros. Nos cuidó y paso tiempo con nosotros, los abuelos nos visitaban más a menudo y el tío Fran nos visitaba entre viaje y viaje dándonos regalos de diferentes lugares como Argentina, India o España. 

Yo continúe con la música, pero no era lo mismo, no sentía la música, mama era como mi guía era mi pilar musical, fue ella quien me compro mi primer violín, mi primera flauta, mi primer traje para mi primer recital y mucho más. Poco tiempo después me di cuenta de que lo que me pasaba es que tras su marcha deje de amar la música con tanta intensidad. No tenía tantas ganas de sentarme a tocar por gusto. Era diferente. 

Al cumplir los diecisiete papa conoció a una mujer y comenzó a salir con ella, María era una mujer amable, bondadosa y empática. Era una gran mujer para mi padre. Pero sus intentos de madre eran inútiles, mi madre siempre sería mi madre, pese no saber nada de ella por siete años. 

 Darío se distanció de la música al completo, se centró en su talento el dibujo, los abuelos se decepcionaron, pero papa se emocionó y le hizo hasta un estudio en la mansión para que pintara, Hasta llevo un cuadro suyo a su despacho y lo colgó en la pared quitando los otros cuadros para que solo estuviera el suyo y si alguien entraba siempre le sacaba el tema de que ese cuadro tan hermoso era de su hijo. 

Y María ni te cuento, cada boceto que le regalaba lo guardaba con cuidado en una carpeta junto a los álbumes de familia. Darío ya tenía quince años y era muy feliz, tenía clara su carrera y yo, pues no tenía ni idea. 

Después de graduarme me centré en la música y no quise ir a la universidad Mi único memento de despeje se acabaría, al vivir en Valencia solía ir a algún parque, a pasear, pero Darío había hecho las pruebas para el Atlético de Bilbao, ya que también le gusta mucho el deporte y hace poco nos llamaron diciendo que lo habían aceptado. 

Estoy feliz por él, pero esto significa no vivir más en la terreta, donde había crecido toda mi vida. A las pocas semanas de la noticia nos mudamos a Bilbao, a la zona alta donde papa compro un piso. 

 Yo me decidí en entrar a la universidad, ya que este año sería el último que me vale la prueba de acceso a la universidad que hice y no la quiero repetir. Estuve entre varias, pero la que más me llamo la atención fue la de Artes Escénicas, mi madre siempre decía que era una dramática de narices, me tendría que servir de algo. 

Mis padres me felicitaron y mis abuelos me miraron mal, quería que heredara la empresa. Después de hablar con ellos perdimos mucho la relación. 

 - ANA! Cariño lleva a tu hermano a entrenar y quédate a verlo que le hace ilusión- me dijo mi padre. 

 - Porque!? Esto es una traición a mi honor valencianista- le dije a mi hermano, pero aun así lo acompañé al campo. 

 - Va Teta, quiero que vengas, nunca vienes a verme- me dijo Darío. 

 - Está bien, pero luego no me digas que no hago nada por ti- le recrimine saliendo de casa. Camino al campo no paraba de hablar sobre noseque del primer equipo que solía ver a los juveniles, que es muy guay conocer a los profesionales. 

 - Teta me escuchas?- me pregunto al parar en un semáforo, yo lo miré con reproche, no lo había escuchado, la verdad tenía la cabeza en otra parte como en que comienzo la uni en dos semanas- vamos, sé que no te hace mucha ilusión verme, pero solo hoy porfa- su voz era tan suave y con réplica que acepte. 

 - Bien, iré más veces a verte- él me miro mal- bien, siempre que pueda, pero con la condición de que me dediques todas tus paradas a mí a María o a tu futura novia. 

 - Vamosss!- salto de su asiento justo cuando aparcaba- Vamos que llegaré tarde Ana- me dijo tirando de mí hacia el campo. 

Yo como buena valencianista llevaba mi camiseta de Hugo Guillamón con el número seis. Algunas personas al entrar me miraron mal. Pero bueno es lo que hay al ser el mejor club- tú siempre llamando la atención. Al llegar al campo él se fue y yo me senté a mirar. 

Entre cuerdas y balones- Unai SimónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora