veinticinco.

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Advertencias: drama y angst.

Sandara se acomodó sus lentes, mirando el rostro de Chan antes de sonreír

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Sandara se acomodó sus lentes, mirando el rostro de Chan antes de sonreír.

-Dime algo que te guste de Felix -le dijo, viendo la forma en que el alfa fruncía sus cejas-. Una cualidad de Felix.

Chan vaciló un momento, tratando de pensar en lo que le estaba pidiendo la psicóloga. Pasaron varios minutos en los que no dijo algo.

-Su resiliencia -habló, con voz débil-. La forma en que... en que podía reponerse cada vez que le hacían daño. Ya fueran sus padres, yo o los niños. A veces... a veces le hacíamos daño y Felix no se echaba a morir, él podía... él podía... Él recibía todo eso y se esforzaba en seguir adelante, a pesar de todo. Fue... fue capaz de dejarme y llevarse a los niños, incluso si era peligroso. Felix es... es resiliente.

La mujer anotó algo en la libreta, asintiendo con la cabeza.

-Dime algo que te haya gustado de Felix cuando lo estabas conociendo-volvió a preguntarle.

Humedeció sus labios en lo que trataba de pensarlo. ¿Cuántos años habían pasado desde que vio al omega por primera vez? Más de veinte años. Por dios, ¿cómo el tiempo podía pasar tan rápido entre ellos?

-Me gustaba... Por dios, me gustaba su humor -Chan tragó saliva-. Él siempre... Felix siempre ha tenido un humor extraño, así que a veces hacía comentarios estúpidos o sin sentido, pero me daban mucha risa, demasiada, y si yo me reía caóticamente, él también... Él también estallaba en carcajadas. Podíamos reírnos hasta que el estómago nos dolía y Felix me pedía que me detuviera.

De sólo pensarlo, podía sentir sus labios estirándose en una sonrisa melancólica. A veces, recordaba a ese Felix joven, de diecisiete años, con el cabello teñido de azul y mejillas un poquito regordetas. A Chan le gustaba pellizcarlas, pincharlas, ver como la piel se hundía por su dedo, antes de oír las protestas del omega. En esa época, cuando salían, se llenaban de mimos, cariños y besos.

-Ahora dime algo que no te haya gustado de él -continuó Sandara.

El hombre también lo pensó varios minutos, tratando de buscar las palabras correctas para expresarse. Esos últimos meses se esforzó mucho más en controlar lo que iba a decir, porque cuando lo miraba en retrospectiva, se dio cuenta de que a veces decía cosas que podían hacer daño sólo porque no podía ser razonable.

-Felix siempre fue cerrado con sus sentimientos -habló, con la voz apagada-. Desde que lo conocí, cada vez que se sentía triste o... o quería llorar, se ocultaba de mí. Le dije en muchas ocasiones que no era necesario, que podía llorar conmigo, pero pocas veces lo hacía. Fue criado para... para poner siempre los sentimientos de los demás por sobre los de él, hasta el punto en que... Yo me acostumbré a eso -confesó, culpable y triste-. Terminé acostumbrándome y obligarlo a pensar en mí, siempre en mí, y nunca en él.

four seasons › chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora