Capítulo 10: México

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Los días pasaron demasiado rápido para los tortolos Salierno, ya tenían que despedirse de Guanajuato, extrañaría mucho la ciudad donde descubrieron su amor, donde comenzó todo. Estaban ya listos para irse no les faltaba nada, se quedarían en Ciudad de México para siempre, si podrían claro. Pues, ambos tenían trabajo seguro en la capital, además que tienen donde vivir por lo que no debían preocuparse. Traían consigo todas sus maletas, eran ocho en total, cuatro cada uno. Se despidieron de la casa al pasar por ahí en taxi, ya pronto llegaría el nuevo dueño.

Sandra recordó todos sus momentos en aquella casa, desde que llegó en una camilla hasta la noche que regresó con Erik como novios.

Llegaron al Aeropuerto Internacional de Guanajuato, frente a él, Sandra miraba todo el lugar, nunca estuvo por allí y le parecía nuevo. Erik se acercó a ella luego de haber pagado al taxista y tener sus maletas, le dijo que debían de entrar ya. Tomó su equipaje e ingresaron al aeropuerto.

Allí dentro era muy grande con decenas de personas en todas partes, caminaron deprisa con la ayuda de un empleado del lugar para ayudarlo con las otras valijas. Sandra trataba de ver lo más rápido posible todo el amplio lugar... De repente una vocecita la detuvo, esa voz la conoce.

-¡Seño! ¿No me compraría unos dulces? - le sonrío un niño.

Era el mismo niño en lo cual ella le había comprado un kilo de dulces aquel día extraño cuando una joven la confundió con su mamá.

-¡Claro! - aceptó con una sonrisa, acercándose al puesto -¿Ahora vendes aquí? - preguntó con curiosidad.

-Pos, sí seño... cada quién, chambea donde pueda. - responde el niño.

-Nunca te he preguntado, ¿cómo te llamas?

-¡Me llamo Luis! - responde el niño muy orgulloso.

Sandra cambia su expresión de feliz a extrañada y pensativa. Traía la mirada perdida con el ceño fruncido, ese nombre le suena pero, no sabe de qué.

-¿Le sucede algo seño? - le pregunta Luis un poco preocupado.

-No. - responde ella saliendo de sus pensamientos, niega con la cabeza y se encoge de hombros restándole importancia
-Me das un kilo, ¿por favor? - vuelve a formar una sonrisa en su rostro.

-¡Simón! - responde el niño de cabello negro. Toma una bolsa de papel cargándola de deliciosos dulces caseros -Tenga, son cincuenta pesos.

-Ten, quédate con el cambio - dice entregándole un billete de cien.

-Gracias seño, que diosito se lo pague - agradece con una sonrisa el pequeño niño.

-No hay de qué, Luis.- responde ella a cambio.

-¿La veré de nuevo por aquí, seño? Es que uste' me cae, pero de perlas - confiesa Luis -. Neta, no hay muchas personas como uste'.

-Tú también me caes bien, Luis - sonríe Sandra -. Pero debo decirte que no me volverás a ver por aquí de nuevo - se lamenta ella al ver su cara de tristeza.

-Chale, ¿cómo por qué? - dice desganado.

-Así como tú trabajas para ayudar a tu familia, yo también tengo que chambear para mantenerme. Me iré de viaje, tal vez regrese por unos días y luego me iré de nuevo. - dice sinceramente.

-Espero volver a verla y darle más dulces - dijo con una sonrisa.

-Y yo te las pagaré, échale ganas, ¿si? - el niño asintió -Bueno, ya me tengo que ir.

-Chao, Seño... espero volver a verla - dice un esperanzado Luis.

-Yo también lo espero. - le guiña un ojo en complicidad y luego se regresa con Erik.

Joselyn: RevivalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora