7. El comienzo de la tormenta

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— Yo opino que dejes que se desahogue —susurró Naoto—. Creo que está un poco psicótico o tiene estrés postraumático.

— Trae a un psiquiatra —sugirió Draken.

— O un sedante... —concluyó Izana.

— Él los está escuchando ¿Eh? —soltó sarcásticamente el rubio atrapado en los brazos de Takemichi— Y ustedes no son los que están en mi lugar.

El baño se quedó nuevamente en silencio, los cuatro presentes más un omega traumatizado habían pasado por mucho desde hace cuatro horas.

Takemichi se había empeñado en querer ver a Mikey, sin embargo Naoto no lo permitió y luego de ello Chifuyu trató de hacerlo entrar en razón contándole datos sobre su vida en la residencia y al ver que era inútil Tachibana llamó a Draken para controlarlo, pero solo se tranquilizó cuando le mintieron diciéndole que Mikey iría pronto y Chifuyu lo dejó aferrarse a su brazo mientras musitaba.

— Yo no quiero morir de nuevo —decía continuamente—. Quiero ver a Mikey. Yo haría cualquier cosa por él.

Al inicio ese era el mantra, pero luego de unos segundos generaba una contradicción .

— Solo mátenme, prefiero eso a ser el esclavo de Manjiro.

Pasaba de llorón a enfadado o vulnerable y como Takemichi tenía a Chifuyu atrapado el resto no podía hacer demasiado. En ese momento estaban regularmente de ánimos para soportar a un chico evidentemente destrozado, pero Naoto no entendía por qué Takemichi había empeorado tanto en tan poco tiempo. Ningún ex beta, él incluido, había presentado anomalías mentales tan graves; puede que depresión o ansiedad, pero no episodios psicóticos. Así que, si lograban tranquilizarlo y hacer que su disociación de la realidad aminorara, Tachibana y Draken podrían tratarlo.

Contrario al plan, Izana apareció jodiéndolo todo. Takemichi gritó en cuanto lo vio, escuchó un fuerte zumbido en la cabeza, sus oídos estaban sordos e imágenes de golpes y un cuerpo ensangrentado aparecían en su mente. Era la muerte de Kurokawa en Tenjiku y otros; escenas de los amigos de Mikey destrozados a una velocidad impresionante, sus propias manos manchadas de sangre, el sufrimiento, los disparos que el propio alfa le daba y la muerte inminente después de caer de un edificio

Sentía un dolor inexplicable, un dolor que no era suyo, pero si lo era, o por lo menos del Takemichi que estaba usurpando su lugar.

— ¡Joder, se desmaya! —exclamó Izana.

Chifuyu y Naoto lo llevaron como pudieron al baño. Su cuerpo estaba ardiendo en fiebre y necesitaban meterlo a la tina con agua fría. Quizá habría sido más fácil si le administraban medicamentos, pero con las cantidades ridículas con las que Naoto lo había canalizado, inyectado y casi atacado, sus venas estaban ponchadas.

Al terminar su episodio febril, estaba hablando entre dientes. Levantó la mirada vacía hacia Chifuyu y extendió su mano para sujetar el borde de la sudadera. Al mismo tiempo, Naoto le insistió al rubio que saliera de ahí, pero no hubo efecto.

Algunos minutos después Draken e Izana se asomaron. Takemichi tenía una toalla alrededor del cuerpo y ahora estaba aferrado al brazo de Chifuyu.

Tachibana creyó que todo había terminado, solo había que esperar y mantenerlo vigilado. En su cabeza hipotetizaba que a pesar de estar inconsistente pudo desarrollar un vínculo con Chifuyu, no sólo por relación sino por género y hasta por la compatibilidad en feromonas omega. Sin embargo, luego haría sus análisis y experimentos.

Por ahora solo había que quedarse tranquilos al igual que Draken, quien se mantuvo preparado para intervenir a una distancia prudente. Todo lo contrario al bruto de Izana, sin paciencia ni entendido de razones, era un idiota para tratar a las personas. Así que cuando Draken lo quiso detener ya había sujetado uno de los brazos del atolondrado Takemichi para despegarlo a la fuerza del rubio.

Línea rota | MaiTake ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora