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La conversación le produjo a Ben una sensación de desasosiego y su mente empezó a imaginar diferentes motivos por los que dos hombres, siendo uno el padre de su nueva amiga, estaban enterrando algo que no querían que nadie viese.

Entre todo el tumulto que empezaba a hacerse bola en la cabeza de Ben, el movimiento brusco que hizo Maya al levantarse consiguió que volviera a la realidad. Observó cómo la muchacha tensaba la barbilla y apretaba los puños hasta dejar blancos los nudillos. Antes de que ninguno de los otros pudiera decir algo, salió por la puerta a paso rápido. Irina se levantó y entre varios murmullos hacia sí misma, salió sin dirigir la mirada al resto.

Durante varios segundos, el silencio volvió a apoderarse del ambiente, pero Olivia, quien parecía no querer dar una mala impresión a Ben de sus amigas, decidió retomar la conversación.

— Sé que ahora mismo no debes entender nada de lo que está pasando — Ben asintió lentamente, clavando su mirada en ella — Hace algunos años, el hermano de Maya desapareció y un día más tarde se encontró su cuerpo a las afueras del bosque, al lado de la carretera — Ben sintió como, al igual como sus dedos se congelaban por el frío de la mañana, sus sentidos lo hacían ante lo que Olivia acaba de contar. Estaba tan concentrado en procesar la información, que al no contestar, ella siguió hablando, con cierta incomodidad —Durante varios meses hubo una investigación y las pruebas llevaron al padre de Irina, al parecer algunas pisadas encontradas en la nieve coincidían con sus botas y algunos vecinos le habían visto ir y volver del pueblo con la camioneta el día de la desaparición.

Esta vez el chico frunció el ceño, no es que él supiera mucho de crímenes, pero estaba más que seguro de que eso eran pruebas contundentes para inculpar a alguien, sobre todo en un pueblo tan pequeño en el que técnicamente no pasa nada. Olivia, con el rostro levemente pálido, pareció leer sus pensamientos y negó con la cabeza.

— No fue suficiente para inculparlo porque no había pruebas de que él lo matara, tampoco tenía motivos. Tanto él como su familia defendieron su inocencia y al final el caso se cerró. Nosotras éramos pequeñas y amigas de toda la vida, Irina y Maya no sabían exactamente qué había pasado. Para cuando ya tuvieron suficiente consciencia para entenderlo, había pasado bastante tiempo y la amistad que tenían era muy fuerte.

— Aún así... — La voz de Ben sonó ronca de estar tanto tiempo callado, por lo que tuvo que carraspear dos o tres veces antes de seguir — Aún así, Maya parece afectada por la conversación de los dos hombres.

— Uno de ellos era el padre de Irina, como ya habrás supuesto. El otro un vecino del pueblo — Parecía no estar muy segura de lo que decía en aquel momento. — Obviamente no podemos sacar conclusiones pero...

Olivia calló pensativa, probablemente con la misma teoría que a Ben le estaba empezando a rondar la cabeza. Esos dos hombres estaban escondiendo algo, o alguien, y no querían ser descubiertos.

— Maya, por favor — Irina iba a paso rápido, siguiendo a Maya, quien parecía no querer parar en ningún momento hasta llegar a su casa.

— ¿Qué quieres? — Se giró bruscamente, haciendo parar a Irina también de forma inmediata.

— Solo quiero que hablemos, no creo que sea lo que parece.

— ¿Y qué es si no? — Dijo entre dientes. Irina se fijó como tenía los ojos cristalinos, aguantando las lágrimas — No sería la primera vez que se pilla a tu padre haciendo algo que no debe.

El rostro de Irina se ensombreció y respiró profundo antes de contestar.

— Mi padre no hizo, ni ha hecho nada. Sea lo que seas seguro que tiene una explicación. Solo te estoy pidiendo que no actúes así. Sé que te recuerda a tu hermano, pero no sabes qué ha ocurrido.

— No confío en él, Irina — dijo apartando la mirada y tratando de sonar fuerte, aunque se sentía bastante triste en aquel momento.

— Pero yo sí, y tú confías en mí, ¿verdad? — La esperanza de no perder a Maya era notoria en su voz.

Maya dudó un momento en contestar, pero Irina era su mejor amiga y habían compartido toda una vida juntas, el cariño que sentía por ella no podía medirse y sabía que harían lo que fuera la una por la otra. Notó como una de las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos, finalmente logró escapar, desatando una oleada de sollozos que no puedo controlar. Irina se acercó y le rodeó con sus brazos, y ambas se sumieron en un momento íntimo pero tenso, ambas con la sensación de que esto no había terminado.

Irina había dejado a Maya en su casa, no sin antes comprobar que su amiga estaba bien y podía quedarse sola. Tras unos minutos en los que la chica de pelo rizado le aseguró que podía irse a su casa, Irina partió hacia esta con un desasosiego tan ruidoso, que no le dejaba pensar.

Al llegar a casa, aún sabiendo que su padre no estaría, revisó su despacho y el salón, las dos habitaciones en las que siempre se encontraba. Sin embargo, la casa estaba completamente desierta. Se sentó en una silla de la cocina, exhausta al revivir mentalmente aquella situación que había ocurrido tantos años atrás.

Recordaba cómo la policía había revisado toda su casa, incluso su habitación. Cómo los policías le miraban con indiferencia, como si fuera una prueba más del caso, y no una niña asustada que no entendía por qué hostigaban a su padre. Los murmullos de los vecinos eran igual de claros como si los estuviera oyendo en aquel momento. "Seguro que ha sido él, siempre me ha resultado una familia extraña", "Ese hombre tiene los ojos del demonio", "Seguro que su hija acabará siendo igual, solo hay que ver lo callada que es".

Todos aquellos rumores, leyendas y miradas le habían perseguido desde una edad muy temprana, y por esa misma razón pasaba casi todo su tiempo fuera del pueblo. Sabía que al menos en el bosque no había ojos que la miraran, ni palabras que la acuchillaran, y a pesar de eso, aun bajo los árboles de abeto, sentía la presencia de aquello que rodeaba a su familia desde que el hermano de Maya desapareció. 

Las voces del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora