Capitulo 8

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Una mujer alta, con el cabello castaño, los ojos verdes y un vestido rojo con dorado me miraba de una forma tranquila, sus brazos los tenía extendidos hacia mi y sus zapatos de tacón sonaban por la habitación acercándose a donde me encontraba

—Hija mía, al fin llegas, te estábamos esperando—Dijo de nuevo, llego al frente de mi y sus brazos se apresuraron a cerrar el espacio con un fuerte abrazo.

Aaron acababa de llegar, posicionándose a mi lado, pit estaba a mi otro lado mirándome de soslayo.

—Disculpe, sin ser grosera ni nada...—Dije, aún con los brazos de la mujer en mi cuello— No la conozco de nada, y usted no es mi madre.

Aaron nos dio una mirada a ambas, dando una reverencia y siguió su camino hacía una puerta situada al fondo de la habitación en la que nos encontrábamos.

—Oh, disculpa...—Dijo la mujer separándose de mi—a veces la emoción me gana.

Me dio una sonrisa y le dio una mirada a un guardia que estaba situado en otra puerta al lado derecho de mi.

—Dile que llegó— pronunció ella, al instante el guardia asintió, abriendo la puerta y perdiéndose en ella.

—En que estábamos.... a si, no nos conocemos aún, y lógicamente no soy tu madre, solo que tengo esta mala costumbre de tratar a todas las personas que están en mi reino como hijos e hijas míos.

—Eres... una reina—mis ojos se abrieron y al instante traté de hacer una reverencia pero fue la peor cosa que hice en toda mi existencia, no sabia que tan bajo o alto tenía que estar así que baje hasta que las rodillas tocaron casi mi pecho.

—Oh, no tienes que hacer eso, con un saludo amable me conformo hija... o ¿como prefieres que te llame?
Tenía la sensación de que ella esperaba a que dijera mi nombre, pensaba que ella ya sabía como me llamaba.

—Blum esta bien para mi majestad.

—Llámame Diane— tomó mi mano y me empezó a guiar por la habitación visualizando pinturas de diferentes formas, no era tan angosta pero tampoco tan amplía la habitación, intentaba encontrar al anciano pit pero había desaparecido.— No está. Es nuestro consejero y necesita estar con el rey ahora mismo así que no está aquí.

Me había respondido como si hubiera escuchado o entendido mis miradas por toda la habitación.

—oh, esperaba que me podrían propiciar información de mi estancia en este plano o reino de las sombras majes... Diane.

—Me temo que aún no es el momento para ese relato mi pequeña niña, pero lo que si te puedo contar es la historia de los amantes en la luna.... es un Bella historia que contamos aquí para que los niños y niñas se duerman.

Seguíamos recorriendo la estancia, observando una por una las obras que estaban en la pared hasta que nos detuvimos en una pintura en la cual se encontraba una joven y un joven tomados de la mano mirando el cielo lleno de estrellas, a primera vista se observaba las miles de estrellas en el cielo azul oscuro.

La señora Diane empezó a relatar.

—Érase una vez una pequeña niña, con los cabellos mas largos que podrían haber visto en el reino, era de un rubio que brillaba y lucia mágico al igual que sus ojos similares a la esmeralda brillaban con el sol. Aquella niña era una princesa en un reino muy muy lejano a este, y sus padres nunca la dejaban salir del castillo, su mayor sueño era descubrir el mundo de afuera. La princesa Cathely como se hacia llamar, al cumplir sus quince años, le regalaron un telescopio y un conejo como mascota, aquella princesa nunca había cuidado un animal o siquiera había visto uno en persona, sus padres eran muy estrictos a la hora de cuidar la imagen de la princesa y tener una mascota "le quitaba la elegancia "decían. La Niña creyó que sus padres estaba reconsiderando todo lo que ellos creían, pero cuando intento salir del castillo su sorpresa fue que aun seguía encerrada, sin libertad..

Desde las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora