Destino

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Un grito apagado se pierde con mesura a través de un eco desgarrador en la inmensidad abrumadora de una estructura arraigada en la penumbra, a su vez, se mostraba como una figura lívida y demacrada se desvanecía en la negrura de la piedra, dejando en soledad a su contrincante victorioso; ella jadeaba con pesadez, temblando sin soltar el agarré desesperado sobre su espada y escudo, sintiendo como el sudor se mezclaba con la sangre, empapando su rostro y parte de su armadura maltrecha.

—Se... ah.. acabo... —es lo único que puede decir mientras cae de rodillas al suelo, jadeando y cubriéndose en cenizas, sintiéndose humana por primera vez en mucho tiempo. Lo había logrado, acababa de vencer a Gwyn, antiguamente señor de la luz, conocido en sus últimos días como el señor de la ceniza; después de tan extenuante travesía, finalmente su largo viaje había llegado a su fin.

No dice palabra alguna cuando se levanta del suelo, sus cabellos rubios oscurecen su mirada mientras aún jadea con cansancio, luchando por recuperar el aliento; se tambalea en más de una ocasión, sin embargo, no se da el lujo de caer; sus pies se mueven con lentitud hundiéndose levemente en el mar de cenizas, la mirada al frente, enfocada en el centro de las ruinas consumidas, observando al grupo gigantesco de estalactitas rodeando al rastro circundante y en espiral de la arena grisácea donde una pequeña espada derruida por el óxido descansaba pacientemente... esperando.

¿Qué estoy haciendo?... —se pregunta deteniéndose a medio camino aun mirando fijamente al túmulo de estalactitas, la última hoguera en el centro, solo tenía que tocarla y avivaría el fuego, trayendo una vez más a la era de luz erradicando a la oscuridad que se habría paso lentamente como una herida infectada... ese era su deber, para aquello había luchado tanto... había perdido tanto... era una no muerto, afligida por una maldición, enviada a estas tierras con ese propósito, esta era su misión... su destino... o al menos eso le habían dicho...

"Debes suceder al Gran lord Gwyn, traer las grandes almas de los demás lords y vincular la primera llama, para así ponerle fin a la era de oscuridad".

Eso le habían dicho...

Se dejo caer una vez más sobre el suelo, arrojando sus armas hacia la nada con ira y tristeza, abrazándose a sí misma... todo su cuerpo se estremecía, temblando ante un frio inexistente.

¿Sacrificarse por este mundo?

"Debes destruir al desvanecido Lord Gwyn, que se a aferrado al Fuego y negado a la naturaleza, y convertirte en el Cuarto Señor, para que puedas marcar el comienzo de la Era de la Oscuridad".

Entre el silencio se oye una pequeña risa.

¿El cuarto señor? ¿Era de la humanidad?

Las lágrimas fluyen de la sombra en sus ojos apagados, bajando por sus mejillas hundidas hasta su armadura y el suelo.

¿Esas eran sus únicas opciones? ¿Por qué abría de importarle el mundo? ¿Por qué si quiera ese era su destino?... un chiste... todo esto era un mal chiste.

Su risa silenciosa va en aumento, rompiéndose en una carcajada, seguida por golpes constantes contra la brumosidad del suelo; la ceniza se levanta con cada impacto cubriéndola aún más sin decoro.

Estupideces... todas eran estupideces ¿Destino? No... este no era su destino... aquello no existía, no tenía destino alguno, solo tuvo la suerte de sobrevivir, de levantarse una y otra vez, de ser lo suficientemente fuerte para llegar hasta este punto, de ser lo suficientemente estúpida para aferrarse a la idea de que su existencia realmente valía para algo. No puede recordar quien era antes de la maldición... a penas y sabia su nombre, creyó que este viaje, que ese mencionado "destino" le daría las respuestas que tanto anhelaba... pero solo encontró un vacío inmenso en las tinieblas que consumían estas tierras, uno mucho más grande que la marca en su costado que palpitaba hambrienta de almas y poder; solo era una herramienta, utilizada por las mismas entidades que envenenaron este mundo para corregir sus errores... Y aquello no era una tonta revelación que obtuvo gracias a una auto contemplación existencialista en los momentos más cruciales de su última batalla... no.... ella ya lo sabía, lo supo desde el momento en el que salió de aquella mazmorra en la que debía pudrirse hasta el fin de los tiempos, desde el momento en que toco aquellas campanas, desde que conoció a aquellas serpientes rastreras y cobardes, desde que cruzo los confines de las profundidades y de los propios cielos en busca de aquellas almas corrompidas... siempre lo supo... era plenamente consciente de que todo su recorrido estaba escrito por la mera fortuna de encontrar la aguja en el pajar... era desechable, reemplazable, si ella no podría ya vendría otro.

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