Oh My God

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—Bájate —su "amigo" le ordenó.

Obedeció con mala gana, siendo seguido por un rubio de voz grave; GeonHak.

Las risas de los niños era lo que más se escuchaba en el lugar, era extraño ver niños en un parque tan feo y descuidado. Al menos pronto va oscurecer para que todos se vayan.

—Las indicaciones son claras en la nota —dijo el otro—, te estaré vigilando.

Asintió no muy convencido cuando leyó la nota con dichas instrucciones, que no eran tan claras, sólo venía escrito lo que sería su "diálogo". Lo bueno era que antes de venir al parque le dijeron lo que debía hacer, así que no importaba.

Avanzó a la banca dónde estaba un joven sentado, sólo miraba de reojo pues su vista iba en aquella nota para memorizar. Cuando se posicionó al lado de la banca con el castaño se arrepintió de no tener la nota cerca y la sacó, después daría excusa del porque la tenía.

—Hola soy el chico de aquella cuenta de internet —leyó la nota en voz alta —. ¿¡Yeosang!? —gritó tan pronto quitó su mirada del papel.

—¿¡Hongjoong!? —estaba confundido.

Busco a GeonHak con la mirada, necesitaba hacerle señas sobre cancelar esto. Debía alejar al menor también.

—Que extraño, me equivoque de persona —dijo el mayor con una sonrisa apenada—. Es una coincidencia bastante graciosa ¿verdad?

—No importa —sonrió aliviado—, en realidad me da más confianza que estés aquí.

No había rastro, pensó que de seguro estaban cerca de ejecutar el plan. Algo tenía que hacer para que se fuera ya.

—Lo que pasó ayer con tu hermano —dudó si era buena idea, no quería lastimar tanto—, fuiste muy aprovechado con él.

Yeosang sintió aquello como un puñetazo, esos que le daban sus compañeros sólo porque sí. No quería escuchar lo que todos decían.

—Entiendo tu enojo, pero no es justificación para golpear a tu hermano ciego —continuó hablando—, no quiero tener nada que ver con alguien así.

Eso era una paliza completa, estaba sangrando.

—Entiendo, te pido una disculpa —susurró.

Hace mucho tiempo que se rindió en convencer a las personas de que su hermano mayor no era una dulce oveja como todos lo miran, era inútil.

Se levantó de la banca para caminar rápido a una parada de autobús, sentía ganas de llorar pero se negaba a hacerlo frente al otro así que se fue corriendo. Entre más avanza se ponía más oscuro y tampoco estaban los niños de antes jugando. Iba tan sumergido en sus pensamientos que no se dio cuenta de lo solo que se encontraba el parque, ni tan poco de los chicos que lo seguían hace unos segundos.

—Oye bonito —una gruesa voz lo llamó—, ¿quieres pasear un rato?

Detuvo su caminar, miró al chico unos segundos dándose cuenta de lo atractivo que era y además le había dicho que era bonito.

—Lo siento, no tengo ganas —negó apenado.

Iba a continuar su camino a la parada de autobús hasta que dos hombres de aspecto nada amigable se pusieron frente a él, dio la vuelta para evitarlos pero otros dos estaban ahí para atraparlo.

—Entonces por las malas —murmuró el mismo chico.

Después de esas palabras intentaron tomarlo entre los cuatro hombres, tuvo la suerte de empujar a uno de ellos con toda su fuerza para abrir una escapatoria y huir.

DÍAS DE LLUVIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora