Prólogo

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—¿Por qué estoy aquí? —gruño en cuanto me quitan las esposas que se plasmaron en mi piel por resistirme a ser traída aquí

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—¿Por qué estoy aquí? —gruño en cuanto me quitan las esposas que se plasmaron en mi piel por resistirme a ser traída aquí.

No se lo dejaría fácil.

Tenía que pelear.

Poner resistencia.

Estaba muy cómoda en ese cuarto oscuro, no pueden simplemente sacarme cuando se le dé la reverenda gana. Yo tengo una rutina y la interrumpieron. Estaba en medio de mi meditación de media mañana. O lo que creo que es la media mañana. No tengo un reloj para saber la hora exacta.

—¿Deseas algo de desayunar? —pregunta el rubio robusto, de músculos grandes y gran altura. Él sabe que no me dan comida todos los días. Se está burlando en mi cara. Maldito. Es un insolente que debería agradecer que estoy débil porque o si no ya estuviera escupiendo sangre de su boca con unos cuantos dientes rotos y una gran factura que le llegaría por parte de su dentista.

—No.

—Vamos, —ríe por lo bajo, sin ganas. Por no sé qué mierda—. Mírate estas peor que cuando llegaste.

Oh, eso.

No estoy en mi mejor momento.

—¿Y eso te molesta?

—Claro que lo hace, no puedo siquiera seguir viéndote.

—Deja de verme —No logro distinguir si mi respuesta le gustó o disgustó. Mantiene su mirada de color miel en mis ojos, expectante por lo que diré, debería agradecerme por darle una solución a su problema. Es su culpa que este aquí y en estas condiciones—: Que me hayan sacado de la habitación en la que me tenían encerrada para verte la cara, no es necesariamente un placer que digamos. —Reviso mis uñas que están mal recortadas por habérmelas mordido. Suciedad y sangre son el diseño que llevo luciendo semanas—. No tengo demasiado tiempo y energía para gastarla en ti ¿Qué quieres de mí?

Miro al vidrio oscuro frente a mí, detrás del sujeto indeseable a mi vista. Sé que otros me ven desde el otro lado. No sé quiénes son, pero estoy segura de que me odian y me quieren ver muerta.

—No estás aquí para exigir.

Vuelvo la mirada al ceño fruncido del hombre sin paciencia que se sienta al otro lado de la mesa. Frente a mí.

Mi fatiga y falta de agua en mi sistema no me mantendrán despierta unos minutos más. Debería estar recostada en el colchón, descansando, durmiendo y alejándome de esta realidad.

No digo nada, solo lo miro directo a sus ojos. Me aferro a mi derecho al silencio.

Ojos color miel.

Ojos que en él se vuelven malditamente diabólicos, alguien como él no debería tener ese color de ojos.

Mis pies descalzos se topan entre sí debajo de la mesa, la habitación es fría, la camisa sucia que tengo puesta no hace nada por cubrirme el culo que lo tengo congelado. La silla de metal enfría mi piel cada que me remuevo.

—Deberías tomar un baño, estas mugrosa —Hace una mueca de disgusto.

Estoy como la peor basura que puede haber, no depende mí.

Mi estado es exclusivamente culpa de él.

Considerando que es el que manda aquí o por lo menos tiene el rango más alto, es el responsable de todo lo que he sufrido.

—Este lugar no es un hotel ni siquiera de media estrella —Bromeo para mis adentros, en el exterior estoy perdiendo la paciencia con él, señalo las paredes oscuras y la poca iluminación—, deberían invertir más en su lugar de trabajo.

—Hasta ella se da cuenta que este lugar está en decadencia. —comenta sarcásticamente una voz que proviene del de otro lado del vidrio oscuro.

—Esto parece una tarde té de viejitas de 70 años, —comento para ignorar el frio que me recorre el cuerpo y lo debilita—, siento que estoy muriendo en vida. Hablas mucho, lo único que haces es comentar lo obvio y hacerme perder el tiempo.

—No, tú eres la que hablas demasiado y —Desde el otro lado de la mesa recorre la parte de mi cuerpo visible con su mirada—, te ves como si estuvieras muriendo en lentamente.

—¡Es que me desesperas! —exploto pasando las manos por mi cabello enredado, descanso mi cabeza en ellas, miro a la mesa de metal que apenas emite un reflejo de mi cara—dime ¿Por qué estoy aquí? ¿Ya van a matarme? Porque la verdad deberían hacerlo. Ahora.

Van a perder la oportunidad.

Estoy a punto de desmayarme, respiro lento y con pausas largas. Mi cuerpo se debilita de a poco. Como lo ha hecho estos últimos meses, cada día. Cada hora. Cada segundo. Cada maldito milisegundo.

—Tienes que matar a alguien —Escucho decir a lo lejos.

¿Por qué se está yendo?

¿O no lo hace?

Mis párpados se cierran, mis manos pierden fuerzas, no logran mantener ni el peso de mi cabeza. Dejo que mi cabeza se pose encima del metal frio, cierro mis ojos y me concentro en el ruido de mi respiración.

He resistido demasiado, creo que es un buen momento para dejar de resistirme a mi inevitable destino. He aplazado mucho este momento. Lo intenté. Soy humana y nadie hubiera resistido tanto como yo.

No debí jugar con él.

Había escuchado del nuevo pakhan queriendo vengar a su padre.

Creí que podría manipular a Hunter Borsotv, sabía que tendría una celda con mi nombre y que estaría semanas encerrada. Creí que antes de que me mandara a ese agujero, lo tendría en la palma de mi mano. No contaba con su desaparición luego de su extenuante y persistente persecución.

—No podemos perderla —dice alguien desde muy lejos, es una voz diferente a la de Hunter Borsotv.

—No creo que resista.

—Lo hará —asegura.

No lo haré.

No lo haré

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Reyes Perversos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora