Capítulo 30: Invitación hacia la destrucción

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Aaron

Dos traidores.

Dos de mis soldados.

Apuntándose con su arma en la cien.

Esperando a nuestra llegada.

Sus vidas han sido extendidas por la orden de no matarlos que emití. Todos los soldados que dicen jurar lealtad le apuntan con sus armas, los rodean. Hombres que no tienen piedad. Bestias nacieron cuando le dieron la espalda, ignorándolos. Haciendo como si no los vieron, mirando a un lado. Pelearon por sus vidas sin saber porque lo hacían. No tenían un rumbo. Buscaban un camino. Nunca encontraron uno. Se desvanecieron o nunca existieron.

Los traidores mantienen el gatillo presionado.

Les tiemblan los dedos.

No quieren terminar con sus vidas.

Deben hacerlo, seria los mas inteligente. Lo último inteligente que harían.

—No se suicidarán —Meg se adelanta con dos armas, una en cada mano—. No hasta que me digan quien los envió.

Sangre.

Rugidos de dolor.

Armas ensangrentadas caen a los pies de los traidores.

Los desarmó con dos disparos certeros.

Es una secuencia rápida que nadie pudo ver venir.

—Que no mueran —ordeno viendo como Meg baja las armas.

Sentados, presionando un trapo para detener la hemorragia de sus manos destruidas, miran como la mujer a la que pensaron podían llevársela los mira desde arriba.

Meg emite serenidad y calma.

Ellos aborrecen que una mujer les haya disparado.

—Un coño. —El cadáver se ríe como un maniaco—. Un jodido coño —Vocifera. Mira detrás de ella, se paraliza y por un momento la locura de sus ojos se esfuma. Nos ve a los cuatro, justo detrás de ella. En su órbita. A su alrededor. Su locura regresa, recordando que haga lo que haga sus minutos están contados, el deseo de su muerte vuelve y prosigue destilando veneno— ¿Están poniendo a esta zorra al mando de todos sus hombres? —La mira con repugnancia, recorriendo todo su cuerpo con ojos enloquecidos— ¿Dejas que destruyan tu culo con sus vergas? ¿Qué te ahoguen con sus pollas? ¿Al mismo tiempo? ¿Dos a la vez? ¿O puedes tomarlas todas a la vez? ¿Qué te llenen de semen el coño? ¿Sus vergas han llenado de semen cada unos de tus agujeros para obtener poder? ¿Dejas que te rompan el coño?

Sin darme cuenta estoy a punto de quebrarla el cuello con mis manos. Gorgoteos desagradables salen de su boca. Las venas de su cuello se brotan y gotas de sangre y sudor ruedan por toda su piel.

—Fáltale el respeto una vez más. —susurro cerca de su oído— Hazlo —desafío. Antes que pierda el conocimiento lo suelto dejándolo respirar. Se ahoga con el aire que se pelea por llenar sus pulmones. Escupe sangre cerca de mis zapatos, casi enunciándolos.

—No has metido tu verga en ella —Escupe en mi zapato intencionalmente. Lo ensucia, la sangre rueda por la antes brillante y limpia superficie.

—Solo necesito vivo a uno de ustedes.

Con una navaja en la garganta mueren las palabras.

La dueña de la voz y mano que lanzo la navaja se acerca, la saca dejando que la sangre escape del cuerpo del hombre que se ahoga con el liquido rojo.

Escupe tratando de respirar.

Ensucia mis zapatos con su inmunda sangre.

—Llévenselo.

Reyes Perversos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora