I.R.

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Era un día como cualquier otro, igual de solitario y triste como lo habían sido sus 7 años de existencia. No tenía mucho que hacer en el calabozo desde que Zarist había cerrado el paso de los animales que solían pasar por un pequeño hueco del pasillo, ahora lo más interesante era mirar por la pequeña rejilla que estaba sobre el. El cielo era su principal entretenimiento, a veces tan claro y despejado, cubierto por un azul infinito y vibrante. Otras veces era gris y oscuro, y era cuando comenzaba a llover, odiaba esos días por que tenía que acostarse en suelo frío y mojado. Pero aún así amaba el cielo, amaba sus colores y como cambiaban durante el día, con tonos azules, naranjas y morados. Le habían sentirse ligeramente vivo.

A veces se preguntaba si algún día podría estar en el cielo junto a las aves y mirar las nubes de cerca, o si las podría tocar para sentir lo esponjosas que estarían. Le gustaba pensar que algún día podría salir e ir con su padre a pasear, que los malos tratos desaparecerían y que lo dejará de ver como si fuera una rata. Como olvidar aquella vez en un ensayo de ballet, se había escuchado el grito de una señora seguido de otros de algunas más, Zarist le hizo parar de bailar para abrir la puerta y saber a qué se debía el escándalo, pero en cuanto la abrió una rata entró corriendo mientras unos hombres le seguían. La cara de asco y horror que el zarista puso fue la misma con la que sólo a mirarle, como un animal sucio y desagradable del que se quería deshacer.

USSR- Ojalá pudieras hacerlo. - Unas gotas comenzaron a caer y le mojarón el rostro. - No quiero molestarte más. - Se sentó sin dejar de ver hacia el cielo, las gotas comenzaron a aumentar mojandole los hombros y el cabello. Tal vez odiaba dormir en el suelo mojado, pero le gustaba sentir la lluvia, era rara la vez que le dejaban hacearse y aprovechaba la lluvia para tallar algunas manchas, tal vez así ya no parecería tan asqueroso a los ojos de su padre.

La lluvia cada vez era más intensa, y las gotas comenzaron a ser más grandes, causándole dolor cada que chocaban contra su piel. No quería apartarse, no hasta estar lo suficientemente limpio. Pero el cielo se iluminó por rayo y un estruendo le retumbo en los oídos.

Se apartó rápidamente, chocando con las rejas de metal, el ruido le había asustado demasiado y sentía su corazón latir con fuerza mientras respiraba agitadamente. Estaba acostumbrado a los truenos, pero siempre se asustaba con el primero.

Agradeció hacerse apartado, pues las pequeñas gotas se convirtieron en pedazos de hielo que rebotaban con fuerza en el suelo. Lamentablemente no podría dormir.

Solo observo durante varias horas como el suelo se llenaba de esas gotas convertidas en hielo que lograban posar por los huecos de las rejas. No tenía dónde esconderse y lo único que le quedaba era pegarse a la pared más alejada para no resultar lastimado.

El sueño le estaba ganando a pesar de estar sentado en un charco de agua. Estaba incómodo, pero el cansancio que sentía era agobiante.

Unos pasos se escucharon provenientes del largo pasillo. Era extraño tener visitas en un día lluvioso, y más con una lluvia tan fuerte como la de hoy. No se quiso mover, si era Zarist y lo veía cerca de la reja volvería a pensar que estaba de entrometido y le reprenderia por eso. Trato de fingir que dormía, cerrando los ojos al escuchar los pasos más cerca. Pero era un pequeño niño, fingir estar dormido no funcionaba si abrías "discretamente" un ojo y lo volvías a cerrar cuando veías que un extraño te observaba con atención.

- Hola pequeño. - Esa voz tan parecida a la de Zarist, pero dulce y calmada. Era la primera vez que alguien le hablaba así. - Ya ví que estás despierto.

Abrió los ojos de par en par, esos grandes ojos que lo caracterizaban y esos ojos que su padre odiaba.

Lo primero que vio fue un ojo azul que resaltaba en la oscuridad, brillaban por la pequeña luz de la vela que el contrario traía en manos. Aquel que estaba del otro lado de su celda era como el, un país, tal vez un estado. Pero era diferente a los que había visto, claro, USA era amable y le ayudo sin siquiera mirarle con asco, se preocupa por el. Pero siempre tenía esa mirada extraña, como si estuviera triste por verlo. En cambio aquel que estaba frente a el le miraba como si realmente estuviera feliz de verlo.

- Ven, acércate, no tengas miedo. - Le llamo como nunca nadie le había hablado. Sin tenerle...lastima.

Se acercó poco a poco logrando ver a aquel país alto, igual que su padre, pero con diferentes colores, blanco, azul y rojo,y un parche amarillo en su ojo. Y su ojo azul que brillaba se lleno de alegría cuando estuvo lo suficientemente cerca.

- Ven, vamos a cambiarte de celda. - Saco unas llaves abriendo con prisa la puerta. Debía de ser alguien importante como para tener las llaves de su celda.

El desconocido se acercó se agachó tratando de tocarlo, solo pudo cubrirse con rapidez esperando un golpe, pero nunca llego. En cambio sintió como unos brazos lo rodeaban para levantarlo del sueño, envolviendolo en un extraño calor que no sabía que quería.

Se aferró con fuerza a las ropas del mayor, cerrando los ojos disfrutando esa comodidad momentánea.

Tan cálido...

Volvió a abrir los ojos cuando sintió que lo recostaba en lo que parecía ser una cama. Se sorprendió al ver otra celda pero con una cama, pequeña y algo dura pero era mejor que el sueño. No tenia una reja en una orilla del techo, en cambio había una ventana en la pared, justo a la mitad y apenas y se pasaba el agua.

- Está más cómodo aquí ¿No lo crees? - Le extendió un camisón que se encontraba doblado al pie de la cama.

Lo tomo inseguro, parecía tan cómoda y caliente, suficiente para pasar la noche sin tanto frío. La cama tenía sábanas y una cobija, bastante acogedora. Podría dormir sin ningún problema está noche, tal vez hasta mejor que otras noches.

USSR- Gracias. - Se apresuró a cambiarse, estaba acostumbrado a hacerlo frente a su padre. Unos años después entendería que eso no era normal.

- ¿Cenaste algo hoy? - Pregunto después de que el menor terminará de vestirse. - Con este clima es mejor dormir con algo en el estómago.

El mayor ni espero respuesta, simplemente saco un pan de entre sus ropa y se lo entrego. Parecía estar recién hecho, sueva y caliente, nunca había comido uno así. Se apresuró en darle una mordida, tenía demasiada hambre, ya llevaba 2 días sin alimento.

- Es lo único que pude traerte. - Le revolvió el cabello con cariño, ese gesto que parecía ser algo común significó tanto para él. Una muestra de cariño que nunca había tenido o por lo menos no tan cerca pues nunca solían tocarlo cuando salía y era difícil el contacto dentro de la celda. USA apenas y podía pasarle algunas cosas. - Has crecido mucho.

USSR- ¿Usted me conoce? - Pregunto con bastante duda pues no recordaba haber visto a alguien igual que aquel país, solo a su padre.

- Algo así. - Con una mano limpió las mejillas del menor que estaban llenas de migajas. - Digamos que conozco a tu papá.

USSR- ¿En serio? - Esa noticia lo asustó. ¿Y si él le contaba a su padre lo que pasó hoy? ¿Si le contaba que trato de escapar? ¿O si lo convencia de que le fuera un castigo?

- Tranquilo, se cómo es Zarist, y no le pienso decir nada. - Tomo la cobija de la cama para colocarsela en los hombros al menor y así tratar de que se calmara. - Conozco muy bien a mi hermano y no quiero que te haga daño por mi culpa.

USSR- ¿Her...hermano? - Si, sabía lo que era un hermano, USA se lo explico, pero no pensó que su padre tuviera uno.

- Si, yo soy el hermano mayor de Zarist, I. Ruso. - Se presentó haciendo un ademan, estirando la mano al final para que el contrario la tomara. Sonrío cuando una pequeña risa se escuchó y una mano le envolvió la suya. - Por ende también soy tu tío.

USSR- ¿Que es un tío?

I.R- Alguien que te va a cuidar hasta donde me sea posible.

vale madre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora