Te amo

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El prusiano se encontraba recostado en su cama con un notable cansancio reflejado en su rostro, aún así mantenía una sonrisa para su pareja, esforzándose para que Zarist no se diera cuenta de su verdadera condición, pero era inútil, pues las grietas que iban asomándose por su cuello eran una clara señal de que nada iba bien. Además de que la insistencia del ruso por luchar contra la enfermedad era cada vez más frecuente y, hasta cierto punto, tediosa.

— Prusia, cariño, tienes que hacerlo, como siempre lo hemos hecho. — Se hallaba sentado en una silla cerca de la cama. Sostenía una de las manos del pelinegro, acariciándola con suavidad, esperando que eso aliviará el dolor de las grietas. - Acepta el cambio de los humanos, tu bandera cambiará, tu nombre también, pero nos acostumbraremos a esto, como siempre lo hacemos.

— Amor, no me insistas, lo que me pides es...es complicado. — Suspiró al ver cómo la sonrisa del ruso desaparecía. — No es lo mismo que siempre pasa, el país tiene que avanzar y necesitan una nueva representación.

— No la necesitan, has manejado todo durante tantos años, las cosas marchan bien contigo a cargo, tú puedes... — La mano que antes sostenía se fue de entre sus dedos para tomarle de su mejilla, llamando su atención para que parará. — Tú todavía puedes...

— Sabes que lo haría, daría todo para pasar cientos de años a tu lado. — Sonrió al ver que el contrario le sonreía, aunque fuera una pequeña curvatura, era sincera. — Pero mi hijo moriría si actuó de manera egoísta.

Y ahí estaba lo que temía, una pequeña y rápida microexpresión que realizaban sus cejas cada vez que mencionaba a su hijo, aquel que era el centro de sus últimas discusiones desde que enfermó.

— Zar, no empieces. — Advirtió, pellizcando con fuerza su mejilla, sacándole un pequeño quejido al tricolor.

—No iba a hacerlo. — Dijo casi en un puchero, pero mirandole con amor. A pesar de estar enfermo seguía tan enérgico como siempre. Hace unos años podían pasar horas peleando con la espada, casi como si bailarán un vals. Pero ahora apenas y podía hacer sus labores, y tenía que descansar varias horas para poder continuar. — Estás muy cansado como para discutir.

Era un tema delicado, pero era inevitable mencionarlo. La preocupación de Zarist crecía cada día, al punto en que ahora vivían juntos a escondidas de su gente.

Se podía ver lo incómodo que se ponía Prusia con el tema. Ver a su pareja tan preocupado era algo que nunca creyó ver y eso significaba que estaba peor de lo que pensaba.

Prefería hablar de cualquier cosa. Necesitaba hablar de lo que sea con tal de evitar ese rostro lleno de tristeza.

— Hubieras sido un buen padre. — Dijo el alemán con notables nervios después de estar 5 largos minutos en silencio.

— ¿A qué viene eso? — Le miró con intriga, sabiendo que quería cambiar de tema, pero el esperaba algo más normal que eso.

— No lo sé, trate de imaginarte siendo padre y conociéndote le cumplirás cada cosa que te pidiera. — Se acomodo en su lugar, sentándose y atrayendo sus rodillas para recargar su cabeza en ellas. — ¿No crees que serías así?

— Mmm, no lo sé. — Posó su brazo en su pierna para poder recargar su cabeza en la mano, mirando con atención los ojos azules del prusiano que esperaba atento por las respuesta. — Si yo tuviera un hijo, sin tener el peligro de morir por criarlo, entonces si lo haría. Sería un niño muy mimado que nadie se atrevería a tocar.

— Si que lo sería.

Ambos se sonrieron mientras acercaban sus manos para entrelazar sus dedos, esperando que estos momentos no terminarán tan pronto, ignorando por un momento que la vida de bicolor terminaría en cualquier momento, tal vez ni siquiera viviría el siguiente año.

vale madre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora