1- Su llegada.

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La mansión de los Sakamakis estabá tranquila, lo que erá inusual debido al conjunto de temperamentos que está guardaba en su interior, pero desde que la última novia sacrificada murió, los hermanos no han tenido mucho que hacer, la rubia había dejado un vacío en la casa, ya no había nadie a quien perseguir en los momentos aburridos del día y de la noche, ya no tenían ningún juguete con el cuál entretenerse.

Lejos de la sombría mansión, un hombre elegante, de largo cabello rosa blanquecino, caminaba de la mano de una pequeña niña de unos cuatro años, la cual vestía un vestido blanco con algún encaje azul, que desentonaba con su morena melena, junto a diferentes accesorios, mientras que en su otra mano, el hombre portaba una pequeña maleta con los objetos personales de la niña.

-¿Dónde vamos, Sr. Sakamaki? - Preguntó la niña alzando la mirada al hombre con una tierna sonrisa.

-Vamos a casa, dónde están mis otros hijos - dijo el hombre con una delicada sonrisa antes de detenerse delante de un coche, del cual abrió la puerta del copiloto, dejando la pequeña maleta en la parte de atrás antes de ponerse en marcha.

-Reiji, esa persona vendrá dentró de un momento - dijo un desgarbado Shuu entrando en el salón donde se encontraba su hermano leyendo, junto a un par de sus medio hermanos.

-Tsk, que molestia - masculló Subaru antes de lanzar el dardo que tenía en la mano, dándole paso a Ayato.

-¿Se puede saber para que narices viene? - Preguntó el pelirrojo mirándo de reojo con fastidio al mayor de los hermanos.

-¿Cómo quieres que lo sepa? - Preguntó esté de vuelta dejándose caer sobre uno de los sillones de la habitación.

-Eres tú quien ha hablado con él, al fin y al cabo - dijo Reiji sin molestarse en apartar la mirada del libro que sostenía en las manos.

- No ha dicho nada, además no me interesa lo más mínimo.

-Que extrañó - dijo el moreno con una pequeña sonrisa cínica, cerrando el libro con una mano antes de levantarse de su sitio.

-¿Usted no estará en casa? - Preguntó la pequeña niña mirándo los movimientos de ese hombre al conducir.

-Puedes llamarme papá, Sayumi - dijo el hombre dedicándole una sonrisa, aunque no la mirase por tener la vista fija en la carretera.

-Entonces...¿no vas a estar en casa, papá? -murmuró la niña con una pequeña sonrisa y las mejillas levemente sonrosadas.

-No, debido a mí trabajo te podré ver solo en ciertos momentos que tenga tiempo, pero mis hijos se harán cargo de tí, no te preocupes - dijo el hombre llevando una de sus manos al pelo de la niña, la cual sonrió aún sonrosada.

-¿Llegamos? - Preguntó la niña poniéndose de rodillas sobre el asiento del coche, en el momento en que atravesaron las rejas de la entrada.

-Así es.

-Es muy grande - dijo la niña con sus pequeñas manos apoyadas sobre la puerta del coche, con la naríz prácticamente pegada al frío cristal.

-Ven, vamos - dijo el hombre ignorando el comentario de la niña, y saliendo del coche antes que ella, cogiendo su maleta de la parte de atrás, para después coger a la niña de la mano, llegando a la puerta que se abrió sola ante su llegada.

En un instante, todos los Sakamakis estabán reunidos en la entrada de la mansión, Shu y Reiji encabezaban a los hermanos, mientras Subaru y Kanato estabán sentados en las escaleras, el pelimorado, más al final y de cara a los recién llegados, mientras Subaru estabá a la mitad de ellas, y con las piernas estiradas sobre el escalón, con la espalda contra la barandilla, a diferencia de Ayato y Laito, los cuales se encontraban detrás de los mayores, esté último apoyado sobre el final de la barandilla al lado de su trillizo menor.

-Un placer veros, chicos - dijo el hombre casi siseante, mientras la niña permanecía casi oculta detrás de sus ropas, con las mejillas algo sonrojadas.

-¿Qué es esa cosa? - Preguntó Kanato, mirando a la niña con una fulminante mirada, que hizó que está se escondiese más detrás del hombre.

-No es una cosa , Kanato-kun, es vuestra nueva hermana - dijo el hombre casi sonriendo ante la cara de perplejidad de sus hijos.

-¿Hermana? - Preguntó Reiji acomodándose las gafas.

-Así es, y ahora debo irme, tengo un asunto que atender, volveré la semana que viene, sobra decir, que esta rotundamente prohibido, dañarla - dijo fulminandoles a todos con la mirada.

-Descuida - dijo el moreno de los hermanos, en el momento justo antes de que Tougo desapareciese de la habitación.

-Con que una hermanita...- dijo Laito con una sonrisa divertida acercandose con lentos pasos a la pequeña.

-Soy Sayumi...- dijo la niña retorciéndose los dedos, con la mirada baja, y las mejillas completamente sonrosadas de la vergüenza.

-Que adorable - dijo Laito agachandose a su altura haciendo alzar levemente la mirada a la niña, que automáticamente evadia su mirada, sin dejar de retorcer sus pequeñas manitas.

-¿Qué vamos a hacer con esta cosa? - Preguntó Ayato colocándose delante de sus hermanos mayores, dándole la espalda a la pequeña morena, y señalandola por encima del hombro con un dedo pulgar.

-No soy una cosa...-susurró la niña con las mejillas algo infladas llamando la atención de los hermanos, que se mantuvieron en silencio hasta que Reiji habló.

-¿De dónde te ha sacado ese hombre? - Preguntó observando fijamente a la niña, la cual bajo la mirada con una pequeña mueca infantil en los labios.

-Orfanato God Children, del pueblo de al lado...- murmuró aún con la mirada en sus pies.

-¿Tus padres? - Preguntó Shu, alzando por primera vez la vista a la niña.

-Ellos son angelitos allí - dijo la niña con una inocente sonrisa señalando con todo su brazo hacía arriba.

-Supongo que no habrá más remedio que hacerse cargo de ella - dijo Subaru dejando apoyar su cabeza contra la barandilla.

-No tenemos de otra...- dijo el moreno con los brazos cruzados.

-Bienvenida a la familia Yumi-chan - dijo Laito con un tono sarcástico que la niña no supo identificar, por lo que sonrió al castaño con una sonrisa y las mejillas algo sonrojadas antes de abrazárlo del cuello, volviendo a dejar la habitación en silencio.

The Little SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora