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—¡No! ¡Ayuda!— Su boca fue rápidamente cubierta por la mano masculina

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—¡No! ¡Ayuda!— Su boca fue rápidamente cubierta por la mano masculina.

La joven chica pataleaba debajo del hombre que intentaba quitarle la ropa a la fuerza en aquel oscuro callejón.

Pronto, el botón de su pantalón fue arrancado con total rudeza y ella soltó un chillido de susto, su respiración estaba agitada, drámaticamente acelerada, como la de un gorrión entre las manos de un depredador, intentando liberarse antes de ser grotescamente devorada.

Como pudo, dio una fuerte patada al hombre encima de ella y él se echó un poco para atrás por el impacto, enderezandose mientras ella seguía en el piso.

—¡Maldita perra!

"Tengo miedo, ayudenme" pensó ella atemorizada, con cada fibra de su cuerpo estremeciéndose de terror. Sus latidos sonaban fuertemente en sus oídos por lo fuertes que eran.

Fue entonces, que ante sus ojos, una patada golpeó el costado de la cabeza del hombre.

Frenético, rápido e instantaneo, asi de certero fue el impacto de ese pie contra su atacante, que unos segundos antes estaba frente a ella, y ahora yacía sobre el suelo sobándose la cabeza.

Más ella no había terminado de salir de su shock cuando el dueño de esa patada se abalanzó sobre el atacante, tomó su cuello y empezó a golpearlo una y otra, y otra vez en el rostro mientras lo extrángulaba contra el suelo con la otra mano.

El hombre ni tuvo chance a reaccionar cuando empezó a recibir los puñetazos freneticos en su rostro, los golpes sonaban fuertes, haciendo crujir el cartigalo de su nariz.

La potencia usada en los golpes era excesiva, la forma en que golpeaba estaba llena de odio. Los constantes puñetazos hicieron que la capucha del nuevo agresor se bajara, mostrando que aquel enloquecido hombre, no era más que un joven muchacho.

Su rostro estaba contraído por la ira, sumergido en un enloqucido trance.

La sangre del rostro empapó los nudillos del chico, el hombre pataleaba y se quejaba de la misma forma en que ella lo había ello hace unos segundos, más la falta de aire y el panico lo dejaron sin fuerzas.

Pronto dejó de moverse, quedando inconsciente. Solo entonces, el chico se detuvo.

Soltó su cuello lentamente, quedándose muy quieto. Gracias a eso, ella pudo detallarlo mejor.

Él llevaba un bate y una cuerda en la espalda. Se quitó encima del hombre inconsciente y lo volteó sin cuidado boca abajo, tomó sus manos, agarró la soga y amarró las muñecas del hombre en su espalda.

Luego de hacer eso, se quedó con la vista perdida unos segundos, sin decir una palabra a la joven. Estaba atento y alerta, pero tambien tenía una aletargada atmosfera a su alrededor, como si su mente estuviese en otro lugar.

El joven no tendría más de 25 años, vestia con desgastada y descolorida ropa negra, ademas de la soga y el bate, no tenía nada más consigo.

Pronto, el dirigió la vista a la joven, calmado y lento.

Fue entonces, que al ver los fríos y vacíos ojos verdes del chico, cayó en cuenta de que él la había salvado. Al ver sus nudillos llenos de sangre, pudo volver a la realidad.

Había tantas cosas que quería decir, tantas que preguntar. Pero aún se encontraba temblando de miedo, y las palabras no salían de su paladar, atrapadas en su garganta por el nudo que se le hizo.

Tomó aire lo más que pudo y lo soltó, en un débil y muy inutil intento de calmarse

—... Gracias.

Aquella palabra tal vez le subiría los ánimos a alguien, más esa exacta palabra solo hizo ver aún más tristes los ojos de aquel muchacho escuálido y ojeroso.

—¿Estás bien?— preguntó él, con voz ronca y rasposa, como si tuviese la garganta seca o no la hubiese usado demasiado.

Ella asintió frenéticamente.

—Gracias por salvarme— repitió, esta vez más segura.

—No hice nada que merezca agradecimiento.

—Claro que si, me has ayudado, eres una buena persona.

Él le dió una mirada aún más triste a la chica.

—Llamé a la policía hace unos minutos, llegaran pronto.

Ella asintió, sintiendo como las palabras ansiosas por salir, no verían la luz del dia, al menos no hoy.

El se levantó y empezó a tomar rumbo a algún lugar,

—¡Espera!... ¿Al menos podrías decirme como te llamas?

El la vio unos segundos y luego vio sus manos llenas de sangre

—No soy diferente a ese hombre, no necesitas saber mi nombre.

Dijo y se fue.

Dijo y se fue

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12/01/2022

Gritos SilenciososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora