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—¡Mirame a los ojos, bastardo!

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—¡Mirame a los ojos, bastardo!

El hombre tenía la cara roja por la presión de la sangre, después de todo, estaba siendo extrangulado por aquel muchacho de ojos verdes, ni siquiera lo podía evitar, pues tenía los brazos rotos, cortesía de el joven sobre él.

—Eres un proxeneta, odio a los violadores, pero tú— la voz de Liam estaba llena de ira —Tu, a los tu clase son los que odio más. Tan asquerosos.

Cada palabra era arrastrada por el profundo odio que el muchacho guardaba dentro de si.

—Eres exactamente igual a mi padre. Tu existencia, la aborrezco, desaparece.

Los sollozos de la mujer en la esquina lo detuvieron un segundo.

—Cierra los ojos y tapate los oídos, hasta que yo te diga.

Ella hizo caso. Las manos de la mujer no podían amortiguar todo, asi que lejanamente aún podía oír fuertes crujidos, como si estuviesen rompiendo madera a golpes.

Más el miedo la invadía y no se atrevió a abrirlos.

Después de unos largos y tortuosos minutos, unas manos humedas tomaron las suyas y las quitaron de su cabeza.

—Ya pasó, puedes abrir los ojos.

Ella nuevamente atendió a sus palabras. Sus huesos se helaron al ver que la humedad de las manos del muchacho era sangre, y no solo sus manos.

Su ropa y rostro estaban igual de salpicados.

Y detrás de él, se encontraba el cuerpo, cubierto con una sábana.

Su temblor se intensificó. Terror, tenía tanto miedo de aquel muchacho que estaba frente a ella.

—Se que tienes miedo, yo no soy mejor que esa mierda que está ahí.

Liam se limpió un poco las manos en la ropa y sacó su billetera, agarró unos cuántos dólares y se los puso en las manos a la mujer.

—No es mucho, pero es lo menos que puedo hacer. Están buscando una empleada en el automercado de la calle xx— Liam la observó fijamente.

Esa mujer tendría solo unos años más que él.

—¿Que?— ella se notaba confundida ante el gesto.

—Se que eres una prostituta. Tu proxeneta te iba a "adoctrinar" por haberte rebelado con un cliente como castigo. Sal de este horrible mundo, ahora por fin eres libre.

Aquel muchacho definitivamente lucía como un psicópata hace un segundo. Matando tan brutalmente a ese monstruo y mostrándose ante ella con esa cara enferma y lunática llena de sangre.

Pero ahora, ya no sentía tanto miedo. Lágrimas corrieron por su rostro y apretó ese dinero contra su pecho, estaba realmente agradecida.

—¿Como sabias que me iba a castigar? ¿Quién eres?

Gritos SilenciososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora