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—Serían doce dolares con cincuenta centavos— le dijo el vendedor de la tienda a Liam

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—Serían doce dolares con cincuenta centavos— le dijo el vendedor de la tienda a Liam. Este le entregó el dinero mientras tomaba sus compras.

—Como quisiese comerme un dulce de carambola con menta— susurró Liam y el vendedor lo vio a los ojos y sonrió de manera incómoda. Le cobró y le entregó su compra.

Liam salió del automercado y se metió en el callejón cercano, mientras esperaba, encendió un cigarro convencional. A los minutos salió el chico que lo acababa de atender.

—¿Tan rápido se te acabó? Me vas dejar seco.

El vendedor se le acercó y metió una bolsita en el bolsillo de la chaqueta del muchacho, disimuladamente.

—Me gusta el poder pagar la universidad, pero realmente me preocupas.

—No es tu asunto, Jean.

—Vas a morir a este paso.

—Eso suena como un alivio.

El suspiró

—Jamás has latimado a nadie intoxicado con lo que te vendo ¿No?

Liam se quedó callado un segundo.

—...Nadie inocente, deja de preocuparte. No pienso delatarte tampoco.

La voz de Liam era calmada y distante como siempre, Jean solo lo observó.

—Ya vete.

El chico hizo lo dicho, el vendedor quedó observandolo, pensando que aquellas manchas de sangre en la ropa del chico y en su bate humedo, como recién limpiado.

Aquello debería ser lo que más le perturbase, pero era la enferma y deprimenta mirada del chico lo que no podía sacarse de la cabeza.

Liam caminaba por las aún ajetreadas calles nocturnas, acababa de detener otra visión, y como siempre, tenía ese sabor agridulce en la boca. Es decir, acababa de moler a un hombre a golpes, pero se sentía liviano, sin aquel tormento de siempre.

Como de costumbre, estaba exhausto.

Escuchó algunos pasos rápidos detrás de él.

—¡Hey, tu!— el volteó, encontrándose con una agitada chica, que parecía haberlo perseguido—Hasta que logré alcanzarte.

El castaño la miró extrañado.

—¿Te conozco?— ante su pregunta, ella se sintió avergonzada.

— Tu... eres el chico que me salvó el otro día, de ese hombre en el callejón.

Liam veía multitud de rostros en sus visiones y ayudaba a algunas personas a la semana, dentro y fuera de la ciudad, era dificil recordar rostros, asi que no la reconoció, pero si recordó vagamente a una chica esos dias.

Gritos SilenciososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora