Bajo tu mirada cristalina, un agonizante destello.
En tu sombra viven los miedos a los que prometiste no volver, pero has vuelto.
Atrapado como en un sueño, te mantienes intacto; piel gruesa, corazón de palo.
A nadie le gusta llorar por lo que antes ya ha llorado.
El reclamo muere en tu boca, con los dientes apretados.
Sabes que a nadie le gustan tus quejas, por eso, ya no te has quejado.
El aire se acumula en las costillas; quizás algún día explotes, por ahora, eso no ha pasado.
Y aún conservas, en el fondo, una esperanza que no te pertenece;
Queriendo ser fuerte para poder ver a través de esa pared.
Pero sabes que a nadie le gusta ser descubierto, mucho menos, si no lo vas a entender.