Martes, 14 de diciembre de 2021 – 21:13
—Es la puerta del fondo. Ya dejé preparado todo antes de que llegaras. Por favor, siéntete como en casa.
Cuando por fin estuvo solo en ese pequeño cuarto de baño, se miró en el espejo que tenía al frente mientras dejaba que la bañera se llene con agua caliente. Echó un vistazo a todos los frascos que encontraba. Eran cuatro, y dos eran acondicionadores. Supuso que el joven de hace un momento tenía unos rizos 'salvajes', pero el envase que más le llamó la atención decía —y cito textualmente— "curvas sensuales". Era un acondicionador de extractos naturales con aroma a maracuyá.
—Vaya...
Dejó todo en su lugar, cerró la llave de agua y se desvistió por completo; asegurándose de que tuviera un par de toallas al alcance. Encontró lo que necesitaba en una repisa. Dos toallas de un blanco impoluto, tanto que parecían nuevas. Resopló por última vez, sin poder creerse todo lo que estaba ocurriendo, pero no tenía de otra.
***
Cuando hubo transcurrido una media hora desde que el bicolor entró al baño, Midoriya fue a tocarle la puerta. —Sh-Shoto-san, su habitación está a mano... —la puerta se abrió dejando salir el vapor del agua caliente. Y justo enfrente, aparecía el ex-Todoroki con una toalla cubriendo su cintura, y otra sobre su desordenado cabello—... derecha.
Huele a menta.
—No escuché bien, disculpa.
—¡Ah! Sí, que su habitación está del lado derecho —indicó con un gesto la puerta de su lado izquierdo, siendo el derecho de Shoto, que estaba al frente. —La mía es la del lado izquierdo —hizo el mismo gesto con la suya— Solo quería decirle eso, y que ya moví su maleta para que esté más cómodo.
—Gracias, y no hace falta que seas tan formal conmigo.
—Un placer. Ehm está bien. —lo pensó un poco—. Ahora voy a hacer un poco de té, ven cuando estés listo—. Y sin esperar respuesta, se dio la vuelta en dirección a la cocina, algo nervioso.
El departamento cuenta con dos habitaciones, un cuarto de baño, una cocina y un área compartida o sala de estar. No era precisamente un lugar espacioso, pero era más que suficiente para una sola persona. Midoriya se había mudado a ese lugar con un amigo que, como él, estudiaba en la Todai; pero hace poco menos de dos años, estaba solo. Y se había quedado allí por la insistencia de la casera del edificio, quien para evitar que se marchara, le dejó el departamento a precio bomba. Si con su compañero pagaban alrededor de ¥120.000 con todos los servicios; actualmente Izuku pagaba ¥75.000 por lo mismo.
Mientras Izuku servía el té, y esperaba a que el microondas calentara unos bollos rellenos que había comprado en la tarde; Shoto apareció. Vestía una camiseta blanca con cuello en V, un cardigan gastado de color azul oscuro y unos joggers grises. Aún traía la toalla en la cabeza, y un cepillo de cabello en la mano izquierda.
—¿Dónde está la secadora de cabello? —Esa pregunta repentina sobresaltó a Midoriya.
—¡En mi habitación! Voy por ella, lo siento —se fue y regresó de inmediato, con el artefacto en sus manos. Se lo entregó a Shoto, quien le dio un vistazo al departamento y optó por tomar asiento en el sillón que se encontraba junto al televisor del espacio compartido. Seguro que allí encontraba un enchufe.
—Gracias... —dijo Shoto, antes de encender la secadora. Midoriya asintió.
Lo que sucedió después fue muy natural. Midoriya se acercó a Shoto y dejó en la mesita ratona una bandejita con dos tazas de té y un plato con varios bollos rellenos; luego encendió la televisión para escuchar la programación nocturna. Ninguno de los dos prestaba especial atención, pero las voces de fondo impedían que se sumieran en el silencio. Cuando acabaron de cenar, Shoto se levantó y llevó los platos a la cocina.
—Midoriya, voy a irme a dormir. ¿Te parece que conversemos mañana?
—No te preocupes. Y que descanses —Shoto asintió y dejó solo al universitario—. Pero antes, préstame tu teléfono un momento, por favor.
—Aquí tienes —se lo pasó, sin meditarlo siquiera. Midoriya tecleó al menos diez caracteres y le devolvió el aparato.
—La contraseña del Wi-Fi —aclaró, ante la mirada inquieta del heterocromático.
—Ya veo.
Eran dos extraños que apenas intercambiaron palabras, compartiendo el mismo techo.
Shoto se cepilló los dientes y fue a su habitación. Era una verdadera fortuna contar con un kit para viajes en su maleta. Era la primera vez que sentía que «hombre precavido, vale por dos». Tras cerrar la puerta a sus espaldas, observó todo detenidamente. No tenía el olor característico que se podía sentir en el resto del departamento, salvo quizás un par de vestigios que en menos de lo que canta un gallo, desparecerían. Encontró el futón doblado cuidadosamente. Era prácticamente nuevo. Tenía una veladora con una lámpara que se encendía al tacto. Una silla que lucía bastante cómoda, y una repisa llena de libros de Literatura Universal. La habitación tenía una ventana amplia, con cortinas celestes. Si tuviera que definirla con una sola palabra sería "acogedora". Pequeña y acogedora, dos palabras, mejor.
Tomó su teléfono celular y le escribió a su benefactora tres cortos mensajes: «Todo en orden», «Ahora voy a dormir» y «Gracias». Después, arregló el futón y se acostó haciéndose bolita para entrar pronto en calor. En menos de cinco minutos, se quedó dormido profundamente.
Por su parte, Izuku lavó los trastes, un poco molesto porque esperaba que el chico se ofreciera a hacerlo. Dejó todo en orden, apagó las luces y se encerró en su habitación. Entreabrió apenas su ventana, mientras colocaba un calefactor en el suelo. Le esperaba otra larga noche de estudios. Siendo las 22:30 esperaba terminar a la 1:30 para dormir suficiente.
—Y recién es martes...
El espacio que estos dos comparten es importante en la historia y quizás no sea suficiente con una descripción escrita. Por eso adjunto una imagen editada por mí misma de la distribución del espacio. Claro. Imaginen que es menos occidental. Espero que se entiendan mis garabatos.
En el caso de Shoto, él duerme con un futón. Y Midoriya, en una cama.
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SAYONARA burbujita ♥ [TODODEKU]
FanficPasión no encontrada. Todoroki Shoto, harto de su apellido, deja todo lo que conoce para encontrarse a sí mismo. En el camino se enfrenta a una serie de inconvenientes que jamás hubiera imaginado tras vivir 24 años en una burbuja de privilegios. Au...