—¿Estás enfadado?
—¿Por qué iba a estarlo?
—Te he despertado muy temprano solo porque soy un desastre y no sé dónde me meto. Siempre tienes que venir a buscarme.
—Estoy acostumbrado, Nick.
Se hizo un gran silencio incómodo en el coche.
—No deberías ir a buscarme cada vez que te lo pido. Me estás malcriando.
—Tampoco puedo dejarte sola y desprotegida. Al fin y al cabo, eres mi mejor amiga. Supongo que tú harías lo mismo por mí, ¿no?
Me miró unos segundos. Sonreí. Al ver que no respondía, volvió su vista a la carretera a la vez que gritaba:
— ¡Ey! Se suponía que tenías que decir "Oh, por supuesto que sí Jace. Como buena mejor amiga que soy, haría lo que fuera para que no te pasara nada". Y en cambio, te quedas callada y sonríes. Te odio Nicole Kelly Morgan.
—Los dos sabemos que no es así Jace Daniel Stephenson.
Jace me sonrió y paró el coche justo en la entrada de mi casa.
—Gracias princesa. Te debo una — dije. Le besé la mejilla a la vez que él protestaba por cómo le había llamado y me bajé del coche.
Recorrí el pequeño camino que atravesaba mi jardín -¿a eso se le puede llamar jardín?- hasta llegar a la entrada. Saqué las llaves de mi bolso y abrí la puerta. Me despedí de Jace con mi mano, que seguía fuera y siguió su camino hasta el final de la calle, donde vivía.
Cerré la puerta detrás de mí y me quité los tacones -teniendo una sensación casi orgásmica- y el vestido, quedándome en ropa interior. Me dirigí al baño y cogí una aspirina del armario, fui a la cocina a por un vaso de agua y me la tomé. Crucé el pequeño pasillo y llegué a mi habitación. Me acosté en la cama y me arropé con la sábana.
La verdad es que mi casa dejaba mucho que desear. No tenía más que un pequeño salón, una minúscula cocina, un baño completo y una habitación. Y bueno, lo que antes denominé como jardín, aunque no me queda muy claro cuál es su definición exacta. Pero me conformo, son las consecuencias de haberte peleado con tus padres y que te echaran de casa.
***
Me despertó el tono de mi móvil cuando tenía una notificación. Normalmente eso no me habría despertado, pues tengo el sueño tan pesado que si hubiese una explosión nuclear al lado de mi casa, yo seguiría durmiendo. El problema fue que sonó como quince millones de veces seguidas, y lo único que quería era que parase para seguir durmiendo.
Me levanté sin ganas y volví a la entrada, donde recordaba haber dejado mis cosas. Cogí mi bolso del suelo y desbloqueé mi móvil. Efectivamente, tenía quince millones de notificaciones, pero antes de verlas, miré la hora que indicaba el reloj: las dos y cuarenta y tres.
Cogí el teléfono fijo y marqué a la pizzería de toda la vida. Bueno, toda la vida que llevaba viviendo aquí sola; es decir, dos meses. Marqué el número y pedí mi pizza favorita: la de pepperoni con extra de queso.
Me dijeron que estaría allí en media hora, así que fui al baño rápidamente y me di una ducha. Veinte minutos después, salí con solamente mi ropa interior. Al fin y al cabo, tenía calor.
Me senté en mi sofá con mi móvil y comencé a revisar las notificaciones. Dios, había de todo: Twitter, Facebook, Instagram... La mayoría eran fotos en las que me habían etiquetado, como de costumbre. Algunos comentarios y unos nuevos seguidores.
Fui mirando las fotos una por una. Habían algunas que no tenían desperdicio. Yo borracha era una de las cosas más graciosas que podías encontrarte por la vida.
Mientras me reía como una morsa obesa, tocaron el timbre. Supuse que era mi pizza, así que me dirigí a la puerta aún riéndome. Abrí, dejando ver al chico que traía mi pizza. Le escaneé de la cabeza a los pies. Alto, pelo negro, ojos marrones, sonrisa perfecta y el próximo en mi cama. O en mi sillón.
Le sonreí. Él me miró de arriba a abajo y recordé que solo tenía mi ropa interior.
—Ups — sonreí de forma traviesa — Olvidé mi ropa. No sé dónde está. Quizás... ¿puedas entrar y ayudarme a buscarla? — mordí mi labio.
—¿Acaso quieres que te de la pizza gratis?
—No — reí escandalosamente — Te quiero a ti. ¿Tengo que pagar por eso?
—No... Pero la pizza son cinco con cincuenta.
—Oh, claro. Espera — dije.
Me di la vuelta hacia mi bolso y me agaché. Elevé mi precioso trasero a propósito, para que el chico de la pizza lo mirara. Y sabía que lo había hecho. Cuando me di la vuelta de nuevo, él subió su mirada hacia mi cara. Sonreí y le di el dinero, mientras él me devolvía la sonrisa y me entregaba mi pizza.
—¿Cuánto tiempo te queda para volver al trabajo? — pregunté.
—Veintidós minutos — dijo mirando su reloj—. Y tardo diez minutos en llegar.
—Oh cariño, doce minutos dan para mucho.
Tiré del cuello de su camisa a la vez que dejaba caer la pizza y junté nuestros labios. Él cerró la puerta con el pie y le empujé hasta el sillón del salón.
***
—Eso ha sido... increíble — dijo tirándose en el sofá.
—Sí, lo fue — sonreí.
—Soy Owen — se presentó.
—A buenas horas — reí —. Soy Nick.
—¿Nicole?
—Nick.
Él sonrió de nuevo.
—¿Tienes móvil?
—Para ti sí — le devolví la sonrisa.
Fui rápidamente a mi cuarto y cogí un rotulador permanente. Volví al salón donde Owen se estaba vistiendo. Cogí su mano y le escribí mi número junto a mi nombre, una carita feliz y un corazón.
Leyó lo que había escrito y sonrió por decimocuarta vez en un minuto. Terminó de vestirse mientras yo me ponía mi ropa interior.
Se dirigió a la puerta y me miró:
—Un placer, Nick. Te escribiré en cuanto pueda.
Sonreí y me despedí con la mano.
Cogí la pizza del suelo, que para mi suerte no se había salido de la caja y la metí en el microondas un par de minutos.
Cuando terminé de comer y limpiar los platos, cogí mi teléfono y llamé a "Pequeña princesa".
—¿Te has perdido otra vez?
—Sí, me he perdido en mis pensamientos. He visto una de tus fotos y he perdido el sentido.
—¿Quién eres y qué has hecho con Nick?
—Tranquila princesa. Sigo siendo la misma borde, insoportable y adicta al sexo de siempre. Necesito que me ayudes con algo.
—Me interesa lo de adicta al sexo.
—Ya hablaremos de eso. ¿Cuánto tardas en venir?
—Espérame en veinte minutos.
Fui a mi cuarto y me vestí. No sabía qué ponerme, porque estábamos casi en primavera y a veces hacía frío, a veces calor, a veces llovía... El tiempo era más bipolar que yo con la regla.
Finalmente cogí unos vaqueros, unos tenis, una camiseta y un suéter y dejé mi pelo suelto.
Me senté en el sillón a esperar a Jace. Estoy nerviosa. No sé cómo va a salir esto.
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Dysania xx
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Life is a party.
Teen FictionNick Morgan. Diecinueve años. Fiestas, chicos y sexo. Amor, desamor, amistad y decepción. Tras varios meses de frustración y desesperación, Nick decide irse de casa. Más de mil kilómetros de viaje desde Seattle hasta Sacramento; donde habrá más chic...