VIII

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           Me desperté con el maravilloso -nótese la ironía- sonido del despertador. Las ocho menos diez. Lo que siento ahora mismo es muchísimo asco.

Me levanté de la cama y me estiré. Fui al baño e hice mis necesidades, para luego ducharme y vestirme.

Cuando salí del baño, ya duchada, vestida, maquillada y peinada, revisé mi móvil, ya que lo había oído sonar mientras me duchaba.

Danny batido de fresa:

Buenos días :). (7:54)

Yo a Danny batido de fresa:

Buenos días batido de fresa :). (8:03)

Dejé el móvil y seguí preparándome. Fui a la cocina y puse en el microondas una taza de leche. Luego cogí unos cereales y me senté a desayunar.

Cuando estaba lavando los platos tocaron el timbre. ¿Qué mierda quieren tan temprano? Me sequé las manos y fui a abrir la puerta.

—¿Danny? ¿Qué haces aquí? — pregunté extrañada —. No es que te esté echando ni nada, pero es que no me lo esperaba.

—No has leído mi mensaje — rió.

—Bueno, no... Estaba desayunando — señalé el interior de la casa —. ¿Quieres entrar? Mi casa es una mierdita, pero me da para dormir, comer y esas cosas.

Él sonrió y entró, y yo cerré la puerta.

—Siéntate Danny. Yo iré a buscar mi móvil para leer el mensaje que me aclarará el por qué de tu inesperada visita — dije.

—De acuerdo — sonrió de nuevo.

Fui hasta mi cuarto y cogí el móvil que había dejado encima de mi cama.

Danny batido de fresa:

¿Puedo ir a tu casa? (8:07)

Así te acompaño a la cafetería. (8:07)

Y ya de paso desayuno allí. (8:08)

¿Nick? (8:13)

Bueno, ya estoy llegando, así que si no querías que fuera, te jodes. (8:14)

Volví al salón, donde me esperaba Danny, mirando su móvil.

—Oh, así que si no quería que vinieses, ¿me jodo? Qué bonito por tu parte — ironicé.

—Pero si ambos sabemos que te morías por verme de nuevo.

—Oh, sí. Mi mayor sueño, desde luego — ironicé de nuevo.

—¿Quieres que me vaya? — preguntó haciendo un puchero.

—Bueno, supongamos que sí quería verte y que no quiero que te vayas — sonreí.

—Gracias por no matarme, alteza — hizo una reverencia.

—Eres idiota.

—Gracias.

—De nada.

—Por cierto, bonito oso — señaló el oso que me había regalado ayer.

—Sí, me costó sangre, sudor y lágrimas conseguirlo.

—Me imagino — rodó los ojos.

Reí y miré el reloj de mi móvil. Las 8:23.

—¡Mierda! — grité. Corrí hacia mi cuarto y cogí las llaves y una chaqueta —. ¡Vámonos! ¡Es demasiado tarde!

Y justo cuando cerré la puerta, Jace pasó por la acera, mirándome con tristeza.

—Hola Nick y chico que no conozco — saludó él.

—Hola Jace. Él es Danny, un amigo. Y Danny, él es Jace, mi compañero de trabajo y... mi mejor amigo — dije con dolor. Esto era muy incómodo.

—Encantado — dijeron los dos a la vez.

—Vamos a la cafetería. Toca carrera matutina — dije yo, y comencé a correr, dejando a los dos solos. Espero que no hablen, porque se liaría muchísimo.

***

—¿Qué te pongo? — le pregunté a Danny.

—Un batido de fresa y un sandwich de queso, por favor — sonrió y le devolví la sonrisa.

—Toma Jace — le di el pedido.

—¿Podemos hablar? — susurró.

—Bueno, yo...

—Ahora no, claramente. Pero... ¿podríamos vernos después del trabajo?

—Yo...

—Por favor Nick. Necesito volver a ser tu mejor amigo.

—De acuerdo — suspiré.

—Gracias — sonrió y yo me fui a seguir atendiendo mesas.

***

—¿Quieres algo más, batidito? — le pregunté a Danny mientras limpiaba la mesa de al lado.

—Un Ferrari, una mansión, un viaje alrededor del mundo, que me toque la lotería...

—De acuerdo, voy a volver a hacer la pregunta: ¿quieres algo que yo pueda ofrecerte?

—Bueno, la cuenta estaría bien.

—En seguida te la traigo — sonreí.

Fui hasta la barra y dejé las cosas que había recogido de la otra mesa.

—Jace, hazme la cuenta de la dos, por favor.

—En seguida.

Un minuto después, me dio el ticket en un platito.

—Gracias.

Volví a la mesa de Danny y le puse la cuenta en la mesa.

—Gracias Nick. Quédate con el cambio.

—No hace falta que insistas — reí.

—¿Nos vemos esta tarde?

—No creo que pueda, lo siento.

—Bueno, te llamaré. Hasta pronto — besó mi mejilla y se dirigió a la puerta.

***

—Hasta mañana Jimmy — se despidió Jace.

—Hasta mañana chicos.

—Adiós — dije yo.

—¿Adónde vamos? — me preguntó Jace.

—¿A comer?

—¿Dónde quieres? — preguntó mientras comenzamos a caminar sin ningún destino fijo.

—Eh... No lo sé. ¿McDonald's? — sugerí.

—Lo que tú quieras.

—Pues vamos entonces.

***

—¿Por qué eres tan imbécil? — reí.

Estábamos sentado en una de las mesas del McDonald's, y Jace había cogido dos patatas fritas y se las había puesto como si fueran dos dientes de morsa, y había comenzado a hacer ruidos como si realmente fuera una de ellas.

—Creo que me caí de la cuna cuando era pequeño — dijo —. Eso explicaría muchísimas cosas.

—Bastantes — los dos reímos.

Entonces pasamos a un silencio demasiado incómodo para mi gusto. Supongo que ambos sabíamos que ahora tocaba hablar de lo que había pasado.

—Bueno, creo que te debo una explicación — se rascó la nuca nervioso.

—Sí, eso parece.

Life is a party.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora