Hace quince años...
—Nick, date prisa, se está haciendo tarde. Los abuelos nos están esperando.
—Voy mami. Es que no sé qué zapatos ponerme.
Mi madre entró a mi habitación.
—Tan solo tienes cuatro años, ¿y ya tienes problemas de vestuario? — dijo con una pequeña sonrisa en su cara.
—Casi tengo cinco mami — estiré los cinco dedos de mi mano con una sonrisa orgullosa.
***
—¡Hola! — gritó la abuela desde la puerta.
—¡Abuela! — grité entusiasmada. Corrí hacia ella, me elevó en sus brazos y la abracé fuertemente.
—¿Todo bien, cielo? — me preguntó. Asentí.
Me dejó de nuevo en el suelo y dio un fuerte abrazo a Mike, haciéndole la misma pregunta que a mí. Luego saludó a mis padres mientras mi hermano y yo entrábamos en la casa.
—¿Dónde está el abuelo? — preguntó Mike.
—Está arriba, acostado. Subid y dadle un abrazo — nos dijo la abuela.
Ambos corrimos hasta las escaleras y entramos en la habitación de los abuelos. Mi abuelo estaba en la cama, tosiendo y con una muy mala cara, pero sonrió al vernos a Mike y a mí entrar.
—Hola mis campeones. ¿Cómo estáis? — dijo entre golpes de tos.
Mike y yo nos sentamos en la cama, a uno de sus lados.
—Bien abuelo. ¿Y tú? — contestó mi hermano por mí.
—Pues aquí estamos.
Estuvimos un rato charlando con el abuelo, hasta que decidí bajar a la cocina a por un vaso de agua.
—Tranquila mamá, no llores — escuché decir a mi madre, mezclado con el llanto de mi abuela. ¿Por qué lloraba?
—Es que no sé qué voy a hacer sin tu padre — sollozó.
¿Adónde iba el abuelo?
—No te preocupes Anne. Vas a superarlo como siempre. Eres la mujer más fuerte que he conocido y saldrás adelante — habló esta vez mi padre —. Además, nos tienes aquí para todo lo que necesites.
—¿Qué le pasa al abuelo? ¿Por qué lloráis? — dije entrando en la habitación.
Mis padres se miraron entre sí sin saber qué decirme.
—Ven cielo, siéntate aquí — me dijo la abuela señalando el sitio que quedaba libre a su lado, mientras se secaba las lágrimas.
Me dirigí hacia mi abuela, dejé mi vaso de agua en la mesita del café y me senté bajo la atenta mirada de mis padres y mi abuela.
—Tú sabes que el abuelo está malito, ¿verdad?
—Sí — dije asintiendo con mi cabecita.
—Bueno, pues está un poquito peor; y a lo mejor dentro de poco se va a tener que ir al cielo para cuidarnos a todos desde ahí.
—¿Se va con los angelitos? — pregunté.
—Sí cielo, se va con los angelitos.
—¿Y cuándo va a volver?
Las lágrimas volvieron a aparecer en el rostro de mi abuela.
—No va a volver, cariño — me respondió mi padre entristecido.
—¿Y entonces por qué se va? — dije comenzando a llorar —. No quiero que el abuelito se vaya. Yo le quiero mucho.
—Oh, cariño — dijo mi madre levantándose y dándome un abrazo —. Se va porque aquí está muy malito y en el cielo los angelitos le van a cuidar muy bien.
Asentí no muy convencida y abracé a mi madre.
***
—Nick, ven un momento por favor — me llamaron mis padres.
Dejé mi dibujo a un lado y fui hacia la cocina.
—¿Qué pasa?
Mi padre me cogió en brazos y me sentó en la pequeña mesa, mientras mi madre limpiaba las lágrimas de sus ojos.
—¿Recuerdas cuando fuimos a casa de los abuelos la semana pasada? — preguntó mi padre. Asentí —. ¿Y recuerdas que te dijimos que el abuelito se iba a ir con los angelitos?
—Sí. ¿Cuándo se va?
—Ya se ha ido, cielo.
—¿Qué? Quería despedirme de él y darle algo para que se divirtiera en el avión — sollocé y abracé a mi padre.
—No pasa nada, cariño. Seguro que no se aburre. Él sabía que todos le queríamos mucho, y eso es suficiente — sonrió mi madre—. Y siempre que quieras, puedes hablarle, porque siempre va a estar a tu lado para apoyarte.
***
—¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz! ¡Te deseamos todos! ¡Cumpleaños feliz! — cantaron todos, para luego aplaudir —. ¡Pide un deseo!
—Deseo... que vuelva el abuelo — susurré con los ojos cerrados y soplé las velas.
Cuando abrí los ojos de nuevo, todos me miraban entre tristes y sorprendidos.
—Bueno, ya tienes cinco, pequeñaja — me dijo Mike mientras me revolvía el pelo.
—¡Tú tienes nueve! No eres tan mayor — le respondí mientras intentaba arreglar mi pelo, pero creo que solo lo empeoré.
—Pero tú sigues siendo una enana — me dijo sonriendo.
—Y tú eres un pesado — dije levantándome de la silla donde me encontraba. Fui hacia Mike y le di un gran abrazo.
—¿¡Quién quiere tarta!? — gritó mi padre emocionado.
Todos levantamos la mano.
Fui hasta mi abuela y la abracé.
—Me ha gustado mucho tu deseo, Nicole — sonrió.
—Gracias. A mí no me gusta que me llames Nicole.
—Para mí siempre serás Nicole. Tus padres te pusieron ese nombre porque yo se lo dije. Es un nombre precioso.
—¿Pero por qué no me llamas Nick? Es lo mismo.
—Siempre te voy a llamar Nicole — sonrió y me abrazó.
—Te quiero mucho abuela.
—Y yo a ti, Nick.
Sonreí. Fue la primera y la última vez que me llamó así, pero en el fondo me gustaba que fuera la única que me llamara Nicole.
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Dysania xx
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Life is a party.
Teen FictionNick Morgan. Diecinueve años. Fiestas, chicos y sexo. Amor, desamor, amistad y decepción. Tras varios meses de frustración y desesperación, Nick decide irse de casa. Más de mil kilómetros de viaje desde Seattle hasta Sacramento; donde habrá más chic...