II

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        Hace aproximadamente dos meses...

—¡Fuera de aquí! ¡No queremos volver a verte nunca más!

—¡No podéis echarme! ¡Soy vuestra hija!

—¿¡Que no podemos!? ¡Es lo que estamos haciendo ahora mismo! Y ya no eres nuestra hija. Has cambiado Nicole.

—Oh, ¿por qué será? ¿Será porque mi hermano...? — mi madre me interrumpió.

—¡NO MENCIONES A MIKE!

—¡Supéralo ya!

—¡No puedo superarlo! ¡Es mi hijo!

—¡Oh, claro! ¡Él si es tu hijo! Está bien. Recogeré mis cosas y me iré.

Subí las escaleras rápidamente y metí ropa, cargadores, portátil, dinero y algunas cosas más en un par de mochilas. Cerré la puerta de mi cuarto de un portazo y bajé de nuevo las escaleras.

—Hasta luego Bigotes. Te echaré de menos — le di un beso a mi gato y salí de mi casa dando un fuerte portazo.

Eché a correr por la acera sin ningún destino hasta que llegué a un parque. El parque al que iba de pequeña con mis padres y Mike, cuando todo era normal y éramos felices.

Me senté en un banco y solté todo el aire que sin darme cuenta había retenido, y sin querer, algunas lágrimas resbalaron por mis mejillas.

Saqué mi móvil y marqué el número de la persona que por lo visto, era la única que me quería.

—¿Nicole?

—Hola abuela — sonreí.

—¿Estás llorando? ¿Qué ocurre?

—No abuela, no estoy llorando. Estoy con la alergia, ya sabes — mentí.

—Ah, claro... — sé que no me creyó. En mi vida he tenido alergia.

—Oye... ¿Aún conservas esa casita en Sacramento?

—Claro hija, ¿por qué?

—¿Crees que podrías... alquilármela o algo así? — pregunté esperanzada, cruzando mis dedos índice y corazón de mi mano izquierda.

—¿Quieres irte de Seattle a California? — preguntó alarmada —. ¿Pero por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Estáis todos bien?

—Si abuela, tranquila. Sólo quiero ver cómo es eso de independizarse... y no quiero gastarme mucho dinero — segunda mentira.

—Pero... ¿Tus padres están de acuerdo con esto?

—Claro. Ha sido idea suya — esto no ha sido del todo una mentira.

—Bueno... Yo... Sí, claro. Ven mañana a casa y te daré las llaves y la dirección.

—Mañana es muy tarde, abuela. Necesito ir hoy.

—¿¡Hoy!? Pero, ¿por qué tanta prisa?

—Bueno, es lo que había hablado con mis padres y...

—Está bien, cariño. Ven cuando quieras — suspiró.

—Gracias abuela. Estaré allí en veinte minutos. Te quiero.

—Hasta luego hija, yo también te quiero.

Me sequé las lágrimas que quedaban en mi cara y fui hacia la parada de autobús más cercana. Esperé como tres minutos y llegó uno que me dejaba a un par de calles de la casa de mi abuela. Me subí y pagué. Me senté al fondo y me puse mis auriculares para aislarme del mundo, como hacía siempre.

Life is a party.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora