VII

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 Apenas había dormido por culpa del puto de Jace y su épica metedura de pata, así que mis ojeras hasta los tobillos, eran comprensibles. También mis ojos rojos e hinchados lo eran, pues estuve llorando hasta que conseguí dormir. Y justo cuando lo había logrado, sonó el despertador.

Bueno, justo, justo no. Habían pasado unas horas, pero seguía igual de cansada, así que da lo mismo.

Agradecía infinitamente la existencia del corrector de imperfecciones.

A las ocho y dieciséis me encontraba en la puerta de la cafetería, esperando a que Jimmy apareciera. Apareció a las ocho y veintidós.

—¿Qué haces aquí? — me preguntó Jimmy metiendo la llave en la cerradura.

—Trabajo aquí, ¿recuerdas? Tú me contrataste.

—Ya lo sé — dijo. No le veía porque estaba de espaldas, pero juraría que rodó los ojos —. Me refiero a que qué haces aquí tan temprano.

Entré detrás suyo.

—He madurado — me encogí de hombros.

—Permíteme dudarlo.

—Estás en tu derecho.

—¿Y Jace?

—No lo sé.

—¿Os habéis enfadado?

—Es complicado.

Asintió sin preguntar nada más, lo cual agradecí. Me puse mi delantal y comencé a preparar las mesas.

A las ocho y veintinueve, la puerta se abrió dejando ver a Jace, con unas ojeras más grandes que las mías, lo cual era difícil, pero al parecer no imposible.

Nuestras miradas se cruzaron, pero ninguno dijo nada. Se puso su delantal y se metió detrás de la barra.

El resto de la mañana fue bastante incómodo entre Jace y yo. Apenas hablábamos para los pedidos, y solo lo hacíamos porque Jimmy nos miraba con cara de asesino cuando no hablábamos.

Por si no fuese suficiente, poco antes de las tres, mientras yo limpiaba una de las mesas, se abrió la puerta de la cafetería. Y tras ella, vi entrar a Danny.

Oh, no. Dime que hoy no es mi... cita con Danny.

—Hola, preciosa — llegó a mi lado y besó mi mejilla.

—Eh, hola Danny. En seguida estoy contigo.

Dejé en la barra la bandeja que tenía y me fui al almacén. En estos momentos odiaba no tener una mejor amiga a la que llamar, contarle todo y desahogarme.

Claro que tenía amigas, pero en Seattle, no en California. Les perdí la pista hace dos meses y medio, cuando me fui de casa. No les dejé una nota, o un mensaje, y me arrepiento de ello, pero en aquel momento no pensaba con claridad. Estuvieron unas semanas llamándome, pero no les contesté porque sabía que vendrían hasta aquí y me llevarían de vuelta a Seattle tirándome de los pelos si hacía falta. Así eran mis mejores amigas.

Charlotte -más conocida como Charlie- y Abbie eran como mis hermanas. Nos conocimos en el segundo año de instituto y poco a poco fuimos teniendo más confianza, hasta que nos convertimos en mejores amigas.

¿Qué? Aunque sea una borde sin sentimientos, a veces tengo mis momentos de debilidad.

Bueno, volviendo al tema. Salí del almacén y me dirigí al despacho de Jimmy.

—Jimmy, ¿te importa si salgo ya? Apenas hay mesas ocupadas, quedan quince minutos para salir y he quedado.

—Claro. Nos vemos mañana Nick — dijo tras mirar su reloj y pensárselo unos segundos.

Life is a party.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora