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Publio sabía que, cuando llegasen al lugar, no quedaría mucho de la batalla, pero al menos quería lograr perseguir a los bribones que le habían ganado en su ataque hacia la fortaleza subterránea, con suerte y hubiesen resistido lo suficiente como para que ellos llegaran a escena y los capturaran.

Cuando llegaron, los claros destellos de una lucha y la perdida de la misma estaban a todas luces por el lugar, Publio maldijo a lo bajo y se condenó a si mismo por optar volver a Sutherland para informar a su padre, debió permanecer ahí, quizá en ese momento los ganadores serían ellos.

—¿Señor? —se acercó una de las águilas a su cargo—. ¿Qué desea que hagamos?

—Busquen sobrevivientes, revisen todo el lugar y recorran los alrededores, cualquier indicio de extrañeza en la persona es cuestionable y quiero a esa persona frente a mí.

—Sí, mi señor —el hombre se retiró.

—Publio —se acercó George Garrett, una de las águilas de más tiempo y que trabajó directamente con su padre, al cual Publio le debía respeto por el simple hecho de la experiencia que tenía el hombre—. Creo que tengo algo que te interesará.

—¿Te ha mandado a ti? —se mostró impresionado, no era común que su padre enviara a una de las águilas más experimentadas.

—Era algo importante —asintió y elevó una mano para tomar el hombro del muchacho—. De hecho, debes darte prisa, está herida.

Publio dejó lo que estaba haciendo y siguió al hombre, escuchando atentamente la forma en la que habían logrado rescatar a aquella víctima del ataque por mera casualidad y suerte. El hijo de Thomas pensó que al menos tendrían una fuente de información confiable, pero, al entrar a la tienda provisional de George Garrett, se mostró más que decepcionado.

—¿Una niña?

—Parece que es importante, la tenían protegida y muy custodiada, muchos hombres y mujeres murieron por protegerla.

Publio deformó su rostro en un ceño fruncido y desconcertado, pero se acercó a la cama donde una pequeña sudaba y deliraba a causa de una herida y probablemente en susto que se había llevado.

—¿Qué le pasó?

—Parece que era maltratada, tiene varios golpes y marcas a lo largo de su cuerpo —explicó George, pero justo ahora lucha con esa bala, sigue adentro.

El Hamilton suspiró, no eran condiciones para tener una intervención quirúrgica, pero si no actuaba rápido, esa niña moriría ahí, así que se hizo con sus cosas y limpió lo mejor que pudo el lugar, a la niña y a sí mismo.

Pidió que lo ayudaran y rápidamente se encargó de buscar y sacar la bala que estaba enterrada en uno de los brazos de la niña, era de esperarse que se quejara, llorara y se moviera, pero al final, fue controlable y Publio logró sacar la bala, cosió y vendó.

—Tengo que lavarla correctamente y quizá volver a coserla, se ha movido a todo momento, llévala a mi casa.

—Sí, Publio.

El corazón de Publio HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora