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HOLA HOLA BELLAS, AQUÍ UN NUEVO CAPÍTULO, ESPERO QUE LES ESTÉ GUSTANDO LA HISTORIA, NO OLVIDEN DEJAR SUS ESTRELLITAS Y COMENTARIOS.

LAS AMO MUCHO Y QUE TENGAN BUENA LECTURA.

RECUERDEN SEGUIRME EN REDES SOCIALES: @sofiadbaca

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Para sorpresa de Publio, la joven Grandiner regresó, su piel había recuperado su tonalidad pálida y no se dignaba a mirarlo a la cara, aunque fuese él mismo quién le abrió la puerta al darse cuenta que había regresado.

—Pensé que no la vería en días.

—Dije que pagaría con trabajo y es lo que haré —dijo—. Mi vergüenza pasa a segundo plano cuando se trata del trabajo.

—Creo que más bien no pudo aguantar las ganas de jugar con todos esos artefactos.

—Tiene usted toda la razón —lo ignoró, bajando las escaleras con el conocimiento de que la seguía—. ¡Quién se ha atrevido a mover mis cosas!

—He sido yo —dijo él sin resentimientos.

—Oh... ¿Qué le ha parecido con lo que comenzaré?

—Un inicio —se inclinó de hombros—. Buena suerte.

—¿A dónde va?

—Tengo pacientes —le dijo sin más—. A menos que quiera que me quede aquí, en un lugar solitario y desprovisto de vida para cumplir alguna de sus fantasías.

—¡Lárguese ya!

El hombre sonrió y subió las escaleras a todas prisas, dejando a la joven nuevamente avergonzada.

—¡Concéntrate Gwyneth! —se palmeó la cara—. Es sólo un hombre enfadoso, te has enfrentado a muchos, es uno más.

Publio pasó el resto del día entre su trabajo y visitas inesperadas de las águilas, quienes no dejaban de pedir información y consejo al mayor de los Hamilton; era costumbre de las águilas burlarse de Publio al hacerse pasar por pacientes, enfureciéndolo sobremanera.

—Publio —entró Ayla a la habitación—. Te ves cansado.

—Sí —se tocó las sienes—, he estado ocupado.

Ayla pensó que ese hombre se veía bastante guapo usando la bata de médico, simplemente no debía ser permitido que alguien con la masa corporal de Publio usara un elemento de vestimenta tan noble como lo era aquella formalidad que lo identificaba como médico.

—Te ayudaré —la joven se acercó y comenzó a masajear despacio las sienes del hombre, relajándolo en seguida, admirándolo mientras tenía los ojos cerrados—. ¿Mejor?

—Bastante mejor —suspiró aliviado, acomodándose en su asiento—. ¿Dónde está Brina? ¿Ha cenado ya?

—Ya cenó, aunque dudo que quiera irse a dormir pronto.

—¿Por qué? —los impresionantes ojos azules del hombre se abrieron rápidamente, fijándose en ella.

—Digamos que la señorita Gwyneth la tiene deslumbrada en demasía, no se separa de ella.

—¿Está en el laboratorio? —Publio se puso en pie—. Es peligroso para un niño estar ahí, sobre todo porque lady Grandiner está trabajando ahora y no le pondrá atención, puede lastimarse. 

—He estado ahí con ella —se sorprendió de la reacción.

—Pero no lo estás ahora —le dijo, caminando a la salida, parecía enfurecido—. ¡Brina! ¡Brina ven aquí!

El corazón de Publio HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora