3

2K 506 38
                                    

HOLA HOLA....

RECUERDEN SEGUIRME EN REDES SOCIALES, ESTOY EN INSTAGRAM Y TIKTOK COMO: @sofiadbaca AHÍ SUBO CONTENIDO DE LOS LIBROS Y ADELANTOS ESPECIALES.

¡LAS AMO!

------------------------------------------------------------------------

Ayla había terminado de bañar a la niña y, justo en ese momento, se dedicaba a cepillar su largo y lustroso cabello. Ahora que estaba limpia y más tranquila, era fácil apreciar lo hermosa que era; tenía unos ojos azules, grandes, como dos canicas; su cabello era largo, quebrado y de un rubio tan claro, que parecía blanco; su piel era pálida como las mujeres de altas cunas, limpia, sin ni una peca; tenía facciones hidalgas y refinadas, podría ser una princesa nórdica.

—Dime Brina, ¿de dónde eres? —la niña no respondió—. ¿Te gusta Londres?

Los ojos azules de la niña se levantaron hasta estar posados en el punto en el espejo donde estaba Ayla y siguió sin hablar, tenía una mirada tan profunda y potente que la mayor no podía creer que tuviera tan sólo cuatro años.

—¿Eres novia de retter?

—No soy su novia —se sonrojó la joven, pero al notar la palabra extraña, regresó la vista a la pequeña—. ¿Hablas alemán?

La niña volvió a su mutismo, jamás habló de nuevo, por mucho que Ayla se esforzó en ello. Cuando estuvo lista, Brina dio un salto del banquito y miró expectante a la mujer.

—¿Quieres ir con Publio? —la niña asintió—. Pero puede ser que esté dormido ahora.

La mirada que la niña le dirigió le dio a entender que eso le importaba poco o nada, así que Ayla simplemente la tomó de la mano y la llevó hasta la habitación de Publio, quien, como predijo, tenía la luz apagada y seguramente estaría durmiendo.

—¿Ves? Está oscuro.

La niña se soltó y simplemente terminó de abrir la puerta, entrando sigilosamente, acercándose a la cama del hombre que dormía con una daga debajo de la almohada, lo cual alteró a Ayla, si acaso la niña asustaba de más a Publio, él podría reaccionar de una mala forma y probablemente querer atravesarla.

—Espera, Brina...

Pero era tarde, puesto que la pequeña se había aferrado a las sábanas de la cama e intentaba por todos los medios subir una piernita a la elevada estructura, era una tarea imposible para ella.

—¡Qué demonios...! —se levantó con una pistola en la mano.

Ayla casi se desmaya, no sabía desde cuando había cambiado la daga por una pistola, pero eso hacía la muerte de Brina mucho más rápida; la niña, sin notarlo, seguía intentando escalar a la cama, llamando la atención de Publio, quién rápidamente desvió la vista hacia la hermosa mujer que lo miraba sin saber qué decir.

—Quiere dormir aquí, parece ser.

—No puedo subir —se quejó la niña, tratando de no mover su brazo lastimado.

—Ayla, dale una habitación.

—No quiero —dijo la niña, jalando las sábanas.

—Ella parece encaprichada con la idea —se inclinó de hombros la hermosa dama que era Ayla.

Publio miró el esfuerzo de la niña, suspiró cansado, tomó el camisón de la niña por la parte de atrás y la ayudó a subir a la cama con facilidad. Brina se escurrió por la acolchada superficie y se metió debajo de las mantas, acercándose al cuerpo grande de Publio y acurrucándose a su lado. 

El corazón de Publio HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora