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CAPÍTULO DE REGALOOOO. ESPERO QUE ESTÉN DISFRUTANDO ESTA NUEVA HISTORIA. LES MANDO UN BESO ENORME Y MUY FELICES FIESTAS A TODOS

Ayla era una mujer hermosa, con largos cabellos rubios y ojos castaños, era una preciosidad que Publio había logrado sacar de las calles y su infructuoso destino en manos de hombres depravados.

La joven se mostraba entusiasmada de tener algo importante que informar al hombre al que le debía esa vida, hacía días desde que Publio no la dejaba entrar en el despacho, había estado sumamente ocupado, pero ahora tenía la excusa perfecta.

—Publio, ha llegado mensaje de las águilas —el hombre despegó su mirada de los papeles que había estado revisando—, parece que han encontrado una señal del cóndor rojo.

—Son buenas noticias —se puso en pie y tomó la nota con prontitud—, llevamos sin saber de él más de dos meses.

—Sí, supuse que te agradaría.

—Muy bien —le sonrió—, te agradezco que estuvieras tan al pendiente, Ayla, sé que puedo contar contigo.

La chica asintió y se puso nerviosa inmediatamente.

—Pensé que hoy podrían quedarse a lo de la cena, ¿recuerdas? —le dijo apenada—. La vez pasada no pudiste cancelar a tu padre porque necesitabas hablar con él del cóndor rojo, pero creo que ahora sería un buen momento.

—Es verdad, planeabas hacer que Brina cocinara contigo, ¿cierto? —le dijo distraído.

—Pensé que también podrías ayudarnos.

—¿Yo? —sonrió de lado—. Creo que me confundes con Aine, yo no sé cocinar.

—Pero podría enseñarte —se acercó a él y miró sobre su hombro para ver lo mismo que él—. ¿Qué es eso?

—Ah, parece ser que una investigación.

—Oh... ¿Tuya?

—No, pero creo que es impresionante.

Ayla elevó las cejas.

—No sueles dar cumplidos.

—Los merece —aceptó—, aunque creo que encuentro algunas fallas también, errores comunes de quien no aplica la medicina.

—Seguro que no le agradará al científico al que tengas que decírselo —Ayla notó el detalle del escrito y se impresionó.

—Seguro que no —sonrió el hombre—, pero de todas formas fue bastante impresionante.

—Ha sido con lo que te has estado desvelando, pareciera que te lo pide todos los días de regreso.

—No hizo falta, me interesó desde la primera página —Publio se recostó en el asiento y asintió—. De hecho, creo que sería buena idea agregar un asiento para la cena.

—¿Planeas invitarlo?

—Sí, sería un buen momento para devolverle esto, llamaré a mis hermanos —la miró—. ¿Qué te parece?

Ella se sonrojó visiblemente y asintió.

—Creo que ocuparé más ayuda que la de Brina.

—Tienes razón, ¿por qué no le dices a la señora Lucy que se quede? Brina y tú podrían hacer el postre.

—Estoy de acuerdo —dijo contenta.

Había sentido esa conversación como si fueran un matrimonio, él siempre era así con ella, le pedía opinión para cosas de la casa o de Brina, incluso la había dejado decorar la habitación de la niña y pedirle sus vestidos.

El corazón de Publio HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora