Camino en puntillas, casi corriendo, procurando que mis pasos no se escuchen y me escondo detrás de uno de los inmensos estantes del estudio de papá. Todo mi pequeño cuerpo tiembla, mi corazón retumba tan fuerte en mi pecho como si me estuviera a punto de explotar. Me dejaron sola, otra vez.
—¿Dónde estás?
Me estremezco al escuchar su voz.
No quiero que me consiga, no quiero sus juegos, no quiero...
—No puedes esconderte para siempre. Sabes que voy a encontrarte.
Un sollozo se escapa de mis labios y enseguida me tapo la boca. Miro por todos lados buscado un lugar mejor. Y lo encuentro.
Me aseguro que todo esté despejado y corro al otro extremo de la habitación hasta la mesa de té de mi papi. El mantel es largo y llega hasta el suelo. Estoy segura que no me va a encontrar aquí. Cuando me siento en el piso, los pasos se escuchan más cerca. «Por favor que no entre aquí, que no entre aquí. Lamento haberme comido las galletas de nana y ensuciar mi vestido lavanda, pero Diosito, si me ayudas en esta, prometo portarme bien, prometo ser una niña buena».
El chirrido siniestro de la puerta atormenta mis oídos. Mis ojos se llenas de lágrimas y aprieto mi conejito de peluche contra mi pecho mientras rezo para mis adentros, que algo o alguien, pueda interceder por mí.
Los pasos parecen estar por todos lados, incluso veo sombras, aunque la tela de la mesa es gruesa.
«Por favor, por favor».
Y entonces los pasos se detienen. El silencio llena mis oídos y solo puedo escuchar mi respiración. Dejo salir una larga exhalación y mi cuerpo se relaja.
Por fin Dios me ha escuchado, ahora...
—¡BU!
Me despierto de golpe con el corazón martillando fuertemente mi pecho. Mi cabeza se mueve bruscamente de un lado a otro tratando de reconocer donde estoy. Solo cuando mis ojos reconocen el paisaje de frondosos pinos llenos de nieve frente a mí, es que mis nervios se tranquilizan. «Fue solo una pesadilla». Me dejo caer de nuevo en la cama y suelto todo el aire que estaba conteniendo. Inmediatamente, una pesadez y dolor, se instala en mi cabeza. Mierda. Destellos de la noche anterior aparecen en mi cabeza, pero después de un momento todo está en negro. No puedo recordar ni como llegué aquí.
«Muy bien, Marie».
En el momento que me siento en la esquina de la cama, mi estomago se revuelve y siento como todo sube por mi garganta. Corro hacia el baño y caigo al piso al tiempo que dejo salir todo en el inodoro. Apoyo mi cabeza en mis brazos y tomo pequeñas respiraciones para tratar de sentirme mejor. Sin embargo, cuando me doy cuenta que mis brazos están en la tapa del inodoro vomito de nuevo.
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Dolce Belladona
Mystery / ThrillerNo te acerques. Sigue el plan. No los mires. No caigas en la tentación. Escucha tu cerebro. Ignora tu corazón.