Capítulo 10

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Solo han pasado unos segundos desde que me crucé con el imbécil de Cade. ¿Quién demonios se cree para hablarme así? Ese hombre definitivamente está en mi lista negra. A la mierda todo, no voy a parar hasta conseguir algo de él, lo que sea que me dé una ventaja.

Cuando paso por las puertas de la biblioteca le dirijo un pequeño saludo a la encargada, la señora Harington. He pasado el suficiente tiempo aquí para que hayamos compartido una que otra vez, ya sea comentando sobre algunos libros o solo charlar. Es una señora de unos cincuenta años, sin hijos y con una vida bastante solitaria, pero se mantiene viva a través de los libros. Es una buena compañía, no hace muchas preguntas y me ha dado buenas recomendaciones.

Veo a Evan sentado en una de las mesas del lado derecho de la sala de estudio. Su primer instinto es saludarme con la mano mientras me sonríe hasta que estoy más cerca. Entonces, su sonrisa se borra automáticamente y su ceño se frunce.

—¿Acabas de salir de las brasas del infierno? ¿Por qué tienes esa cara?

Resoplo al tiempo que saco mis toallitas y gel antibacterial para limpiar la mesa y donde me voy a sentar. Después de sentir que todo está lo suficientemente limpio, pongo mis cosas en la mesa y me dejo caer silla.

—¿Eh? ¿Hola? —Evan me mira sin comprenderme.

—Necesito que te calles unos segundos.

Cierro los ojos y tomo una larga respiración por la nariz, luego otra hasta que voy relajándome. Me recuerdo que Evan no tiene la culpa de mi mal humor.

Lo escucho murmurando algo como "raro" pero no le presto atención.

—Déjame ver lo que hiciste y así hacerme una idea de cómo ensamblar tu información con la mía.

—Oh, no. No, no señorita odio a todo el mundo —aleja su libreta y carpetas de mi—. ¿Dónde está mi saludo? ¿Acaso no merezco respeto básico?

—Hola —fuerzo una sonrisa que se ve falsa a kilómetros.

Bufa.

—Vamos, Marie. Somos compañeros, no puedes seguir tratándome como el primer día.

—Hola, Evan. ¿Cómo estás? —pregunto con el tono más empalagoso que puedo—. ¿Podemos empezar a estudiar ahora? —necesito distraerme.

Una sonrisa de satisfacción se extiende por el rostro de Evan.

—Estoy muy bien, gracias por preguntar. Aunque estaría mejor, si no hubiera quedado como un completo inútil cuando quemé mi desayuno está mañana. La máquina solo tenía que tostar mi maldito pan y no quemarlo cuando no le di un segundo de atención. Afff, te juro que esas cosas son como niños pequeños. Los pierdes de vista un segundo y ya están haciendo un desastre.

Dolce BelladonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora