Capítulo 3

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La brisa helada se mueve entre nosotros erizando los vellos de mi cuerpo

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La brisa helada se mueve entre nosotros erizando los vellos de mi cuerpo. Mientras la noche transcurre silenciosa y mortificantemente desolada a las afuera del club, yo me encuentro aquí parada tratando de analizar a ese extraño hombre que nunca había visto antes. Algo en él me resulta familiar, pero ¿de dónde?

—Ángel...

Ese sonido ronco viaja a mil por segundo como corriente por todo mi cuerpo, invadiendo mi pecho, estómago y enviando señales a todo mi organismo para descompensarlo. ¿Qué diablos me sucede? No soy el tipo de persona que se desestabiliza por cualquiera. De hecho, más allá de molestia, soy buena enmascarando mis emociones más.

Él da un paso hacia al frente intentado acortar la poca distancia que queda entre nosotros y es eso lo que me hace salir del trance.

—Mi nombre no es Ángel —espeto.

—¿Entonces cuál es? —pregunta luciendo desinteresado.

—¿Cuál es el tuyo? —contraataco.

—Yo pregunté primero.

—No tengo porque decírtelo.

—Te quedas como Ángel entonces —se encoge de hombros.

Dios, suena tan cursi y lo odio.

—No me llames así —insisto.

Ladea su cabeza observándome. Casi como si se estuviera burlando de mí.

Desvío la mirada y me fijo es sus manos grandes, sus dedos están llenos de pequeños tatuajes de varias formas que, por la luz, no logro ver bien. Saca un cigarro de su pantalón, lo enciende y le da una larga calada. Suelta una gran cantidad de humo por sus labios sin romper el contacto con mis ojos.

—¿Por qué? —y otra vez esa voz ronca y peligrosamente grave, me hace temblar.

¿Por qué me siento así?

Al no escuchar respuesta, el desconocido se acerca lentamente poniendo todos mis sentidos en alerta. Miro a los lados nerviosa y doy un paso atrás.

—Porque ni es mi nombre, ni me gusta que me llamen así.

—¿Siempre eres tan intensa? —ladea la cabeza observándome como un pequeño interés, como si quisiera abrir mi cabeza y ver que hay ahí.

Mis labios se fruncen.

—No soy intensa —digo con indiferencia—. Y nada que tenga que ver conmigo es de tu incumbencia. ¿Por qué mejor no te vas y me dejas tranquila?

—Sí que eres graciosa.

Puedo jurar que la manera en que lleva el cigarro a su boca e inhala después de hablar, es erótica. Me estremezco ante el pensamiento.

Me he enfrentado a un montón de personas desagradables en la vida, y ninguna ha hecho que mi molestia me consuma tan rápido como este tipo. Es maleducado, engreído e irrespetuoso. Es frustrante.

Dolce BelladonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora