Capítulo 1

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¿Alguna vez has luchado con ese sentimiento que derriba tus apariencias y la falsa ilusión de que estás bien? Ese que funciona como un desmaquillante, que deja expuesto tu verdadero rostro

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¿Alguna vez has luchado con ese sentimiento que derriba tus apariencias y la falsa ilusión de que estás bien? Ese que funciona como un desmaquillante, que deja expuesto tu verdadero rostro.

Yo sí. Y odio ese sentimiento.

Ese que me hace sentir fuera de lugar, inadaptada, indeseada. Ese que me hace sentir como si estuviera aquí y después no. Como si no perteneciera a ninguna parte, como si fuera un fantasma en mi propia piel... pero odio más desear tener un espacio en el que pueda echar raíces, ser, estar, pertenecer. Algo, a lo que pueda llamar hogar.

Ya casi no pasa, el tener esperanza. Aprendí desde muy pequeña que el mundo podía ser un lugar oscuro, feroz, desgarrador. Sé que no suena muy alentador, pero es lo que pasa cuando experimentamos lo más feo de la vida a edades en las que no podemos procesar nuestros propios sentimientos. Claro, están lo que dirán que en las tragedias, entre dolor y la pena, siempre hay un rayo de luz al que puedes aferrarte para mejorar todo. Pero nunca lo he visto, nunca lo he sentido.

Ya no me afecta como antes, mientras unos florecen en la adversidad convirtiéndose en las flores más hermosas, sublimes y deseadas; otros nos llenamos de espinas y veneno, alejando a todas las personas, a toda amenaza. O al menos a casi todas. Porque hay algunos que no temen a las heridas, a ensuciarse las manos para tener eso que tanto se resguarda. ¿Con que fin? No lo sé. No lo sabes hasta que sea demasiado tarde.

Me acerco a mi armario en busca de algo que pueda ponerme. Reparo mi ropa colgada que está cuidadosamente ordenada en dos categorías principales. Primero, por colores, en las que hay una paleta específica de tonos claros, sobrios y pasteles; segundo, por ocasión o utilidad. Pero a pesar de eso, nada parece ser adecuado. Y es que dentro de mi inventario no estaba asistir a fiestas, bueno... quizás sí. Pero no como esta.

Hoy en la noche es la estúpida fiesta de Halloween que organizan los dueños de un club a las afueras del campus, llamado Xtasis. Por supuesto, el código de vestimenta exige que usemos solo disfraces y no tengo ninguno.

Y sí, soy una persona que le gusta organizar desde los accesorios, ropa y esmalte que va a usar para una ocasión con mínimo cuatro días de anticipación, pero no fue hasta esta mañana que decidí asistir. ¿Por qué? No me gustan las fiestas, ni los grupos grandes, ni conocer personas nuevas y menos de esta universidad, donde tienen el ego tan gigante como las cuentas bancarias de sus padres.

Suspiro frustrada y voy hasta el final de mi armario, donde están los cajones con la ropa que me han regalado y no utilizo. Es ahí cuando se me ocurre una idea. Tomo un banco y me subo hasta alcanzar una caja que traje obligada de mi casa, rebusco hasta lo consigo, voy hasta el otro lado del armario, termino de tomar lo que falta y listo. Ya tengo algo que usar esta noche.

Es sencillo; pantalones de cuero negro, un body del mismo color de manga larga y escote cuadrado; capa de seda negra y un antifaz que traje de una obra que realice en mi último año de secundaria. Irónicamente refleja mi entusiasmo por asistir a la fiesta.

Dolce BelladonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora