Capítulo 11

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Los días antes de irnos a la tradicional casa donde nos alojábamos cada Navidad con la familia de Jane fueron duros emocionalmente. Por una parte estaba Lorcan, al cual no había visto desde la vez que rompí todo tipo de relación con él diciéndole que estaba fijándome en otro chico, por otra parte estaba Jane, con la cual no me había dirigido la palabra desde que se fue hecha una furia de mi casa diciéndome que quería estar sola, y por último... por último estaba Adler. Ese convicto lleno de tatuajes, que tenía cara de que me iba a destrozar la vida y arrastrarme a la oscuridad con él.

Todo tipo de fantasía y planes de futuro colapsaban mi mente cuando pensaba en él, en todo lo que podríamos ser si las cosas no fueran como realmente son, si él no fuera un criminal y la situación fuera normal, sin barrotes de hierro de por medio.

Todavía quedaban bastantes días para que su respuesta me llegase, y últimamente mi rutina era pensar en si en algún momento él me daría la increíble noticia de que su condena se reduciría o si podría ir a visitarlo algún día, si podría verle por fin. Yo ya sabía que mi mente estaba actuando mal, que mi corazón estaba actuando peor por imaginar esas cosas cuando ni siquiera sabía quién era él realmente, pero al fin y al cabo una persona no puede reprimir sus sentimientos de un segundo para otro, o por lo menos no yo.

Adler se alejó de mi cabeza cuando mi madre entró por la puerta de mi habitación y dejó caer una maleta en el suelo, en pocas palabras, me estaba haciendo señales para que preparase todas mis cosas para el día siguiente. Asentí con la cabeza mirándola, para que supiera que había captado lo que me estaba diciendo, y me levanté de la cama en dirección al armario. Abrí sus puertas de par en par y me quedé ahí de pie, parada como una idiota, mirando las opciones de ropa que tenía para llevarme. Nos íbamos a la casa unos seis o siete días, casi una semana, por lo tanto tenía que llevarme ropa suficiente para ese tiempo.

Después de una pequeña crisis existencial a causa de mi desorden mental y mi poca capacidad de elegir rápido, escogí la ropa y la metí en mi maleta. Seguido de eso, fui al baño y cogí un neceser de tamaño medio y metí todo lo relacionado con la higiene, dentro. Cuando lo tenía todo preparado me senté en la silla del escritorio en silencio, todavía era temprano para irme a dormir y ya había terminado todo lo que tenía que hacer ese día.

Me gustaría decir que el resto de la tarde hice algo productivo, pero mentiría.

Me pasé el resto de mi tiempo libre pensando y maquinando posibles situaciones incómodas y cómo sobrellevarlas para que fueran más amenas. También pensé en cómo podría solucionar todo con Jane, la echaba de menos y, pese a que no sabía realmente lo que yo le había hecho para molestarla, intentaba entender su enfado y me iba a disculpar, a ver si con suerte todo volvía a ser como antes.

Me levanté al sentir como mi madre me sacudía ligeramente para despertarme, había olvidado que nos íbamos hoy y estaba muy nerviosa por ello. Me desperecé perezosamente y me dirigí a la cocina a por algo de desayunar, me comí un par de tostadas y un zumo y volví a mi habitación para vestirme.

Me coloqué unos pantalones tejanos azules y un top de lana negro que dejaba al descubierto mi ombligo, como hacía frío en el camino de casa al coche me puse una chaqueta negra que abrigaba bastante bien. Cuando llegamos al coche abrí el maletero y ayudé a mi madre a guardar nuestras cosas en el, cuando terminamos nos dirigimos a los asientos delanteros y cada una se sentó en su sitio.

El camino se me estaba haciendo corto, la radio resonaba en el coche y la música me hundía en mis pensamientos de una manera muy profunda. Un suave toque en mi hombro me sacó de ellos, miré a mi madre con curiosidad, la cual sonreía con la vista fija en la carretera. Cuando me dispuse a abrir la boca para preguntarle porque me había llamado la atención, pareció leerme la mente y se me adelantó.

—¿Como que no le has dicho a Jane que viniera en nuestro coche?— me preguntó con esa sonrisa genuina que tanto la caracterizaba.

—No estamos pasando por un buen momento.— dije dedicándole una sonrisa triste.

—¿Qué os ha pasado?— preguntó frunciendo el ceño.

— No lo sé— mentí— se enfadó conmigo, cuando la vea me disculparé.

— Bueno, a ver si se soluciona, cariño.

Me puso su mano derecha en el muslo y me dió un pequeño apretón en señal de apoyo, lo cual yo correspondí colocando mi mano encima de la suya, regalándole una pequeña caricia con los dedos.

A partir de ese pequeño interrogatorio los minutos se me hacían tan densos que parecían horas, no fue hasta que volví a fluir con la música que me alejé de los pensamientos y paranoias sobre Jane y sus molestias conmigo.

Cuando menos me lo esperaba ya habíamos llegado, aparcamos en un establecimiento que se encontraba en los terrenos de la casa. Nos bajamos del coche y empezamos a sacar todas las maletas y las cosas del maletero para meterlas en el interior de la casa. Al haber estado varios años viniendo, cada uno tenía su habitación asignada. Las habitaciones estaban divididas en dos plantas, mi madre y los padres de Jane dormían en la planta de abajo, donde se encontraba la cocina y la sala de estar, y Lorcan, Jane y yo dormíamos en la planta de arriba, eran tres habitaciones individuales, que estaban colocadas una al lado de la otra, situadas en un pasillo. Recorrí las escaleras para subir arriba y me fijé en las tres puertas que tenía delante de mí, mi habitación estaba entre la de Lorcan y la de Jane, su madre no los dejaba tener la habitación consecutiva a la del otro porque decía que se peleaban muchísimo de pequeños.

Entré por la puerta de madera que daba a mi cuarto y encendí la luz, todo estaba igual que el resto de los años, como suponía. Guardé gran parte de mis cosas en armario empotrado que había en una esquina de la habitación, luego me dirigí al pequeño tocador y coloqué mi neceser y algunas cosas más bien ordenadas en él.

Caminé hacia la ventana y miré a través de ella, las vistas eran espectaculares. Se veía el claro bosque que rodeaba un lago que en esas épocas del año estaba totalmente cubierto por una capa de hielo grueso, el terreno donde estaba mi coche, todavía no había llegado Jane.

Bajé las escaleras y me puse a ayudar a mi madre a vaciar las bolsas de la comida para colocarlas en los armarios de la cocina, después de más de una hora para terminar de acomodarnos del todo en la casa nos sentamos un rato en el sofá de la sala.

Mi madre me miró.

— Parece que somos las primeras.— dijo de repente.

— Mamá, siempre somos las primeras.— le dije divertida.

— Cierto.— soltó una pequeña risa antes de volver a levantarse.— voy al baño, enseguida vuelvo.

Pensé un segundo y me adelanté antes de que se fuera.

— De hecho, voy a salir por los terrenos.— dije deteniéndola.

— Ten cuidado Marie, y llévate el móvil si vas por ahí sola.— dicho eso se dirigió al baño del primer piso.

Me puse la chaqueta de nuevo y me dispuse a dar una vuelta por fuera, el sitio dónde estaba la casa era precioso y a mi, desde siempre, me había encantado. Pasé a través de los árboles y me dirigí al lago, alrededor de este habían un par de rocas por cada lado, me senté en una de ellas mirando en dirección al sol, contemplando el paisaje y el cielo.

De repente sentí una presencia detrás mío, una calidez que era muy familiar para mí y que seguía alterando mis sentidos cuando la percibía. Sentía como cada vez se iba acercando más a mí, como un tiburón acechando a su presa de cerca, sintiendo su aliento en el lóbulo de mi oreja.

— Hola, preciosa.

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¡Que tensión! Creo que está claro quien es... se vienen capítulos de muchísima tensión y nervios.

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Estos próximos capítulos no habrá cartas, ya que pasan en un corto período de tiempo en el cual no da tiempo a que la carta de Adler sea enviada, toca espera un poco.

Gracias por las 2k de lecturas y esos 100 comentarios, os aprecio ❤️

¡Dejadme aquí que os ha parecido este capítulo!

Gracias por leer.

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